Adelaida es la biografía de Adelaida Gigli, una mujer singular dentro de la historia del arte y la política argentina que, sin embargo, no está demasiado presente en la memoria colectiva. Su autor, Adrián Bravi, construye un artificio textual que combina aspectos estrictamente biográficos con pasajes novelescos, ensayísticos, testimoniales, incluso de crónica histórica y diario personal, en un movimiento constante entre los hechos del pasado y las posibilidades que brinda la literatura para afirmar la memoria.
Nacida en 1927, hija de artistas que emigraron de Italia con el ascenso del fascismo, Adelaida Gigli estudio Letras en la UBA. Tras conocer al escritor David Viñas en una clase de literatura rusa, comenzaron una relación signada por la pasión que la llevó a ser parte esencial de la revista Contorno, una publicación literaria y política que interpeló a gran parte de los intelectuales argentinos a mediados del siglo pasado.
Su forma de ser, combativa e inquieta, le permitió ocupar un lugar propio, inusual para las mujeres en la época. Así es que estuvo vinculada al Partido Comunista Revolucionario sin ser militante orgánica, y participó de manera activa en el Frente de Liberación Homosexual junto a figuras como Néstor Perlongher o Manuel Puig, entre otros.
“Nadie la soportaba: su excentricidad fastidiaba al grupo” sostiene Bravi al revisar su voluntad crítica, insurrecta, capaz de discutir de igual a igual en todos los ámbitos en los que se encontraba.
Poco le interesaba el reconocimiento de su obra, que se inició en el campo literario y luego se orientó hacia las artes plásticas, en particular la cerámica. Lo importante, en sus propias palabras, era producir “algo que ocupe un lugar y pueda expresar el dolor a primera vista”, algo capaz de resistir al olvido, que “no pueda quemarse”.
Ahora bien, la lectura de Adelaida implica un recorrido por una vida excepcional y, al mismo tiempo, por la historia argentina. Es una toma de posición con respecto al pasado reciente, un intento honesto y comprometido a la hora de entender los efectos de la política en la identidad.
Radicado en Italia desde la década del ochenta, Bravi escribe la primera versión de su libro en italiano, para un lector extranjero. De allí que crea necesario reconstruir lo que significaron los sucesivos golpes de estado militares para la vida política de nuestro país, así como los dos gobiernos de Perón, la lucha armada, la desaparición sistemática de personas, el secuestro de niños.
Tras la desaparición de sus dos hijos, Mini y Lorenzo, el exilio llevó a Adelaida al pequeño pueblo de Recanati, en Italia, donde había nacido. Desde allí siguió las noticias que hablaban de la violación sistemática de los derechos humanos, el final del gobierno militar, el retorno de la democracia. Allí armó un taller de cerámica, en el que trabajaba y daba clases.
Con los años, conoció a Bravi, quien por entonces cursaba estudios de filosofía. El azaroso encuentro entre ambos se transformó en una amistad de décadas. En sus encuentros cotidianos hablaban, a veces en castellano, a veces en italiano, de todo aquello que había significado habitar un país atravesado por la lucha política y social.
Aunque no solía conversar de sus hijos, del dolor cifrado en la memoria la hacía perderse en recuerdos agónicos y preguntas sin respuestas. “Su vida, como su muerte,” dice Bravi “fue un resultado de su historia, un reflejo de su pasado. Podríamos decir que fue modelada por las dictaduras, como ella modelaba los personajes de sus bajorrelieves y de sus esculturas primero la del fascismo y luego la argentina.”
La cuestión del idioma es motivo de reflexión en Adelaida. Porque, en ocasiones, habitar una lengua extranjera opera como una forma extraña de coraza para poder seguir viviendo. En este sentido, Bravi escribe, como si se tratase de un diario íntimo, que a veces ella solo quería hablar en su tosco italiano porque el fantasma de la dictadura se dibujaba en la memoria y necesitaba eliminar las voces internas de alguna forma.
“A veces la nueva lengua que aprendemos puede volverse una defensa, puede ofrecernos la oportunidad de levantar un nuevo sistema de protección contra los conflictos internos o crear una nueva representación de nosotros mismo, que puede ocultar el pasado y fijar, por así decirlo, una especie de distancia de seguridad frente a la agitación de viejas emociones.”
Con estos pasajes, Bravi trasciende el mero relato biográfico y hace de Adelaida un libro original, que recupera el compromiso social de Adelaida Gigli, su dolor personal, y como correlato abre caminos para repensar lo que implica habitar un suelo, un idioma y un pasado, propio y extraño a la vez.
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