La trufa más bella

Por Cezary Novek

La trufa más bella

Pero, en mi opinión, el escritor es un maldito perezoso que no sabe hacer las cosas bien. Yo seré lo que quieran, pero perezoso, no. Lo voy a contar todo”

“El asesino dentro de mí”, Jim Thompson, 1952

Es muy común que, a la hora de reseñar novelas de escritores argentinos contemporáneos, se apelar a pequeños trucos del oficio que permiten decir sin decir nada, como para llenar espacio y cumplir con la nota diaria o semanal, según el caso. Por ejemplo, si la novela no tiene nada novedoso, se suele resumir la trama de forma más o menos interesante, tratando de no en la valoración. Por el contrario, si es una novela “intelectual”, se suele parafrasear el texto de contratapa hasta que ocupe el espacio pautado para el artículo, cuidando de no hablar con demasiado entusiasmo pero tampoco en contra.

Esta suerte de “tibieza” en el periodismo cultural obedece a una razón más prosaica de lo que podría imaginarse: como la gran mayoría de las colaboraciones en medios son ad honorem, y las pocas que son pagas lo son a precio simbólico, quienes pretenden ganarse la vida escribiendo necesitan producir cinco veces más artículos que sus colegas del siglo pasado. No es que los periodistas del siglo XX fueran tan bien pagos, sino que tenían la posibilidad de revender varias veces un mismo texto, cosa que la actual hiperconexión vuelve imposible.

Entonces, el periodismo cultural –especialmente el de los grandes medios y el de las grandes ciudades– termina apuntando a lo seguro, a lo cómodoa ley del menor esfuerzo, estimulada hasta el paroxismo por pagas mínimas. ¿Cuál es el resultado? Que se comentan muchísimos libros sin leer, comentarios de otros, más lo que dice la contratapa, más algún par de preguntas genéricas al autor, y sale con fritas.

¿Y cómo es posible seleccionar libros para reseña entre la avasallante sobreproducción actual sin tomarse el trabajo de leerlos? Siguiendo la agenda de moda que prioriza la adhesión política, la orientación sexual del autor, o que el libro verse sobre alguna cuestión políticamente correcta de manera políticamente correcta. Y así estamos: mientras el mercado de sellos nacionales agoniza atrapado en una economía miserable, sujeta a moneda extranjera y a un público de lectores que mengua al mismo ritmo que aparecen autores hasta debajo de las piedras, los sellos transnacionales –es decir, los que se comieron a los grandes sellos nacionales– no paran de editar novelas insulsas, tallereadas hasta la insipidez, que se venden a precio europeo y terminan en mesa de saldos a los pocos meses.

En este contexto desolador, la misión del periodismo cultural debería ser la misma del cerdo buscador de trufas, la de utilizar al máximo su don olfativo para desenterrar el tan preciado hongo. Dicho en otros términos, recomendar lo que realmente valga la pena leer de entre ese inmenso océano de mediocridades.

El epígrafe de Jim Thompson es pertinente todo lo anterior, ya que no solo remite a la pereza de los escritores sino que encabeza el inicio de una novela argentina contemporánea que sí vale la pena leer: “Dormiré cuando esté muerto”, de Matías Bragagnolo. La trufa en cuestión.

Me todas las triquiñuelas del oficio para recomendar con vehemencia la última novela del autor platense criado en Daireauxy residente en Buenos Aires. Escrita con una prosa que no deja respiro, “Dormiré cuando esté muerto” narra la investigación que lleva a cabo un periodista de pueblo–el único en su profesión y el vecino más odiado– especializado en chimentos respecto de una serie de muertes que tienen relación con una enfermedad rarísima. Es una novela policial costumbrista con algo de terror físico y una enorme dosis de humor negro.

Matías Bragagnolo es una de las voces más potentes y originales de la narrativa nacional contemporánea. Un tifón de furia que viene a barrer con toda corrección política, tanto desde lo temático como en lo estilístico. A modo de ejemplo, su primer libro –“Petite Mort”– es un anfibio entre novela negra y tratado ensayístico sobre el cine snuff. El resto de sus publicaciones no se queda atrás: “El brujo” es una distopía carcelaria situada en una Argentina neofascista en la que se compendian todo tipo de horrores y depravaciones que harían ruborizar por igual a Sade y a Lautrèmont; “La balada de Constanza y Valentino” combina el romance, el incesto, la posesión demoníaca y los tiroteos entre grupos SWAT con la comedia negra a lo Sam Raimi; mientras que “El destino de las cosas últimas” narra en tiempo real una orgía de coprofilia que es a su vez una metáfora de la explotación laboral neoliberal, pero que también da cabida para un final feliz y romántico. “Proyecto generación triple X”, por su parte, es una fantasía armamentística que combina el sexo con la violencia, el non plus ultra de las guerras modernas de baja intensidad.

¿Por qué leer “Dormiré cuando esté muerto”? Porque es un policial que utiliza los recursos de la novela negra de forma inusual, entretejido con un sinfín de sórdidas anécdotas pueblerinas que dan espesor a una trama de lo más ingeniosa. Porque el narrador-protagonista-investigador es un ser miserable y abyecto capaz de cualquier cosa para lograr sus objetivos pero es también una voz entrañable que nos depara momentos de hilaridad asegurada. Porque los villanos también sufren y los secundarios son igual o más ruines que el protagonista y el antagonista. Porque es una novela de un realismo crudo que se expresa sin filtros, como sucede en la vida real cuando se conversa con ciudadanos de a pie. Y porque, sobre todo, está en las antípodas de los libros correctitos, esos que son ensalzados por la crítica, pero ajenos a los lectores de verdad.

Publicado en 2021, “Dormiré cuando esté muerto” es una jugada apuesta de un gran sello nacional, como es Del Fondo, para con una novela que encarna sin exageración el tantas veces usado en vano “cross a la mandíbula” que pregonaba Arlt. Afortunadamente, se consigue en todas las librerías del país y tiene una factura exquisita, con detalles de diseño que son un verdadero placer para el lector más exigente.

 

Matías Bragagnolo (La Plata, 1980) Publicó las novelas Petite Mort (Extremo Negro, 2014 Argentina/ 2015-España; finalista de los concursos “Laura Palmer no ha muerto” en 2010 y “Extremo Negro – BAN!” en 2013), El Brujo (Extremo Negro, 2015), La balada de Constanza y Valentino (La otra gemela, 2018) y El destino de las cosas últimas (Indómita Luz, 2018). Color Ciego Ediciones publicó en 2019 la edición artesanal y limitada del cuento largo Proyecto generación triple X. Cuentos y ensayos académicos han sido publicados en antologías, revistas y diarios. En 2015 dictó en Espacio Enjambre un seminario sobre la técnica literaria del cut-up. Colaboró en 2018 con la columna Literatura sin límites para el programa de radio El sonido y la furia. Escribe ensayos sobre música para la revista Metacultura.

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