Hace un año se presentó en nuestra ciudad el libro “La mujer que se hizo hilvanando retazos”, de María Eugenia Pujadas, que ya va por su segunda edición. La publicación es una disputa a la historia de tragedias de la violencia política que atravesó a la familia catalana establecida en Córdoba en la década de 1950 mientras escapaba del terror del franquismo, y después, con la convulsión armada previa a la última dictadura militar durante los años ‘70.
María Eugenia, sobrina de Mariano Pujadas, uno de los presos fusilados en Trelew en 1972 tras la simulación de una fuga de la cárcel, tenía poco más de un año cuando un comando de la Triple A irrumpió en su domicilio en la noche del 14 de agosto de 1975 para secuestrar y asesinar a su padre y abuelos paternos. Entre las víctimas también estaba Mirta Yolanda Bustos, la madre de la autora del libro, quien logró sobrevivir a esa noche de terror, donde todos terminaron en un pozo sobre el que el comando lanzó explosivos para asegurar la masacre. Meses después, tras exiliarse para salvar su vida, Mirta falleció producto de las secuelas del atentado. Ante esta cruda trama, María Eugenia contrapone como forma de supervivencia el relato de su libro en el que exalta, sin olvidar la tragedia, el amor y la alegría con que fue criada por su abuelo materno Ambrosio.
«Todos hemos hecho lo que hemos podido en nuestra vida”, sostiene la autora en diálogo con HOY DÍA CÓRDOBA, y asegura que siempre intentó mirar esa parte de la historia “desde otro punto”, lo cual le ayudó “a sobrevivir y a vivir la vida de otra forma”. “Todos te llevan al pozo porque por ahí el morbo, eso es lo que vende. Sí, yo lo entiendo, lo comprendo pero siempre que se pueda salir de ahí, salgo”, explica Pujadas, en referencia a la fatídica noche que se cobró la vida de sus familiares.
A contrapelo, María Eugenia busca a través de los 25 capítulos del libro que escribió con Miguel “Cocó” Cabrera “una forma de mostrar que los hechos estuvieron, pero también mostrar lo bueno que se pudo hacer de todo eso. Por ejemplo, mis abuelos me criaron a mí en un entorno alejado totalmente de la política, entonces crecí como sin prejuicio yo hoy te puedo decir que yo no conozco el odio, nunca tuve rencor hacia nadie; todo lo contrario, estoy agradecida a todas las personas que me rodearon”.
Sobre el proceso de escritura del libro, la autora cuenta que comenzó a dialogar en 2001 con Cabrera, quien le ayudó a darle cohesión a los relatos, las fotografías familiares y los fragmentos de su historia. “Ese proceso, que no fue fácil pero sí fue muy útil porque a la larga es como que vos podes verte, imaginarte y a mí me hizo muy bien. Antes ni siquiera podía hablar absolutamente nada que sea relacionado con la historia con la familia, con la memoria (…). En el libro me estoy contando como si me estuviese contando a vos”.
Ambrosio, su abuelo materno, es un protagonista fundamental en la formación de la visión que la autora presenta en su relato. “Mi abuelo fue el pilar de mi vida. Cada vez que quiero trabajar me agarro de todo lo que él me enseñó y la valentía que puso en mí, que creo que fue porque todo lo que me dio me lo dio por intermedio de los valores.
El libro también contó con la participación de su hermano Gustavo, quien realizó las ilustraciones que acompañan al texto. Tanto él como los demás hermanos de María Eugenia se sorprendieron gratamente con el enfoque de la historia que narra el libro.
Además, la publicación le presentó una posibilidad inesperada: la asistencia a un homenaje que se realizará a sus bisabuelos paternos Josep M. Pujadas Valls y María Josefa Badell Suriol, quienes se exiliaron en Argentina, en el hospital donde trabajó el primero. El contacto se llevó a cabo a partir del envío masivo de mails en el momento de la presentación del libro. Esto derivó en un intercambio de correspondencia con el Monumento de la Memoria de Cataluña y en la invitación al homenaje que tendrá lugar el miércoles y donde estarán presentes los autores.
La militancia, entre “la valentía” y “el dolor”
Si bien María Eugenia no participa activamente del trabajo que llevan adelante los distintos organismos de derechos humanos en Córdoba, la autora reivindica su tarea. “Les admiro la valentía que tienen de revolcarse en el dolor todo el tiempo que eso es lo que considero que hacen. ¿Cómo hacen para vivir? o sea tiene que ser durísimo entonces yo les digo gracias por la invitación y les agradezco que trabajen por la memoria, porque considero que hay que mantener viva la memoria por la historia, pero bueno, hay una frase muy fuerte que dice por ejemplo que para lo que para los otros es historia, para mi es mi pasado”.