La directora argentina Lucrecia Martel presentó ayer su más reciente trabajo, el documental «Nuestra Tierra», en el marco del 82° Festival Internacional de Cine de Venecia. El film, proyectado fuera de la competencia oficial, fue una de las propuestas latinoamericanas destacadas en un evento que busca las nuevas tendencias del cine mundial. A través de este proyecto, Martel, oriunda de la provincia de Salta, buscó dar voz a las comunidades originarias y exponer los desafíos que enfrentan en la defensa de sus tierras.
El documental tomó como punto de partida el juicio por el asesinato de Javier Chocobar, un líder de la comunidad indígena de Chuschagasta, ocurrido en Tucumán en 2009. A partir de este caso, la cineasta construyó un relato más amplio que entrelazó la historia personal de la comunidad con temas universales como la memoria, la identidad y la justicia social.
Para la realización de «Nuestra Tierra», Martel utilizó un vasto archivo de imágenes y testimonios, narrando la vida de quienes se quedaron a defender su territorio ancestral y la de aquellos que se vieron obligados a emigrar a ciudades como Buenos Aires en busca de oportunidades. La película profundizó en la invisibilidad histórica de estos pueblos, una realidad que, según se señaló en el documental, es a menudo ignorada en la enseñanza y los relatos oficiales.
En una conferencia de prensa, Lucrecia Martel se refirió al racismo como un problema profundo en la cultura argentina. La directora explicó que su interés era comprender el origen de la mentalidad que permite a una persona sentirse con derecho a ejercer la violencia. A través de su trabajo, la cineasta buscó que el público corriera el riesgo de entender a los otros para, a través de ellos, comprender a su propio país y a sí mismos.
La presencia de “Nuestra Tierra” en la Mostra de Venecia resaltó en un año marcado por la mínima participación del cine argentino en festivales internacionales. La industria cinematográfica nacional se ha visto afectada por la política de recortes del actual gobierno. Diversas fuentes de la industria cinematográfica, como la Asociación de Productores Independientes de Medios Audiovisuales (APIMA), señalan que desde la llegada de la nueva administración, no se ha otorgado financiamiento a nuevas producciones, a pesar de que el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) continúa recaudando fondos a través de las entradas de cine.
A pesar de las dificultades, el cine argentino logró llegar a Venecia con otras producciones. Además del documental de Martel, el festival programó títulos como «Un cabo suelto» de Daniel Hendler, «Pin de fartie» de Alejo Moguillanski, «The Souffleur» de Gastón Solinicki y el cortometraje «El origen del mundo» de Jazmín López. Esta presencia, aunque limitada en comparación con años anteriores, mostró la resiliencia de los realizadores argentinos.
«Nuestra Tierra» no fue el único documental latinoamericano que abordó temas sociales y de memoria. El festival también incluyó otras producciones como «Aún es de noche en Caracas» de las cineastas Mariana Rondón y Marité Ugás, y «Hiedra» de la directora Ana Cristina Barragán. Estos proyectos, junto con el trabajo de Martel, contribuyeron a una ventana de cine latinoamericano que busca trascender las fronteras y generar un diálogo global sobre realidades regionales.