Ícono rolinga, Walter de “Okupas”, Loquillo en “Un gallo para Esculapio”, Omar en “El Eternauta”; lo cierto es que Ariel Staltari baila al ritmo de “Let’s Spend The Night Together” de los Rolling Stones y se mueve a través de diferentes personajes y ficciones con la seguridad de que serán un éxito y permanecerán en el imaginario popular. Esa ha sido la historia hasta al momento de Staltari, que con una obra no tan prolífica en el mundo actoral pero bien eficaz, logra generar más de un buen recuerdo. Ahora, “Walter” –personaje de Okupas y su primer trabajo de ficción- llega a Córdoba para presentar su trabajo unipersonal “Agotados”.
En abril pasado, Staltari se lanzó en una nueva misión: protagonizar una obra del teatro comercial, en la que interpreta a 40 personajes en un recorrido de una hora y diez minutos. El actor y guionista la define como un “ejercicio teatral maravilloso” de mucho vértigo que “no da respiro”. El trabajo cuenta con dirección de Pablo Fábregas en una propuesta hilarante y desafiante para el propio Staltari.
“Agotados” es la historia de Sam, un actor que está tratando de alcanzar sus sueños pero, mientras tanto, para ganar la olla, trabaja en un restaurante boutique de Buenos Aires. Lo que parece un trabajo rutinario se convierte en un verdadero caos cuando más de 40 comensales hacen lo imposible para conseguir una mesa el sábado por la noche. Sam tiene que lidiar con maltrato, desprecio, gritos, coimas y hasta amenazas. En ese trabajo de atención al público, Ariel despliega todo su arsenal dramatúrgico: “Mientras Sam recibe los llamados, le pongo voces, posturas corporales y diferentes texturas emocionales y psicológicas a cada personaje”, explica.
“Agotados” es una pieza basada en la obra “Fully Committed” de Becky Mode y Mark Setlock, un éxito en Broadway con Jesse Tyler Ferguson (Modern Family). Junto con Pablo Fábregas hicieron la adaptación para presentar en Buenos Aires. “La obra original no tenía ciertos puntos de respiro que sí tiene ahora. Siento que con la adaptación ganamos cuerpo al introducir personajes muy cercanos a nuestra sociedad, que pintan de cuerpo entero nuestra idiosincrasia”, ahonda el actor que interpreta a Omar en “El Eternauta”.
En los 70 minutos de duración, la propuesta atraviesa géneros como la comedia y el drama delimitados por el ritmo frenético. “Al principio el público queda como desconcertado por el código, como si tuvieran una sensación de ahogo, como si quisieran subir al escenario a ayudarme. Pero después se relajan, se empiezan a divertir, se les escapa alguna carcajada… Y después se emocionan y se quedan pensando. Es una obra que interpela, que genera repreguntas. Ese Samuel que busca sus sueños genera empatía con el público, que también trata de alcanzarlos, mientras trabaja de otra cosa que quizás no le gusta tanto”.
HDC: Me parece que en la trama de la obra hay una síntesis de lo que fue cumplir tu propio sueño. Contaste muchas veces que, en momentos complicados de salud, apareció el papel en Okupas y eso te permitió empezar a vivir de la actuación.
Ariel Staltari (AS): Exacto. Y aun así, después de empezar a recorrer este camino, muchas veces tuve que volver a trabajar en los negocios de mi viejo (N.de R.: su padre era churrero) o en otros laburos que me permitían pagar la olla. Como actor, no tenía la continuidad necesaria para seguir. Y hoy mismo, se sigue haciendo difícil. La diferencia es que hoy también soy guionista y tengo una escuela de actuación en Martínez. Entre esos tres pilares me voy sosteniendo.
Si la vida de Ariel Staltari podría definirse con una palabra, esa sería resiliencia. A los 25 años lo diagnosticaron con Leucemia Linfoblástica aguda. Estuvo muy mal. Y entre sesiones de tratamiento ambulatorio se escapaba a ver el mar. En el 2000, tomando mates frente a la escollera de Necochea disparó su vocación, aún con riesgo de vida, y decidió ser actor. Comenzó un seminario de actuación a cargo de Lito Cruz. Al poco tiempo, en su tercer casting, conoció a Bruno Stagnaro, director y creador de la serie “Okupas”, donde interpretaría a Walter, uno de los personajes principales y símbolo de la ficción argentina como el rolinga y “el más poronga” de la serie. “Nunca pensé que iba a dedicarme a esto, jamás”, se sincera en diálogo con Hoy Día Córdoba.
Okupas fue todo un fenómeno y cambió la forma de hacer ficción en nuestro país. Sin embargo, Staltari no saltó a la fama y se estableció como actor como única profesión. Fue metalúrgico, trabajó en la panadería de sus padres, tuvo bares y se la rebuscó de muchas formas. Una situación que permanece hasta nuestros días: hoy es guionista y dirige su propia escuela de teatro. Por todo eso se apropió de una frase de Federico Luppi: “Ser actor es ser un eterno desocupado que a veces trabaja”.

Su participación en ‘El Eternauta’
Ariel Staltari trabajó en “Sol Negro”, “El Puntero”, entre otras. Hasta que recibió nuevamente el llamado de Bruno Stagnaro para comenzar a trabajar en el guion de “Un gallo para Esculapio”. La serie fue un éxito de dos temporadas con varios premios en su haber. Allí mismo, Stagnaro le acercó una propuesta aún más audaz: hacer la adaptación audiovisual de “El Eternauta”. Estrenada hace unos meses, vivió el fenómeno de la serie como “un orgullo impresionante” con el factor clave de que nuestra cultura “levantó la bandera argentina bien alto en el mundo”.
HDC: Te quiero preguntar sobre la adaptación de “El Eternauta” ¿Cómo se lidia con esa tensión entre el respeto por la obra original y la necesidad de adaptarla? ¿Cómo enfrentaron ustedes la posibilidad de críticas por parte de los “fundamentalistas” del cómic?
Ariel Staltari (AS): Cuando uno es respetuoso y serio a la hora de trabajar, cuando es profesional y pone el acento en lo que realmente importa —que es la historia—, es muy difícil que termine faltándole el respeto a alguien. Después, por supuesto, las decisiones pueden gustar más o menos, y eso puede generar críticas. Pero no creo que se tome como una falta de respeto total.
Y sobre todo viniendo de Bruno Stagnaro, que expresó públicamente su devoción por el material. Nadie mejor que él para defender El Eternauta. Nos encolumnamos dentro de ese sentimiento que él tenía por la historieta icónica. Y sí, fue un riesgo. Había que tomar decisiones, y podían salir bien o mal. Gracias a Dios, salió demasiado bien. Nos dio una felicidad enorme.
HDC: Además la serie llegó y le fue muy bien en un contexto en el que se discute mucho sobre la calidad de las producciones nacionales.
AS: Si, yo disiento con ese pensamiento. Hubo muchas cosas muy buenas hechas en Argentina. Fue motivo de orgullo varias veces, no una vez sola. Entre tanto que se hace también hay cosas que no salen tan bien. Eso le pasa a cualquier industria. Entonces es más fácil agarrarse de las diez que salieron mal y no de las que salieron bien, que por ahí son menos, pero existieron, existen y seguirán existiendo.
Tal vez “El Eternauta» vino a poner las cosas en caja, a hacer que se valore nuevamente el producto interno, los proyectos que podemos hacer desde Argentina, con nuestra gente, nuestra técnica. Y además generando un nuevo idioma que es el de la ciencia ficción, al que nunca antes se había apostado con tanta fuerza desde Sudamérica. Netflix decidió hacerlo así y creo que cambió la configuración del hemisferio. Siento que a partir de ahora, van a haber otras posibilidades para la industria, para que se pueda contar más ciencia ficción, que antes tal vez no tenía los recursos necesarios. Hoy quizás estén las condiciones para que se pueda apostar un poquito más.
HDC: La ciencia ficción y el terror son géneros que permiten hablar de otros temas, con una mirada fresca y diferente. En la serie no solo se trabaja sobre la invasión o la nieve tóxica sino de los vínculos sociales y cómo actuamos cuando la situación es catastrófica…
AS: En definitiva la ciencia ficción es una excusa para hablar de lo vincular. En El Eternauta, justamente, lo vincular es lo que te salva del apocalipsis. Esa fue una de las claves más lindas de la serie. La única forma de hacerle frente a esa guerra era uniéndose, estando juntos. La invasión se enfrentaba con fuerza colectiva. Fue maravilloso trabajar eso.

HDC: ¿En qué punto te influyó como guionista haber tenido la experiencia de la pandemia?
AS: La pandemia creo que nos ayudó a todos a acercarnos más a la ciencia ficción. El resultado de “El Eternauta” tiene que ver con eso. Ahora mirás la ciencia ficción sabiendo que te puede pasar. Antes la mirabas con distancia: ‘Esto es imposible’. Pero de repente nosotros estuvimos cerca a tal punto que nos vimos ahí, encerrados, preguntándonos si no estábamos viviendo una película de esas que veíamos en el cine. Con Bruno (Stagnaro) nos ayudó a entender esa atmósfera que veníamos imaginando desde 2018.
El arte como vehículo de transformación
Por la calle lo reconocen por sus diferentes personajes pero siempre sobresale el de Walter, el rolinga de Okupas. Más allá del baile, Ariel Staltari tiene una vida muy aferrada a la música. Fue baterista en una banda de rock llamada Perros de la noche. “Toqué casi diez años. La música ocupó un lugar bastante preponderante en mi vida hasta el momento de ser actor”. Con su grupo practicaban un estilo de rock and roll “cuadrado, sucio, primitivo, pero muy contundente, muy lindo”, recuerda. “Se armaban las fiestas perrunas, que eran hermosas. Del barrio de Ciudadela encaramos y mandábamos caravanas de micros con gente siguiéndonos. Tocábamos en Capital, en Cemento, en lugares muy emblemáticos hasta que llegamos a ser teloneros de Vox Dei”, agrega. Lo de rolinga está muy alejado de ser una pose.
HDC: ¿Te sentís orgulloso cuando te ven como el rolinga de Okupas?
AS: Sí, totalmente. Es un orgullo. Y también hacerle honor un poco a esa tribu que conocí en mi vida, que sin ser yo un Stone, pude generar un tributo a ellos. Gracias a ellos yo me convertí en el actor que fui en ese momento. Quedó un estrecho vínculo entre la tribu Stone y Walter.
Se podría decir que Staltari buscó un sueño que no imaginó. Ahora con su escuela ayuda a otros.
HDC: ¿Cómo encarás la docencia? ¿Cómo es ese primer momento de tus alumnos arriba del escenario?
AS: Soy un todoterreno, porque me enfoco mucho en el oficio, obviamente. En que sean actores y actrices orgánicos, verdaderos. Que no digan por decir, que no sean declarativos ni solemnes. Pero a la vez doy una bajada de resiliencia muy profunda.
“En mi escuela la convocatoria parte de ese mensaje: ‘Vengan a buscar su oportunidad’. Empiezan a expresarse en el canal que te da el arte para curar y sanar heridas, para poder decir y sanar. Entonces, a partir de eso, también me coloco en ese lugar: comparto mis experiencias para que a alguno le pueda servir. Y vaya que le sirve, porque mi escuela tiene un éxito muy hermoso. Y digo éxito en términos de que se arman grupos muy lindos y generamos un espacio de mucha alegría en tiempos difíciles”.
HDC: ¿Cuál es tu visión del arte?
AS: Para mí, el arte es el canal de expresión que te ayuda a sanar las heridas. El arte tiene que ser revolucionario, tiene que estar puesto en función de mejorar la vida. Si no, para mí no existe. El hecho artístico tiene que generar siempre una revolución en el ser. Tiene que estar en esa pista. Eso intentamos hacer en nuestra escuela.
A mí me importa mucho más un actor que termine el curso con una sonrisa profunda y amplia a que un actor recite un poema muy técnico, muy profundo, pero sin verdad y sin alegría.
El unipersonal se presentará mañana viernes, a las 21, en la sala mayor del teatro Ciudad de las Artes (av. Pablo Ricchieri 1955). Las localidades pueden adquirirse en la web autoentrada.com y en la boletería del recinto.