La fábula de los deseos malsanos

Por Cezary Novek

La fábula de los deseos malsanos

Muchas veces se ha pensado en la posibilidad de narrar un sueño conservando la atmósfera de irrealidad pero sin el factor de incoherencia que lo caracteriza. Borges citaba a Novalis al respecto y afirmaba que El Golem, de Gustav Meyrink, cumplía este requisito. Pero si pensamos en películas, hay una pieza perdida de comienzos de los años 70 del siglo pasado que es única en su clase, no solo por el factor onírico, sino por presentarse como un cuento infantil para adultos: Lemora: A Child’s Tale of the Supernatural (1973).

Primer y único filme de Richard Blackburn, quien realizó el trabajo en colaboración con su amigo Richard Fern apenas graduados de la UCLA, se plantea como un más que interesante híbrido entre Carmilla, de Sheridan Le Fanu, los cuentos de Lovecraft y de Arthur Machen, Alicia en el país de las maravillas y Los contrabandistas de Moonfleet (Fritz Lang, 1955).

Quienes disfrutaron En compañía de lobos (Neil Jordan, 1984) hallarán en Lemora una joya perdida. Aunque Angela Carter –en cuya obra se basa la película de Jordan– causó revuelo a finales de los 70 con su reescritura de clásicos infantiles añadiéndoles un factor de erotismo y despertar sexual, Lemora se le adelantó por varios años. Si bien se presenta como una película de terror fantástico, es ante todo una metáfora del despertar sexual y de la corrupción de la inocencia, de los depredadores que acechan en las sombras y las posibilidades de la pureza de sobrevivir en un mundo hostil.

Situada en la década del veinte, en los años de la Ley Seca y en la América profunda, Lemora cuenta la historia de la pequeña Lila Lee. Se trata de una preadolescente rubia y angelical cuya madre fue asesinada por su padre, un peligroso gánster que se volvió prófugo de la justicia y cuyo paradero es desconocido. Lila Lee canta en el coro de la iglesia, en donde vive bajo la protección del reverendo –interpretado por el joven director de la película–, quien a pesar de sus buenas intenciones, hace grandes esfuerzos por disimular el creciente deseo que siente hacia la niña. Un día, Lila recibe una carta de su padre, que dice estar agonizando y le pide verla por última vez. Le da instrucciones para llegar a un pueblo: Astaroth –que ya con ese nombre se puede inferir que está todo mal en ese lugar–. La niña sale a escondidas de la iglesia por la noche y va a la estación, donde termina tomando un bus en el que es la única pasajera. El viaje por un bosque lleno de ghoules que trotan entre los árboles siguiendo al vehículo es una de las escenas más intimidantes de la película.

Después de un viaje accidentado, llega al pueblo en cuestión y permanece al cuidado de una anciana algo demente en una casa de piedra, siendo visitada por unos niños muy extraños que no hacen más que añadir misterio al lugar. Luego, es recibida por Lemora, una enigmática mujer de presencia inquietante y mirada mesmérica. Su padre se ha convertido en otra cosa y Lemora intenta convencerla a como dé lugar de que se quede a vivir para siempre en Astaroth. Todo en la anfitriona rezuma erotismo y deseo. Lemora es el umbral a la edad adulta, la invitación al pecado y la puerta al lado oscuro. Es un vampiro pero es muchas cosas más a la vez. La tensión que se respira en la escena de cuando baña a Lila Lee en su habitación es uno de los momentos más logrados de toda la película.

El filme tiene algunos puntos flojos, derivados del hecho de ser una película independiente de bajo presupuesto: maquillajes algo excesivos y ciertos baches en el montaje (que fue recortado de 113 minutos a 81, quitando las escenas más fuertes para evitar la censura y tratar de llegar a un público más amplio). Por otro lado, compensa con unas actuaciones muy logradas –la química que hay entre las dos protagonistas es algo único, pocas veces visto–, una ambientación nocturna y atemporal, el uso de la fotografía de tonos azulados y una combinación de elementos narrativos que es muy original y sugerente.

Los escenarios y personajes grotescos que prometen una trama terrorífica dan paso a un erotismo retorcido y muy sutil –no hay desnudos ni escenas sexuales en la película– que rodea a la protagonista desde el primer al último minuto de la historia como una sombra amenazante. Todos los personajes, los humanos y los monstruos, así como los buenos y los malos, parecen representar algún riesgo para la joven Lila Lee: ninguno parece exento de sentir una atracción malsana por la niña. Es esto uno de los mayores logros de la película, la manera en que expresa sensorialmente una advertencia sobre los peligros que la vida adulta representa para los niños inocentes. Un mundo adulto que en lugar de proteger, tiñe cualquier gesto amable de malas intenciones.

El director no volvió a producir un largometraje. Apenas dirigió un capítulo de la serie Tales from the Darkside (1983-1988) y coescribió junto a Paul Bartel aquella recordada y divertidísima comedia de humor negro Eating Raoul (Comiéndose a Raúl, 1982). Distinta suerte corrieron las dos protagonistas: Lesley Gilb (1946-2009), quien interpreta a Lemora, no volvió a incursionar en la actuación y se dedicó a la producción y al activismo social hasta su muerte en 2009, a causa de un accidente de tránsito. La actriz que personifica a Lila Lee –Cheryl Lynn Smith, más conocida como Rainbeaux Smith (1955-2002) – tuvo papeles en un puñado de películas de la época y fue una especie de sex symbol a comienzos de los 80. Trabajó en filmes populares en esos años y hoy bastante olvidados, tales como: Tambor, Adiós muñeca, El increíbles hombre fusión. En los 70 fue baterista de la banda The Runaways. En los 80 se volvió adicta a la heroína y fue a la cárcel en un par de ocasiones. A causa de su adicción y de compartir jeringas, se contagió de hepatitis, enfermedad que acabó con ella en 2002, mientras vivía casi en la indigencia.

Lemora: A Child’s Tale of the Supernatural no es una obra maestra, sino una anomalía del séptimo arte, de esas gemas únicas en su imperfección. Una producción tan extraña que, si bien su tiempo no fue un éxito, se ha convertido con el paso de las décadas en un verdadero objeto de culto, envejeciendo de manera más que digna. Se puede encontrar fácilmente en Youtube –doblada al español o en inglés pero con subtítulos defectuosos– y en Mubi. Un visionado más que recomendable para los amantes de lo raro e inusual así como para los cinéfilos más exigentes.

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