La ‘Aplanadora del Rock’ volvió a Córdoba el pasado viernes con un show impactante de más de dos horas. Con un Quality Arena repleto, Divididos reafirmó la vigencia de su sonido, forjado en más de tres décadas de trayectoria, acompañado de una estética fiel a su identidad.
Pasadas las 22, la expectativa por escuchar a la banda crecía y la arenga para que salieran se intensificó al ritmo del tradicional cántico “¡Escúchenlo, escúchenlo, escúchenlo… la aplanadora del rocanrol es Divididos la put* que lo parió!”. Las luces de la sala se apagaron y comenzó a sonar el Himno Nacional Argentino. La iluminación combinaba celeste, blanco y amarillo, para formar la bandera argentina y darle a la escena un hálito de patriotismo.
Cuando el público entonó las últimas estrofas con fervor, las luces se encendieron y aparecieron los tres integrantes: Ricardo Mollo (guitarra y voz), Diego Arnedo (bajo) y Catriel Ciaravella (batería). Mollo tomó el micrófono y proclamó las primeras palabras de la noche: “Vamos a darle”. El mensaje caló en el público a modo de aviso: “Prepárense para escuchar rock del bueno”. Acto seguido comenzó a sonar “Sobrio a las piñas / Quién se tomó todo el vino”. La lista continuó con “Paisano de Hurlingham”, con un enérgico solo de Catriel, el primero de muchos que ofrecería en la velada.
Para furor de los seguidores, Divididos continuó con “Cuadros colgados”, “Haciendo cosas raras”, “Buscando un ángel”, “Libre el jabalí”, “Pasiones zurdas derechas” y “Tatú Carreta”: una curada selección en la que el público reafirmó que también en Córdoba está el agite.
Las pulsaciones bajaron por un momento. El guitarrista y vocalista Ricardo Mollo inició una extensa interacción con el público y recordó que tiene 68 años de los cuales está muy agradecido por tener salud para seguir tocando. El ex Sumo subrayó la cantidad de historias acumuladas en su vida: “Imagínense un árbol de 300 años”, lanzó. La reflexión se conectó con el reciente traslado del histórico quebracho blanco en Villa Allende y derivó en un mensaje ambiental: alentó a plantar árboles, algo que —aclaró— no es “hippie”, sino un acto ligado a nuestra vida e historia.
El show siguió con el hitazo “Sábado”. El público, diverso —familias, jóvenes y veteranos que peinan canas—, cantó al unísono: “Acariciando lo áspero, el sábado pide un beso, bésame, bésame, bésame”. Tras la plegaria para los hombres tristes en “Un alegre en este infierno”, la comunión y el silencio invadieron el espacio. Con luces tenues y un cambio de guitarra mediante, Mollo sirvió un plato de nostalgia y amor con “Spaghetti del rock”, del disco Narigón del siglo (2000).
La noche llegó a su ecuador y como el año pasado, Mollo realizó una colaboración especial: convocó a la violinista Andrea Leguizamón y al “muy local” Dúo Coplanacu, quienes juntos interpretaron una emotiva versión de “La Flor Azul”, clara muestra de las raíces folclóricas del trío.

El virtuosismo de los tres integrantes de Divididos es innegable. Catriel, Arnedo y Mollo se mantienen en el podio de la escena del rock argentino, y lo demuestran con cada interpretación. En la recta final del concierto tocaron destacadas versiones de “Voodoo Child”, “Vida de Topos” y “Salir a Asustar”. Incluso Mollo se animó a tocar con una zapatilla que le lanzaron desde el público. Cada nota, virtuosa y enérgica, reafirma que el rock sigue más vivo que nunca.
Al momento de tocar “Amapola de 66”, Mollo tomó una bandera de Palestina y reflexionó sobre los niños que, “son víctimas de un lado y del otro” y no son “conscientes ni culpables” de lo que ocurre en su territorio. Aprovechó para lanzar un mensaje de paz y resistencia, proclamando: “Los que planean estas cosas nunca mueren”.
El Rock & Roll se adueñó del escenario y tras una serie de florituras en guitarra, el grupo tocó su versión de “Sucio y Desprolijo”, emblema de Pappo’s Blues. Para quienes deseaban más pogo, la ‘Aplanadora’ siguió con “Paraguay”, “Rasputín”, “El 38”, “Ala Delta” y “Qué Tal”. Como no podía ser de otra forma, la cereza del postre estuvo dedicada a temas de Sumo: con la pasión demoledora que los caracteriza, la banda recordó el legado de Luca Prodan con “La Rubia Tarada” y “El Ojo Blindado”.
Virtuosismo, rock y pasión definen a Divididos, que cuenta con un público fiel y en expansión. Su paso por Córdoba nunca pasa desapercibido, y la música del trío sigue resonando en cálidos aplausos que vuelan al oeste.
