Brigitte Bardot murió este domingo a los 91 años en Francia, tras un prolongado deterioro de su salud que la había mantenido alejada de toda exposición pública en los últimos años. La noticia fue confirmada por la Fundación Brigitte Bardot, que expresó su “inmensa tristeza” por la muerte de su fundadora y presidenta, sin precisar oficialmente el lugar ni la causa exacta del fallecimiento.
Desde hacía meses, la actriz atravesaba complicaciones médicas que habían requerido internaciones e intervenciones quirúrgicas. En 2023 había sido hospitalizada por una insuficiencia respiratoria, y recientemente se había sometido a una operación vinculada a una enfermedad grave. Aun así, su entorno había desmentido rumores sobre su muerte semanas atrás, pidiendo respeto por su privacidad mientras se recuperaba.
Su partida cierra un capítulo esencial de la historia del cine europeo y del imaginario cultural del siglo XX.
La mujer que rompió la pantalla
Junto a Marilyn Monroe, Brigitte Bardot fue el mayor símbolo sexual del cine de la posguerra. Su irrupción en la escena internacional ocurrió en 1956, con el estreno de Y Dios creó a la mujer, dirigida por Roger Vadim, su marido en aquel momento. La película fue considerada escandalosa para su época y transformó para siempre la representación de la mujer en la pantalla: sensual, libre, autónoma, ajena a la moral tradicional.
Nacida en París el 28 de septiembre de 1934, creció en un hogar burgués, católico y conservador. Antes de ser actriz fue bailarina de ballet y modelo. A los 15 años ya era una de las jóvenes más solicitadas de Francia. Su manera de habitar el cuerpo —natural, desprejuiciada, sin solemnidad— fue interpretada por algunos como provocación consciente y por otros como una forma temprana de rebeldía femenina.

Fama mundial y una carrera intensa
A lo largo de casi dos décadas, Bardot participó en 45 películas y grabó más de 70 canciones. Trabajó con algunos de los directores más importantes del cine europeo, como Jean-Luc Godard, quien la dirigió en El desprecio (1963), una de las obras fundamentales de la Nouvelle Vague, y Louis Malle, con quien rodó ¡Viva María! (1965), junto a Jeanne Moreau, una dupla que marcó época.

Sin embargo, solo una parte de su filmografía resistió el paso del tiempo. Su imagen terminó eclipsando a muchos de sus personajes, y la actriz comenzó a sentirse atrapada en un rol que no había elegido del todo.
Una vida privada bajo asedio
Bardot generó tanta fascinación por su vida personal como por su trabajo artístico. Matrimonios, romances y separaciones alimentaron durante años a la prensa sensacionalista. Fue perseguida por paparazzi de toda Europa y se convirtió en una de las mujeres más fotografiadas del mundo.
Entre sus relaciones más célebres estuvo la que mantuvo con el millonario alemán Gunter Sachs, quien arrojó cientos de rosas rojas desde un helicóptero sobre su casa de Saint-Tropez antes de casarse con ella. El matrimonio duró poco, pero consolidó su imagen como figura central de la alta sociedad europea.
Maternidad rechazada y un vínculo roto
En 1960 nació su único hijo, Nicolas-Jacques Charrier, fruto de su matrimonio con el actor Jacques Charrier. Bardot nunca ocultó su rechazo a la maternidad y habló de esa experiencia con una crudeza que marcó su figura pública.
El niño creció bajo la tutela de la familia paterna tras la separación de sus padres. La relación entre madre e hijo fue distante y dolorosa. Años después, Bardot reconoció: “Durante su infancia, mis relaciones con Nicolas fueron lamentables. Para él y para mí”.

El abandono del cine y la causa animal
En 1973, con apenas 39 años, Brigitte Bardot decidió retirarse definitivamente del cine, al que describió como una “prisión dorada”. Se instaló en su casa de La Madrague, en Saint-Tropez, y volcó toda su energía a la defensa de los animales.
En 1986 fundó la Fundación Brigitte Bardot, desde donde impulsó campañas internacionales contra la caza de focas, el maltrato animal, la experimentación científica y prácticas culturales que consideraba crueles. Su activismo tuvo impacto global y se convirtió en la causa de la que más orgullosa se sintió.

Polémicas, condenas y declaraciones extremas
En las últimas décadas, Bardot volvió a ocupar titulares por sus posiciones políticas y declaraciones públicas. En 2021, la justicia francesa la condenó a pagar 20.000 euros de multa por insultos racistas, tras una carta enviada en 2019 a autoridades de la isla de La Reunión, en la que denunciaba el maltrato animal con expresiones consideradas discriminatorias.
Aunque se disculpó con los habitantes de la isla, justificó sus palabras en el “trágico destino” de los animales. Para su entorno, su discurso siempre estuvo atravesado por una militancia animalista radical, aunque las condenas judiciales marcaron definitivamente esa etapa de su vida pública.
El legado de una figura irrepetible
Intelectuales como Simone de Beauvoir analizaron tempranamente el fenómeno Bardot. En 1959, la filósofa escribió que “un santo vendería su alma al diablo por verla bailar”, sintetizando el magnetismo que ejercía su figura.
Brigitte Bardot fue mito, contradicción y exceso. Fue símbolo sexual y mujer atormentada, estrella mundial y ermitaña voluntaria, defensora feroz de los animales y protagonista de polémicas que dividieron opiniones.

Con su muerte se despide una de las últimas grandes leyendas vivas del cine europeo. Su imagen, atravesada por luces y sombras, seguirá siendo referencia obligada de una época que cambió para siempre la relación entre el cuerpo, el deseo y la pantalla.









