La Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del tercer trimestre de 2022 confirmó una mejora histórica en los índices de empleo, actividad y desocupación en el país, pero dejó un resultado preocupante en la medición de los “ocupados demandantes de empleo”. En efecto, según el informe publicado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), la tasa de desocupación en el total urbano de la Argentina fue del 6,7% al cierre del año pasado, pero al mismo tiempo había 3.108.000 personas en la Argentina que ya tienen empleo pero igualmente están buscando activamente una segunda fuente de ingresos.
De acuerdo a los especialistas, el fenómeno se puede explicar por dos razones: o sus ingresos son insuficientes para cubrir sus necesidades mensuales o las condiciones de trabajo que tienen son muy malas, por lo que buscan un nuevo empleo en mejores condiciones. Lo cierto es que el bajo índice de desempleo (6,7%) esconde una realidad mucho más compleja de lo que puede sugerir la fría estadística.
El informe técnico del Indec exhibe “los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) total urbano”, que extiende el habitual relevamiento –confinado a 31 Aglomerados Urbanos- a las localidades de 2.000 y más habitantes, con lo que sus números son más certeros. En este informe, la mayor tasa de desocupación se registró en la provincia de Buenos Aires (8,7%), mientras que la menor tasa correspondió a San Luis (1,7%). Por otra par-te, en el tercer trimestre de 2022, la Ciudad de Buenos Aires registró la mayor tasa de empleo (51%), escoltada por Santa Fe (45,6%) y Córdoba (45%). En el otro extremo, las provincias con menor tasa de empleo fueron Formosa (32,3%), Chaco (39,6%), Corrientes y San Juan (ambas con 39,8%).
Sin embargo, el dato de que más de 3.000.000 de personas con empleo están buscando activamente otros trabajos genera preocupación. Por un lado, las estadísticas oficia-les demostraron que en 2022 la Canasta Básica Total (CBT) -valor que representa el total de gastos que debe hacer una familia para cubrir sus necesidades básicas- subió más que los salarios, lo que sugiere que muchas familias están siendo “empujadas” debajo de la línea de la pobreza pese a que tienen trabajo. De hecho, según los datos oficiales, la CBT avanzó 100,3% entre enero y diciembre del año pasado, mientras que los sueldos tu-vieron un ajuste nominal anual del 90,4% -una diferencia de 9,9 puntos porcentuales-.
Por otra parte, los datos más recientes publicados por el Indec señalan que en el país hay 3.500.000 de asalariados (37,4% del total) que trabajan en la informalidad. Al ser trabajos no registrados, las condiciones de precariedad laboral se profundizan. Además, los emplea-dos informales tienden a ser los que mayor pérdida de poder adquisitivo sufren en los períodos de alta inflación: de hecho, durante 2022 los sueldos de los trabaja-dores en negro se ajustaron apenas un 65,4%, quedando extremadamente lejos de la inflación (94,8%) y de las canastas básicas.
Pero además, hay que tener en cuenta que, además de los “ocupados demandantes”, hay también 1.300.000 de desocupados en el país. Es decir que en total en Argentina hay más de 4.300.000 de personas que buscan trabajo, sea para completar un salario digno, sea para conseguir un empleo que no se tiene.
Preocupa el precio local de los alimentos
El precio de los alimentos aumentó más que en cualquier país de la región durante 2022, cuando la Argentina registró una inflación del 94,8% anual.
Así lo refleja un informe del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral), el cual sostiene que el incremento en los precios de los alimentos en nuestro país el año pasado promedió el 5,7% mensual, muy por encima del promedio de diez países de América latina, que apenas alcanzó el 1%.
Ya durante 2023, el mismo dato marcó 6,8% para el país, mientas que para el resto de la región fue de 0,9%, 7,7 veces más.
Si se compara contra algunos países en particular, la brecha se amplía aún más: por ejemplo, con Brasil es de 13 veces, con Perú de 10,1 veces y con Bolivia de 9,3 veces. La distancia en el precio de los alimentos con el resto de Latinoamérica fue una constante en los últimos años: en 2022 fue de 5,8 veces, en 2021 de 5,5 veces y en 2020 de 8,5 veces.