Cualquiera que haya experimentado una pérdida dolorosa se siente desorientado. Sabe que no es fácil reponerse, mucho menos encontrar respuestas. En Freestyle o el fin del rock, Walter Lezcano se propone entender la muerte del rock, esa música que, desde mediados del siglo XX, sonó como banda sonora de las juventudes occidentales. Porque el rock, como cultura,ya no existe.
¿Cómo ocurrió?¿Cuándo?¿Quién fue el responsable y, si fue un suicidio, por qué nadie hizo nada?
En las primeras páginas, el ensayo tiene un tono de duelo personal y generacional. En la búsqueda de explicaciones, Lezcano teje una red de relaciones con críticos de la lucidez de Mark Fisher y Simon Reynolds, en las que se cruzan aspectos sociológicos, económicos, políticos.
“La muerte de Cobain”, dice, parafraseando a Fisher, “confirmó de una manera tremenda una derrota cultural y significó la incorporación final de las ambiciones utópicas y prometeicas del rock en la concepción capitalista que lo invadió todo y devastó nuestra mente.”
A esta mirada descarnada le sigue el descubrimiento del hip-hop, el movimiento que fue ganando terreno hasta ocupar el lugar vacante del rock. Este género, en principio percibido con cierto recelo, plantea una nueva lógica. En los encuentros de raperos que construyen con ingenio un lugar propio en la escena musical, la vida se revela como territorio de lucha, como si la premisa fuera que siempre hay que enfrentarse con alguien.
¿Qué tiene que ver esto con nosotros, con nuestra realidad?
Sin dejarse ganar por la nostalgia, Lezcano se apropia de aquellos versos de Spinetta que rezan: “yo nunca voy a decir que todo tiempo pasado fue mejor/ mañana es mejor”. Entonces, se dedica a leer los acordes del presente (el rap, el trap, el hip-hop) junto con sus otras manifestaciones artísticas (el grafitti, el break dance, el beatbox, la indumentaria).
Un universo extraño rige la actualidad.
Aunque, a decir verdad, hay antecedentes, signos que preanunciaron su irrupción. Allá está, a mediados de la década del 90, Illia Kuryaki & The Valderramas con su álbum Chaco, por ejemplo, en el que se mezclan sonidos funk con rockeros, letrasrapeadas en un idioma chicano. Más atrás en el tiempo, células hiphoperas invaden algunas canciones de Charly García, de A.N.I.M.A.L. y, en el espectro latinoamericano, de los mexicanos de Molotov y Control Machete.
Lo nuevo, de alguna manera, estaba ahí.
En el libro resuenan las letras de Cazzu,Duki, Sara Hebe, WOS, Dillom, entre otros tantos cantantes y grupos que, en Argentina, marcan el ritmo que resuena en los oídos de las nuevas generaciones. Los jóvenes urbanos de hoy, que ya no se congregan en torno a una guitarra criolla para cantar alguno de los himnos del rock nacional, construyen un camino propio hacia otro lugar.
Y lo hacen por fuera del radar de los adultos, de los viejos y sus códigos anquilosados en el tiempo.
En este sentido, Lezcano recupera su experiencia como docente de secundaria para describir lo que ve en los recreos. Desde afuera, consulta con una preceptora para saber qué hacen esos pibes que se mueven de un lado para el otro mientras alguien hace sonidos con la boca. También nos habla de su rol de padrastro de un adolescente que pasa el tiempo dibujando y haciendo graffitis.
De esta manera, muestra la forma en la que la cultura del hip-hop lo interpela a cada instante, invitándolo a ser testigo de un cambio de época.
Un par de versos de Trueno expresan lo evidente: “te guste o no te guste, somos el nuevo rock and roll”.
Por la vía de la aceptación, del respeto al tiempo y sus movimientos, de la fascinación por lo desconocido y la apuesta a las nuevas formas de expresión, Freestyle o el fin del rock recupera la historia del hip-hop, desde sus orígenes marginales en Estados Unidos hasta su desembarco en Argentina. Walter Lezcano se nutre de libros, de fragmentos de entrevistas publicados en revistas como Rolling Stones, alternando la consulta de fuentes analógicas con digitales.
Así, nos habla de películas y documentales que pueden consultarse en Youtube para seguir explorando en el terreno, y relaciona los cambios en el paradigma sonoro con el boom tecnológico, el acceso masivo a internet, la crisis socioeconómica con la que el país inauguró el nuevo milenio.
“Cuando una nueva música ingresa en los oídos de la juventud y se apropia de esos cuerpos (…) es porque grandes cambios político y sociales (y, por lo tanto, de convivencia) se avecinan (o ya están ocurriendo, pero de forma subterránea)».
En paralelo, Lezcano analiza las letras de las canciones con la profundidad que merece la poesía y se conmueve al reconocer que los versos favorecen la identificación, la comunión. Y es en la poesía del rap, en esas composiciones circunstanciales que surgen de la improvisación del momento (el Freestyle), que pueden reconocerse huellas de la identidad literaria argentina.
El parecido entre las batallas de gallo y las payadas gauchescas es sorprendente, en especial cuando el ingenio se pone al servicio de la discusión, de la ironía, de poner en ridículo al otro. No es ingenua la recuperación de Ezequiel Martínez Estrada cuando decía que la payada era “una demostración pública de la habilidad de responder golpe a golpe, como en la esgrima”.
Con una escritura poética, dotada de belleza, y la pasión de un ensayista notable, Walter Lezcano logra en Freestyle o el fin del rock una invitación a descubrir la música actual y, más allá de cualquier melancolía rockera, a disfrutar de la inagotable cultura hip-hop. Porque, ya se sabe, “cuánta verdad hay en vivir el presente”.
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