Marina Mariasch, vivir la juventud tras el suicidio de una madre

Por Josefina Marcuzzi

Marina Mariasch, vivir la juventud tras el suicidio de una madre

Descarnada, libre de victimización y sin mesura, la escritora y poeta Marina Mariasch reconstruye los recuerdos de una vida previa y los retazos de un presente tras el suicidio de su mamá, en su última novela, «Efectos personales», un relato que indaga en las diferentes dimensiones de la muerte y la potencia de la red de los vínculos amorosos como pilar para transitar la tragedia.

«No creo que la escritura sea una tarea sanadora o curativa», dice la autora. Ante una novela sobre el suicidio de una madre, lo esperable es un dramón y estar dispuesto a toparse con una lectura más bien espesa y oscura. Efectos personales bordea otros temas secundarios, como el amor y la familia, pero el suicidio es central porque las personas somos, en mayor o menor medida, morbosas.

Sin embargo, con momentos breves de humor, cierta picardía y una escritura despojada, Mariasch recorre la atmósfera de una vida en la que su mamá estaba viva, relata el día en que supo que ella se había tirado de la ventana de un hotel y también lo que sucede en las cabezas (y los cuerpos) de las personas que componen su familia y se quedan en la Tierra, vivos, tras este suceso que cambia todo.

A través de su voz, la de su hermana Paula y la de sus tías, la poeta y docente reconstruye un presente que fue partido al medio por el rayo de la muerte inesperada. Los efectos personales son los objetos de su madre que le da la policía esa madrugada de abril, pero también son los resabios de vida que quedan y las dimensiones del amor que la salvan.

«Duplicar la carta era casi peor que hacer una bandera con una bombacha sucia y sacarla por la ventana del auto, o mostrarla al frente de una clase. Era lo más íntimo del mundo. Era la condensación del pudor, lo más privado que existía», describe la autora en un tramo de la novela en el que su padre le pide una copia de la carta de despedida de su mamá.

«Efectos personales» es una historia de autoficción, es un relato autobiográfico, tal vez un ensayo biográfico, también una novela con un fuerte discurso poético. No es posible encasillarla y tampoco es algo que la autora quiera. Prefiere las no-etiquetas.

-¿Cómo fue el proceso entre el día en que tu mamá se suicidó hasta que terminaste de escribir el libro? ¿Qué preguntas, dudas y emociones implicaron ese tránsito?

-Marina Mariasch: Primero viene la literatura. Escribo hace un tiempo y sobre todo, leo. Antes de escribir, está leer. La muerte de mi mamá, que nunca la enuncio de ese modo porque tampoco la concibo como tal, me parece un episodio que se corre de la muerte en los modos habituales. Fue una irrupción. Una interrupción. Después, la pregunta sería si eso es material literario, material de escritura. Creo que cualquier cosa es material de escritura: cualquier cosa. Un paisaje yermo puede serlo. En principio no me interesan las grandes historias, me interesa el lenguaje. Acá por supuesto hay también un hecho tremendo, dramático, que puede convocar cierto interés a los lectores. No fue la intención, sino más bien fue un desafío poner eso en palabras. El proceso entonces no fue literario, fue vital. En el momento en el que consideré que podía hacer literatura con eso, pude escribirlo. De hecho, escribí otras cosas en el medio, no es el primer libro que publico desde ese momento. Publiqué varios libros de poesía, cuentos. Hubo varios intentos de escribir sobre el tema, pero salía de una manera tangencial, sin poder nombrarlo. El trauma en tanto trauma justamente lo es por no poder nombrarse, por no poder pasarse a palabras. En algún momento pude pasarlo, lo cual no quiere decir que esté resuelto ni mucho menos, pero lo pude poner en palabras.

– En una bio breve leí que para vos «el arte no sana, sino que enrarece, enloquece». ¿Podrías profundizar en esta idea en relación a la novela?

– Supongo que puede funcionar así para muchos. Hay mucha gente que te dice que «toda literatura es de autoayuda». Eso puede aplicar para la lectura, aunque no para toda lectura. Pero no creo que escribir sea una tarea sanadora, curativa. Hay algo de la palabra que por supuesto va por el camino de la cura, pero no necesariamente. Ahora que el libro está en circulación recibo muchos comentarios de gente que me dice «bueno, espero que haber escrito esto te haya hecho bien». No lo pienso en ese sentido para nada. Escribirlo fue una experiencia muy dura, de volver a un estado de duelo profundo, de estar en una especie de oscuridad total, en una tormenta. Lo escribí durante la cuarentena estricta así que estaba sumida en estas sensaciones, pero creo que si pude escribirlo fue porque estaba preparada para poder enfrentarme a esas sensaciones. No quería dar lástima.

– Decís que no creés en los debates en torno a la literatura del yo y hablás de los matices de la experiencia. En este sentido, el suicidio de tu mamá es en la realidad un hecho tremendo, pero es también un material con un potencial enorme para hacer literatura «del yo». ¿Coincidís con esto?

– Puedo decir que no creo en los debates de la literatura del yo, pero que los hay los hay, así que tampoco los voy a negar. Me parece que son debates obsoletos porque siempre hubo literatura del yo y en todo caso toda literatura es literatura del yo. Trato de pensar cuál sería el problema, en todo caso. Puede haber literatura del yo donde hay una relación más directa con lo biográfico, que puede ser buena o mala. Y también puede haber literatura de mundos inventados, o ciencia ficción, que puede ser pésima, pésima. No hay ninguna garantía. Y también pienso cuál sería el problema, ¿no? Como si fuera una cuestión de narcisismo estar hablando de mí, de mis problemitas, de mi vida, de mis temas. Como si no hubiera tal narcisismo o vanidad en pretender que alguien lea un mundito inventado por uno mismo, en pretender crear un verosímil y que los demás entren en él y compren. En todo caso todo libro es un acto vanidoso y en ese sentido todo libro me da un poco de vergüenza como objeto, si lo pensamos dos veces.

– En el libro hay una doble reconstrucción. Por un lado, el ida y vuelta temporal entre la Marina antes del salto de la madre y la de después. Por otro lado, los detalles y secuencias de los vínculos familiares que afloraron después del suicidio. ¿Pensaste el libro en esos sentidos? ¿Con qué eectos?

– Sí, un poco sí. No tan estructurales porque no pensé la estructura del texto antes de escribirlo, no es que hubo una escaleta o una estructura previa, sino que lo fui escribiendo. En algún momento sí empecé a escribir todo lo de un antes, que se había perdido y que yo tenía muy presente. De un pasado que se destruyó por completo en un día y del cual yo tengo algunas añoranzas, momentos de extrañar algo de esa época que es imposible recuperar. Es una aceptación o resignación, o algo en el medio, donde sé que esto ya no es posible. Y en ese abandono o cambio pueden suceder otras cosas que no necesariamente son negativas. Como por ejemplo esto que me dicen mis amigas, que yo cuento en el libro, que les gusta más cómo soy ahora.

– En ningún momento de la historia hay victimización, ni la pregunta ¿por qué se mató? Por el contrario, hay una operación como de despojo o desdramatización. ¿Hubo una búsqueda en este sentido?

– Puede ser. No sé si fue una intención, pero sí creo que la literatura y la vida están hechas de complejidades y de varias facetas. Los personajes, las personas están llenas de contradicciones. No es todo negro o blanco. Estás probándote la ropa de una muerta y de repente te empezás a reír por algo ridículo, cosas así. No sé si traté de que no hubiera victimización porque tampoco lo sentí, me parece que al contrario, siempre tuve la idea de que no era una historia especial, no es algo único, mi cuentito. Es una historia común, por eso también traigo a Marx, que hace una lectura sociológica. Por supuesto que esta historia particular tiene sus características singulares, pero en ningún momento siento que me hace especial o hace especial el caso. Al contrario, me parece que víctimas son quienes no tienen recursos y siguen viviendo a pesar de eso. Me da mucha bronca eso, y es lo que tengo que elaborar. Respecto de tratar de explorar el por qué, o qué podría haber hecho yo, entendí bastante pronto que son preguntas inútiles y traté de no ir por esa vía. Hay algo muy imparable en la potencia de alguien que se quiere quitar la vida.

– En un tramo decís que «la muerte llega como un encuentro inesperado, como el amor». Esta es una novela sobre la muerte pero también sobre el amor: el de hermanas, el de exmarido y novios, el de amigas. Profundiza en el valor de los lazos ante la tragedia. ¿Cómo se construye una historia con la muerte y el amor como ejes?

– La muerte y el amor te sorprenden. La sensación de encontrarte con alguien que te flecha, ese flechazo del enamoramiento. Y la muerte, que es un rayo que te parte. Si tengo que decir un por qué, cosa que prefiero no decir, pienso que mi mamá se mata por amor. Como Werther, como Madame Bovary, como Ana Karenina. Todas esas heroínas del siglo XIX. Y me da una bronca tremenda, porque soy feminista y porque algo de ese feminismo lo aprendí de mi mamá, que era una mina de avanzada, con cierta militancia en los 70. Entonces esa contradicción me hace mucho ruido, me enfurece. Me interesaba pensar las formas del amor en esa relación. Pensarme en contrapunto con eso, y como tengo claro, a pesar del sufrimiento por el amor, que se sobrevive. Que se sobrevive a una pérdida amorosa.

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