El estreno de la película de Barbie generó un gran furor en las redes sociales y atrajo a una multitud de espectadores a las salas de cine de Argentina. Dirigido por Greta Gerwig, el film debutó el pasado y se desató una auténtica Barbiemanía.
«Barbie, la película», es considerado uno de los estrenos más anticipados del año que se puede ver a partir de hoy en los cines argentinos, se sumerge en la idea de exponer al mundo real a la muñeca perfecta y más famosa del mundo, de la mano de Margot Robbie y Ryan Gosling, un enunciado que ya habían esbozado desde las artes visuales distintos proyectos que tomaron a la creación de Mattel para convertirla en un cuerpo sangrante, que tiene amores lésbicos, es activista o se viste de chola con trajes del altiplano boliviano.
«Vivir en la tierra de Barbie es ser un ser perfecto en un lugar perfecto. A menos que tengas una crisis existencial total. O seas un Ken», es la síntesis con la que se promociona a los medios la película estrenada hoy en cines de Latinoamérica, una comedia de altísimo impacto visual que propone una narrativa de iniciación y que lleva a la muñeca de Mattel en un viaje de autodescubrimiento feminista.
Cuando sus pies, siempre en punta, se vuelven planos, cuando despierta agitada por las mañanas -en vez de lucir perfecta con su ropa recién planchada y su cabello intacto- y cuando cae de su casita que abarca toda las tonalidades de rosas, Barbie es expulsada de Barbie Land y se embarca en una aventura hacia «el mundo real», tal el argumento del primer live action que se hace de la muñeca, una consigna que parece adaptarse al signo de estos tiempos, pero que ya hace años el mundo de las artes visuales, se ha ocupado de abordar y problematizar.
La figura hegemónica que popularizó la empresa Mattel en los años 60 -y que por entonces reemplazó a los populares bebotes de juguete- había sido concebida con la buena intención de inspirar a las niñas, a la hora de jugar, a imaginar que «podían ser lo que quisieran».
Así lo había revelado la creadora de la muñeca, Ruth Handler, quien lo hizo pensando en su hija, Barbara (Barbie), quien incluso hace un cameo en la esperada cinta de Warner Bros Pictures.
Y si bien, en las últimas décadas Mattel -que comercializa 53 millones de ejemplares de Barbie al año- promovió cuerpos realistas al lanzar colecciones diversas e inclusivas, donde se la ve con diferentes looks, variedad de tonos de piel, colores de ojos, tipos de peinados, tipos de cuerpo e incluso discapacidades, su figura ha quedado asociado en el imaginario colectivo al prototipo original -rubia, flaca, alta, blanca, cintura de avispa- un estándar de belleza hegemónico y, por ende, en ejemplo de la dominación patriarcal.
Tal vez uno de los casos más paradigmáticos sea el de la «Barbie Activista de Arte» (AAB), un proyecto feminista con miles de seguidores en redes sociales, idea de la académica inglesa Sarah Williamson, quien comparte fotografías de la glamorosa muñeca tomadas en museos y galerías de arte, con pequeñas pancartas en las que cuestiona la disparidad de género en esas instituciones culturales.
«Bienvenido al palacio patriarcal de la pintura, aquí hay 2.300 obras de varones y 21 obras de mujeres», es por ejemplo una de las protestas esbozada en un museo londinense, compartido luego en su cuenta de Twitter @BarbieReports, que su autora define como una «práctica estética, performativa y pedagógica crítica».
«Barbie es tan amada como problemática. Cuando piensas en ella te encuentras con ideas contradictorias en tu cabeza. A menudo se la considera un instrumento de opresión femenina, se la critica por ser un estereotipo de la belleza y por sus proporciones irreales e imposibles. La uso por estas mismas razones, subvirtiendo esto», había dicho a Télam, desde Londres, la investigadora británica Sarah Williamson.
También tomando a la famosa muñeca como inspiración, se realizó hace unos meses en La Paz, Bolivia, una exposición de tres mil «Barbies del altiplano», una iniciativa de coleccionistas para mostrar a la famosa muñeca estadounidense vistiendo elementos de la cultura local: polleras y trajes típicos de la región, vestuarios multicolores de danzas como la morenada o la diablada, cabellos oscuros con trenzas, figuras de Ken sirviendo platillos típicos de la gastronomía local y hasta un cuadrilátero con cholitas luchadoras.
El encuentro buscaba combinar las dos pasiones de los organizadores: la gran diversidad cultural de Bolivia y la de coleccionar muñecas Barbie.
De hecho, la línea «Barbies del mundo» de la empresa fabricante ha desarrollado variedad de muñecas de distintos países: «Lamentablemente al día de hoy Mattel no realizó una Barbie boliviana. Es así que vistiendo a esta muñeca con trajes típicos de nuestro país, anhelamos exista una Barbie que nos represente y, con orgullo, mostrar nuestra cultura», había explicado a Télam la coleccionista boliviana Yesenia Pérez Acebey.
En un nivel muchísimo más irreverente, pero no por eso menos interesante, se ubicó a principios de los 2000 uno de los primeros proyectos fílmicos de la cineasta argentina Albertina Carri, «Barbie también puede estar triste» (2001), un corto de 20 minutos, catalogado como melodrama porno animado -no apto para menores- enteramente filmado con muñecas.
En la cinta, la protagonista se pasa los días llorando porque su marido, Ken -un hombre violento y golpeador-, la engaña con su secretaria. Dentro de su mansión, la frágil protagonista sucumbirá al cariño de su mucama, Teresa, una Barbie paraguaya y bisexual, quien, a su vez, convive de manera poliamorosa con su marido, el carnicero «Keno», y con una trans llamada «Trabie». La directora de «Los rubios» incluyó sexo, orgías, engaños, sangre, violencia y música tropical, encarnados por la muñeca más famosa.
«Quería subvertir el sentido de la mirada sobre los cánones de belleza y las obligaciones en los modos de vida que nos imponían a las mujeres. Por eso es una narración melodramática con puesta en escena pornográfica, los dos géneros -las novelas y el porno-, que fueron utilizados para sentar las bases de las formas del placer y la dominación del heteropatriarcado», había explicado la cineasta Albertina Carri, al recordar el motor de aquella obra.
«La muñeca representa una forma de vida que es muy excluyente. El juego es exponer a lo real a la muñeca perfecta», había destacado la cineasta sobre la figura Barbie que logró, después de mucho tiempo, su primera adaptación al cine con actores de carne y hueso.
También en el ámbito cultural, y aprovechando la enorme expectativa que despertó el estreno de «Barbie, la película» -que además tuvo una impresionante campaña de marketing- se acaba de reeditar en formato bolsillo el libro «Vestir a Barbie» de Carol Spencer, la diseñadora de moda número uno de Barbie durante más de 35 años, que da a conocer -a través de cien fotografías a todo color- el armario de muñecas más famoso del mundo, con looks de Barbie desde principios de los 60 hasta finales de los 90.
Publicado inicialmente en 2019 -en conmemoración del 60 aniversario de Barbie-, el libro que lleva por subtítulo «Una celebración de la ropa que hizo a la muñeca favorita de Estados Unidos y la increíble mujer detrás de ella», y que ahora ve la luz en el formato bolsillo, incluye además relatos entre bastidores sobre cómo surgieron algunos de los miles de diseños de ropa creados por Carol Spencer.