Los cuentos de Nelson Specchia, o cómo llenar los vasos vacíos

Por Silvia Barei

Los cuentos de Nelson Specchia, o cómo llenar los vasos vacíos

Ocho claves para una lectura de “Como un vaso sin whisky entre las manos”, Hojas del Sur, 2021.

1. Si tuviera que pensar un lugar para Specchia en la literatura argentina, yo lo ubicaría en una generación intermedia, digamos, como compañero de ruta de un Busqued, de un Falco o de un Lamberti, por ejemplo. Escritores que constituyen una constelación de voces importantes, que no son las voces de los “mayores”, ni de los nuevos escritores; con una obra ya abundante, muchas veces premiada. E indisociables de las condiciones de enunciación particulares de la Argentina de las dos últimas décadas, marcadas por registros o tonos epocales, entre los cuales el desencanto no es un dato menor.

2. En los relatos de “Como un vaso sin whisky entre las manos” encuentro una asociación entre el viaje, el desplazamiento (elemento que remarca el propio Carlos Busqued en el texto de contratapa) y la escritura (“Lenguas muertas”, “La dedicatoria de Adriano”, “Firmado con labios rosa Dior”), que deja que las historias emerjan a través de lo que se ve, se escucha, se percibe, pero también de lo que cuentan otros. Porque el narrador a veces está implicado en lo que cuenta (primera persona, estrategias de lo autobiográfico), y otras relata historias provenientes de mundos diferentes y heterogéneos.

3. Los personajes suelen definirse en los avances, los retrocesos, los caminos frustrados e inclusive en conductas inesperadas y resoluciones ambiguas (como en “Corte cepillo” o en “Partita y sombrillas chinas”); en este último, es muy bueno el dueto entre la subjetividad y los compases de la sinfonía de Bach.

4. Como en Falco, o en Busqued, no hay acontecimientos políticos visibles, aunque éstos, en algunos casos, estén mencionados como al pasar, porque la historia se recorta contra un clima de época (como en “El llanto de las vacas”). Y también como en aquellos colegas de generación, lo que sí hay son relaciones de poder, violencias, enfrentamientos -aunque sean intrafamiliares- que aluden a lo político sin hacerlo explícito, en un trazado intersubjetivo donde priman la frustración y el desencanto. Valgan como ilustración las palabras finales de Hilde: “Inútil. Quebrado. Desahuciado. Sin donde caerte muerto, todo perdido… Inútil, inútil de mierda”. Esa sensación de pérdida, a veces violenta, recorre todo el libro y se refuerza en la metáfora del vaso vacío entre las manos.

5. El tema del “otro”, en sus variaciones posibles: el soldado que toma la identidad de otro; el que es uno y otro a la vez (como el coronel ruso); el que se vuelve otro en un viaje en apariencia sólo turístico; el otro cultural (negro, indio, inmigrante); el otro anónimo y desconocido (el muerto dentro de un vagón, que es a la vez un relato dentro del relato); los otros amigables vueltos monstruos (los viejitos vampiros); el otro cuya identidad se esconde tras una genealogía, tal vez ilustre, pero dudosa (“Otro ladrillo”, “Árbol genealógico”); el otro en una ciudad otra (tema recurrente, muy interesante en el trabajo de los personajes de Piero y Edson, en el cuento “La dedicatoria de Adriano”, por la referencia literaria que vuelve a recurrir al texto dentro del texto); el otro monstruoso (como el Millalobo de “Sabanas húmedas”); la mujer como otra en algunos cuentos, etc., etc.

6. El tema del otro se asocia con fronteras espaciales, pero sobre todo con las fronteras de los cuerpos (“Lenguas muertas”). La frontera como dinámica de un cuerpo viajero convertido en referente cultural. Y el trasfondo de la discriminación.

7. Hay un “coronel Irina”, y la novia de Piero, que se llama “Irina”. El primero es personaje central; la segunda, apenas nombrada, pero con características similares: el rictus duro, los mandatos, las exigencias. ¿Casualidad, o pista de lectura?

8. El tema de la muerte. Muy presente, muy ligado a lo extraño, a veces casi fantástico. Me encanta cómo está trabajado en “Partita y sombrillas chinas”. Las sombrillas de una blusa estampada se abren y se llevan a la pianista (que además está vestida de negro). Me hizo acordar a “El leve Pedro” (“se hizo un punto y luego nada”). Sería bueno trabajarlos juntos (sugerencia de profesora de Literatura…)

En fin, que se me vino a la cabeza uno de los consejos de Monterroso en su “Decálogo”. Algo así como: Hay que tratar de escribir de manera que el lector sienta que es más inteligente que vos. Para lograr eso tendrás que ser vos el más inteligente.

Justo el caso.

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