Los fríos invernales comenzaron y el sector comercial de indumentaria intenta, cada año a esta altura, mejorar sus chances de venta de temporada. Por demanda y por precios, no parece sencillo ahora. Un recorrido por el área céntrica de nuestra ciudad permite inferir que la compra de un buzo, un pantalón tipo jogging y una campera sencilla no bajan de 40.000 pesos como base. Para cuatro personas, son $ 160.000. Pero ese valor es el extremo más bajo hallado. En otros negocios, similares prendas para cuatro personas rondan los $ 350.000. Y si se trata de confecciones de mayor calidad o de indumentaria de marca, mucho más.
En una recorrida por locales de calles Corrientes, 9 de Julio, Independencia, Ituzaingó y Buenos Aires se constata que los comerciantes calculan, respecto del inicio del invierno del año pasado, un aumento en los precios de entre el 150% y el 300%, según los casos. Además, todos perciben una caída en las ventas y, en general, la relacionan con que la mayoría de las personas prioriza hoy los gastos para sus necesidades básicas.
Los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) en el último reporte para marzo del Índice de Precios al Consumidor (IPC) precisa que el aumento general promedio interanual en la zona central del país en relación a vestimenta y calzado fue del 209% en 12 meses.
Aunque las opiniones varían en matices, hay un factor en común: el estancamiento de la venta de ropa de adultos es mayor, por la priorización de la ropa infantil, que se ha reducido también, pero en menor medida. La ropa infantil aumentó un 240% en el transcurso del último año. A la vez, los aumentos en la ropa de adultos fue de un 220%, informó el diario La Voz del Interior.
Los precios son muy variables: dependen del negocio, del talle, del tipo de tela y del modelo. Hay prendas que por ejemplo cuestan $ 50.000, pero que con otros insumos o marcas, o según el negocio o barrio de que se trate, llegan a $ 200.000.
Varios comerciantes de la zona céntrica marcan también una disminución en las ventas de ropa de adulto femenina. “La ropa de mujer está muy parada, las mujeres que suelen tener el encargo de comprar la ropa priorizan más a la familia y deciden esperar si no alcanza“, interpreta Valeria, encargada de un local de ropa familiar de calle Independencia.
En comparación a los meses de febrero y marzo, cuando algunos locales llegaban a hacer promociones de 2×5 para generar movimiento ante una baja notoria, ahora marcan que se está comenzando a ver algo más de consumo de prendas de vestir, aunque no sea el esperado.
Hay vendedores que argumentan que en invierno “la gente a la ropa la compra lo mismo” debido a que es una necesidad a cubrir, pero también advierten que hoy prima más el precio que la calidad en la mayoría de los clientes. Debido a esto, muchos locales se han visto en la necesidad de aumentar precios en menor medida, y hasta congelarlos, para poder generar ventas, aunque conlleven una pérdida de ganancias. Quedarse con stock en cierta mercadería tampoco es negocio.
Si bien el impacto de la inflación acumulada y el enfriamiento del consumo por baja en los ingresos promedio hacen prever un año complicado para el comercio de indumentaria, algunos dicen ver en este último mes una cierta estabilización en los precios que lleva a las personas a “animarse” a volver a usar tarjetas de crédito para comprar ropa. En casi todos los negocios dicen que el efectivo casi no se ve.
A la sensación de mayor estabilidad de inflación, en comparación al menos con los meses anteriores, se suman puntualmente algunos factores puntuales como el Día del Padre, en junio, que ya están generando algunas tenues compras anticipadas de regalos, antes del cierre de las tarjetas.
El dueño de un local de calle Ituzaingó grafica ese cuadro con el uso de tarjetas de crédito: “Noto eso, que antes fin de mes era el 24 o el 25, y ahora el fin de mes es el 15 o el 16; después de eso cae un montón la venta, como el 40%”.
Los mayoristas que dejan de serlo
Durante años las calles Corrientes e Ituzaingó han sido punto de reunión para vendedores minoristas que viajaban desde el interior de Córdoba y desde provincias vecinas como La Rioja y Catamarca para stockearse.
Pero desde la pandemia, varios locales de esta zona han notado una caída de compras al por mayor para la reventa, en algunos casos de hasta un 80%, y a la vez un aumento de las consultas de las familias que buscan comprar más barato mediante compras algo más grandes, o entre varias, para su propio consumo y no para la reventa. “Esta zona que era mayorista ya no es mayorista. Viene la gente común a comprar ropa para su familia porque hay diferencia de precio, pero ya tenemos poca gente que tiene local de ropa y que viene a comprar para revender”, manifiesta Marta, dueña de un local en calle Corrientes.
Además de la suba de precios y la baja en la demanda general, algunos comerciantes del rubro perciben que también viene incidiendo este año que las ventas al por mayor de clientes de otras localidades se ha reducido debido al aumento en el costo de los pasajes y del combustible para viajar y, a la vez, por la popularización de las ventas online con envío.
Ante esta reducción en la demanda y los cambios de hábitos, algunos locales de indumentaria de la zona comenzaron a “emigrar” hacia fuentes alternativas de productos para ofrecer.