A Osvaldo Bayer (Santa Fe, 1927), le gustaba decir que él era un “cronista”, en el sentido que cuando escribía se ajustaba a los hechos. Es claro que a la hora de opinar sobre los hechos no era neutral: siempre adoptó la perspectiva de los rebeldes y de los oprimidos. Y es desde esa mirada de la historia que ha denunciado la crueldad argentina partiendo de la Campaña del Desierto, las matanzas en la Patagonia y culminando con la dictadura cívico-militar.
Bayer se pregunta: ¿Porqué tanta crueldad ha acompañado nuestra historia? ¿Por qué se traicionó el espíritu de los héroes de Mayo? Manuel Belgrano le restituyó la libertad, la propiedad y la seguridad a los naturales de Misiones; Juan José Castelli le otorga el derecho al voto a los pueblos originarios y la Asamblea de 1813 declara la libertad de vientres.
La respuesta de Bayer es contundente: se trata de codicia, de la posesión de la tierra.
La codicia hizo que Bernardino Rivadavia (1821) contratara a Federico Rauch para exterminar a los indios ranqueles y que Juan Manuel de Rosas (1833) realizara una campaña contra los indios del sur para conquistar sus tierras. Política que continuó el presidente Avellaneda aceptando el plan de su Ministro de Guerra, el general Julio Argentino Roca, para exterminar a “los salvajes, a los bárbaros”, como se refiere a los pueblos originarios en todos sus comunicados, para luego repartir sus tierras.
Es conocida la historia del asesinato de más de 1.000 peones y obreros rurales por el Ejército Argentino bajo la presidencia de Hipólito Yrigoyen. La Sociedad Rural movió sus influencias en Buenos Aires y propició una campaña de prensa para denunciar el peligro anarquista y el bandolerismo. El 10 de noviembre de 1921 el teniente coronel Héctor Benigno Varela arribó a Río Gallegos e impuso la “pena de fusilamiento” contra los peones y obreros en huelga. El 1 de enero de 1922, la Sociedad Rural festejó el año nuevo homenajeando al teniente coronel Varela en el Hotel Argentino.
Así, la historia de la crueldad argentina culmina con la dictadura cívico-militar de 1976/1983. El secuestro, la tortura y la desaparición de personas fue el método de este capítulo de la historia. El testimonio de los sobrevivientes da cuenta de la crueldad, de la absoluta ausencia de piedad de los perpetradores.
¿Cuál es el mecanismo que hace que la crueldad emerja y se repita a lo largo de la historia de manera brutal? ¿Cuándo y por qué se instala como política de Estado?
El filósofo francés Jaques Derrida (Argel, 1930), sostiene que la crueldad que ejerce el Estado no se puede erradicar totalmente. Sólo existen formas de negociación que la difieren o “domestican”. En ese sentido, aún en tiempos no considerados crueles, el Estado ejerce violencia y crueldad: basta referirse al ejercicio del poder penal y a su peor manifestación, los sistemas carcelarios.
Hablar, entonces, de una “política de la crueldad” supone el abandono deliberado de los mecanismos de negociación o aplazamiento de la violencia.
El único modo de contenerla, el antídoto que hemos inventado los seres humanos para neutralizarla, es la idea de los Derechos Humanos, que no es otra cosa que el resultado de un acuerdo político. En nuestro país ese acuerdo se cristalizó con el “Nunca Más”, y sólo fue posible en el marco de la recuperación del sistema democrático. Pero la democracia, es una condición necesaria pero no suficiente para la efectivización de los derechos de los ciudadanos.
Entre otros, el derecho al acceso a la justicia no se encuentra al alcance de la mayoría de la población más desprotegida en términos sociales, económicos y educativos, situación que compromete fuertemente el Estado de Derecho. El flagrante divorcio entre el plano discursivo-normativo y el ejercicio efectivo de los derechos deja a los ciudadanos desprotegidos frente a los abusos del poder del Estado.
Hoy, a más de 40 años de la recuperación de la democracia, si bien la crueldad estatal no empezó con el gobierno de La Libertad Avanza, se manifiesta de diversas formas: se reivindica la Campaña del Desierto y la figura de Roca, se argumenta a favor de la “teoría de los dos demonios”, se afectan derechos, se reprime en las calles, se inventan enemigos, se utiliza un lenguaje explícito de violencia misógina, se carece de sensibilidad social respecto a pobres, adultos mayores, discapacitados, enfermos terminales y lo que es peor, las decisiones parecen justificarse detrás de una suerte de cuestión mesiánica.
Hay gobernantes a los que no les conmueve el dolor ajeno, que creen que los pobres lo son porque quieren y que los delincuentes nacen de un repollo. Pues, para contener esa violencia están el Estado de Derecho y los Derechos Humanos.
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