La historia de una mujer mayor sin estereotipos

Por Diana López Gijsberts

La historia de una mujer mayor sin estereotipos

La lectura del diario íntimo de su bisabuela Ángela despertó en la autora platense Malena Escobar O´Neill la necesidad de dar a conocer la historia de esa mujer que, tras seguir los mandatos de época y lejos de conformarse con una viudez y vejez pasiva se dedicó a retomar proyectos propios, como celebra su bisnieta en la novela «La clave maestra»: «Es necesario visibilizar y superar los estereotipos de la vejez», dice.

La novela de O ´Neill que acaba de publicar Malisia Editorial cuenta la historia de una mujer de 86 años, Carmen (nombre de ficción de su abuela Ángela) y el particular vínculo que la mujer traza con su bisnieta Elisa, de 10 años, a quien cuida a la salida del colegio y mientras los padres trabajan; un vínculo amoroso y de complicidad que derivará en una «clave secreta» simbolizada en la forma de tocar el timbre y que incluirá el legado final de un secreto que la mujer mayor nunca pudo contar a nadie.

Una tarde en la que Elisa estaba algo aburrida en la casa de Carmen, decide buscar un libro en la biblioteca y descubre su diario íntimo. La mujer acepta leérselo y es así como en cada visita irá transmitiendo a la niña la historia de su árbol genealógico, que empieza en 1879, cuando la abuela de Carmen llega de Italia a Argentina y abarca hasta el propio nacimiento de Elisa.

La niña conocerá la vida de sus ancestras, mujeres que cumplían los mandatos de época de casarse y formar una familia, sin cuestionar el estar a cargo de las tareas de cuidado y con un rol activo y de sostén ante la muerte y las crisis económicas familiares, hasta llegar a saber sobre la vida de su bisabuela: su primer novio, al que rechazó por orden de sus padres; la infidelidad de su esposo, y la llegada de los hijos y nietos. Tras enviudar, Carmen recupera sus proyectos de juventud, hace teatro y asiste a talleres literarios, a la vez que defiende su derecho a la autonomía y vivir sola sin cuidadores.

Hasta que un día la madre de Elisa decide que esas historias afectaban a la niña y Elisa deja de ir a casa de su bisabuela. Allí se inicia la segunda parte de la novela, años después, ya con una Elisa en plena crisis de la adolescencia y con sus padres en crisis matrimonial. Retomará las visitas a casa de esa bisabuela que parecía tener respuestas a todo, pero encontrará a la mujer con su salud muy deteriorada y deberá presenciar el comportamiento de los familiares adultos con una anciana al borde de la muerte.

¿Cómo surge la idea de novelar una parte de tu historia familiar?

-Malena Escobar O´Neill: Surge cuando mi abuelo Ricardo Escobar O’Neill, a quien le decimos Pico, me da el diario íntimo de su mamá y tras leerlo me pareció increíble toda la historia de la familia y me pareció que tenía que hacer algo con él. En ese momento estaba terminando la Licenciatura en Comunicación Social en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata y pensando en el Trabajo Integrador Final (TIF) y decidí que haría un trabajo de producción y escribiría una novela con ese relato familiar. Me recibí con ese trabajo.

Me impactó la forma de vivir de Carmen/Ángela y cómo cuando enviudó pudo liberarse y hacer actividades que le gratificaban y tenía pendientes como talleres de escrituras, teatro; y fue también muy loco leer el registro de nuestros nacimientos, el de mi hermano y el mío.

«La clave secreta» es una novela autobiográfica con escenas autoficcionales. Los personajes de mi producción se construyen en base a mi familia real. De esta manera, pude sumergirme en el concepto de autobiografía y autoficción, tensionando mi propia identidad, jugando a armar y desarmar, a ser y a no ser. El personaje principal, Elisa, tiene muchos aspectos de mi personalidad, me encuentro inmersa e identificada en ella: sin embargo hay otra parte que no me corresponde ni me identifica, que es ficción. Lo mismo hice con los demás personajes que aparecen, incluso Carmen. Valerme de sus diarios me sirvió para reconstruirla pero, sin embargo, hay otra parte inventada. Si bien la primera parte de la novela surge a través de los diarios, de la memoria de familiares y de la ficción, construyo un mundo que parte del mío, de mis experiencias y recuerdos sobre mí misma y que de hecho, tuvieron como consecuencia la segunda parte de la novela. De esta manera, la autobiografía podría ser entendida como una construcción narrativa, el relato que cuento a través de la rememoración, el recuerdo de personas, espacios, lugares, tiempos y memorias colectivas

¿Qué sabías previamente de tu bisabuela?

-M.E.O: Lo que más me llamó la atención, a pesar de lo poco que compartí, tuvo que ver con que fue una madre trabajadora poco convencional. Si bien vivió dedicada a su hogar y a su marido, tuvo pequeñas rupturas que no se corresponden a su época: que a sus catorce años le permitieran aprender a manejar, que trabajara administrando el restaurante familiar a la par que los varones. Los comienzos de la vida de Ángela fueron disruptivos para su época. Es interesante y contradictoria su manera de vivir porque logró cierto «empoderamiento» al casarse, según ella misma reconoce en su diario cuando dice que «todo era novedad en mi vida, fui dueña y señora de mi casa, feliz con un hombre que me amaba, mejor dicho que nos amábamos». La frase «dueña y señora» me llamó mucho la atención al leerla, hubiera pensado que podría resultar un peso dejar su vida de lado para atarse a las responsabilidades del hogar, pero no, eso le resultó un logro, estaba orgullosa. Mientras ella se encargaba de la casa, su marido sí continuaba con su vida laboral por fuera. Esta contraposición público/privado relacionado a lo masculino y femenino respectivamente se ve muy claro en la lectura de los diarios y también en la novela. No solamente por el desempeño de las tareas domésticas de Ángela mencionados previamente, sino también por las actitudes despreocupadas de su marido y las desigualdades respecto a las libertades sociales. Un ejemplo claro en los diarios de Ángela se ve cuando su marido Ricardo decide irse, con la excusa de una cena de amigos, a la capital y regresa a las 7 de la mañana del otro día.

Carmen /Ángela guardaba un secreto que no compartió con nadie pero que volcó en su diario que, en la novela entrega a su bisnieta Elisa. ¿Cómo fue decidir incluir ese secreto familiar?

-M.E.O: Secretos y disturbios hay en todas las familias. El secreto de Carmen/Ángela es algo de lo que no se habló nunca. Aún espero las repercusiones en la familia cuando lean el libro donde pongo las palabras que nadie puso. Quizás después de un tiempo, después de que corrió mucha agua bajo el puente como se suele decir, sea más ameno saberlo que en otro momento no tan adecuado. No sé si fui respetuosa con Ángela, ella había decidido no contar y yo en la novela lo cuento, pero también creo que pasaron muchos años y ya no es tan terrible.

De alguna manera rendís homenaje a todas las adultas mayores al plantear una mujer con una rica vida interior que tras cumplir el mandato de armar una familia pudo hacer lo que quiso, de forma muy activa. ¿Adherís al concepto de revolución de las viejas, de búsqueda de nuevos horizontes para las vejeces?

-M.E.O: Durante toda su vida, Ángela vivió por y para su marido. De hecho una vez que enviudó comenzó a realizar actividades que le resultaban placenteras, como el taller de literatura y de teatro. Como ella misma escribió en su diario, tras asistir a talleres de teatro y de literatura, «a partir de toda esa actividad se operó un cambio fundamental en mi vida, ya no fue vivir solamente para la familia, empecé a vivir más para mí, a hacer cosas que me llenaban de satisfacción, entendiendo que en la medida que nos sentimos bien, es más lo que se puede dar». Antes, con las tareas domésticas, los hijos y Ricardo, no tenía tiempo. En una de las entrevistas que le realicé a mi abuelo Ricardo «Pico» Escobar O´Neill como parte del acercamiento previo a la escritura, comentó que Ángela incluso le preparaba la cama a su marido a la hora de irse a dormir. Él disponía «Vieja, acostame» y ella iba detrás a hacerlo. Sus tres hijos estuvieron de acuerdo en lo mismo, siempre fue su madre quien se encargó de ellas y ellos y de la casa. Constituyó su «ser mujer» en estrecha vinculación social con su marido, Ricardo. Una relación casi meramente servicial. Tras enviudar, Ángela logró rechazar ciertos paradigmas de la vejez para lograr enfocarse en su deseo: el taller de literatura, su libro de poesía, el teatro. Todo eso que estuvo tan diluido a lo largo de toda una vida producto de los mandatos familiares y del rol que le tocó jugar allí dentro. Es por esto que considero que es necesario visibilizar y superar los estereotipos de la vejez, donde por lo general se habla en mayor medida de jubilaciones, remedios y visitas al médico, para naturalizarla y aceptar que a veces incluso, es un período mucho más largos que otros, como por ejemplo la adolescencia, y que es necesario vivirlo con menos prejuicios y con todas las libertades que cada una quiera.

Aparece en el tramo final de la novela, el tema de la soledad

-M.E.O: La soledad en la vejez es un tema que me convocaba. Me parecía un tema muy terrible morir en soledad, con gente que te cuida pero no es tu familia. Y eso es algo sobre lo que Elisa logra reflexionar pero el resto de la familia no. La vejez causa molestias en ellos. En lo personal tengo afinidad con los viejos, me gusta escucharlos, me interesa charlar con gente vieja. Casi inconscientemente no quería mostrar a esos hombres de la familia, ninguno es amigable ni un divino sino que quería hacer hincapié en el rol de las mujeres adultas mayores.

Salir de la versión móvil