Más que un baterista virtuoso, DeJohnette fue pianista, compositor y líder de banda, y logró ampliar las fronteras del instrumento, redefiniendo su papel en la música improvisada. Su estilo —caracterizado por una libertad rítmica y una técnica expansiva— dejó una huella profunda en varias generaciones de músicos.
Nacido en Chicago en 1942, comenzó a tocar el piano a los cinco años antes de acercarse a la batería, instrumento con el que alcanzaría reconocimiento mundial. “El piano y la batería forman parte de la familia de la percusión. No hay separación: aprender una cosa alimenta la otra”, explicó alguna vez, resumiendo la base conceptual de su enfoque musical.
Sus primeros pasos lo vincularon con nombres clave de la vanguardia de Chicago como Sun Ra, Muhal Richard Abrams y Roscoe Mitchell, figuras centrales de la AACM (Association for the Advancement of Creative Musicians). Incluso llegó a reemplazar por una noche a Elvin Jones en la banda de John Coltrane, experiencia que definió como “física y espiritualmente magnífica”.
A mediados de los sesenta, con apenas 28 dólares y su batería al hombro, DeJohnette se trasladó a Nueva York decidido a dedicarse de lleno a la música. Allí trabajó junto a Freddie Hubbard, Jackie McLean y Charles Lloyd, con quien coincidió con el pianista Keith Jarrett. Esa sociedad artística se mantendría durante décadas, especialmente en el célebre Standards Trio, que completaba el contrabajista Gary Peacock.
Su incorporación al grupo de Miles Davis en 1969 fue un punto de inflexión tanto para su carrera como para la evolución del jazz. Sustituyó a Tony Williams en la formación eléctrica del trompetista y participó en grabaciones históricas como Bitches Brew, A Tribute to Jack Johnson y On the Corner. “Tocar con Miles, Dave Holland, Chick Corea y Wayne Shorter fue una época muy emocionante”, recordó en entrevistas.
Sobre el método de trabajo de Davis, DeJohnette describió: “Yo empezaba algo y, si estaba bien, él no decía nada. Luego ponía en marcha cada instrumento. Cuando todo empezaba a vibrar, Miles tocaba un solo encima y lo dejaba fluir hasta que sentía que se había agotado”.
Tras registrar Live-Evil —uno de sus discos favoritos por su “sonido funky y sucio”— decidió dejar la banda en 1971 para buscar mayor libertad creativa. Ese impulso marcó su trayectoria como solista, iniciada con The DeJohnette Complex (1968), y continuada con más de 50 álbumes a lo largo de su vida.
Su vínculo con ECM comenzó en 1973 con Ruta and Daitya, un dúo junto a Jarrett, y se extendió a proyectos como Compost, Gateway y New Directions, además de colaboraciones con artistas como Jan Garbarek, Pat Metheny y Herbie Hancock.
Durante las décadas siguientes, DeJohnette se consolidó como acompañante habitual de Sonny Rollins y como una presencia constante en los escenarios internacionales. Su versatilidad le permitió moverse entre el jazz acústico, la fusión eléctrica y la experimentación rítmica, sin perder nunca su identidad.
Su legado, inmenso y plural, permanece como una brújula esencial para entender la evolución del jazz en la segunda mitad del siglo XX.









