No hay caso: si cualquier persona, en alguna charla o reunión, empieza a hablar de piojos o pulgas, indefectiblemente el resto empezará a sentir cierta “comezón” en la cabeza o en otras partes del cuerpo, como si estos parásitos hematófagos –es decir, que se alimentan de sangre- ya estuvieran correteando por el pelo o por la piel.
Y si bien son tan cotidianos y forman parte, se quiera o no, del ecosistema en que nos desenvolvemos, lo cierto es que no es tanto el conocimiento que se tenga sobre estas especies. Y eso sea el principal motivo por el que se multiplican las desinformaciones y los mitos… o, incluso, su aversión hacia ellos. “Hay muchas especies de este grupo que están muy estudiadas, pero el conocimiento que tenemos hoy en día es, apenas, la punta del iceberg”, señala Mario Espinoza Carniglia, becario doctoral del Conicet en el CCT- La Plata.
El científico es integrante de un grupo de investigación del Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores que se dedica, justamente, al estudio de todo tipo de ectoparásitos, como pulgas, garrapatas y ácaros. “De este conjunto, hay especies cuyas descripciones son muy antiguas, cuya diversidad está subestimada, o con ciclos de vida que no se conocen al cien por ciento. Al haber tanto terreno por indagar, surgen, continuamente, nuevas preguntas”, afirma.
La infestación de piojos y de pulgas se conoce como pediculosis y pulicosis, respectivamente, y tienen la clara sintomatología de que, en la zona donde estos parásitos pican, generan una fuerte comezón. “Al ser hematófagos, estas especies inyectan su aparato bucal en la piel del hospedador y absorben su sangre, produciendo esa necesidad, por la misma inyección, de rascarse fuertemente”, describe.
Peine fino para los mitos
El fuerte del laboratorio está enfocado en pulgas y ácaros, pero las tareas de comunicación pública de la ciencia del laboratorio hacen un fuerte hincapié, también, en los piojos, para combatir desinformaciones y para que se sepa que hay formas de tratarlos.
El primero de los mitos es uno de los más señalados y, tal vez, el más difundido: que los piojos tienen la capacidad de saltar. “Los piojos no pueden saltar, porque no tienen las estructuras adecuadas para hacerlo. La gente cree que saltan porque no se explican cómo pasan de una cabeza a otra, pero lo cierto es que estos organismos tienen unas ‘uñas’ muy fuertes que les permiten colgarse y escalar por los pelos”, aclara Espinoza Carniglia. El contagio, en el caso de los piojos, se da por contacto entre personas o por compartir elementos de uso personal, ya sean gorros, almohadas, peines y toallas, entre otros elementos.
Otro de los mitos es que los piojos “preferirían” los cabellos de los niños o infantes. “Es más común que los menores de edad se contagien con más frecuencia por el comportamiento que tienen, de que juegan mucho, se tocan las cabezas o tienen mucho contacto entre ellos. Pero lo cierto es que el contagio se puede dar absolutamente en cualquier edad”, amplía el becario doctoral.
A su vez, es tan mala la connotación que hay en torno a los piojos que se los suele asociar a una mala higiene personal. “No se relaciona en absoluto con esto, los piojos pueden estar tanto en cabezas muy limpias como en aquellas que no lo están tanto, tiene más que ver con la mala suerte de contagiarse de alguno de estos animales”, argumenta.
Una vez que la hembra colonizó la cabeza del hospedador y puso los huevos, la recomendación más clara de los expertos es el uso sistemático del peine fino, “la forma más efectiva para eliminar estos parásitos y que sea amigable con el ambiente”. Otras formas incluyen una solución de vinagre al 10 por ciento, que permite remover más fácilmente las liendres, e infusiones y aceites, como el romero, el eucalipto o la lavanda.
No vuelan: saltan
Un ítem que comparten las pulgas con los piojos es que ninguna de estas especies puede volar. Pero las primeras sí tienen la capacidad, por su tercer par de patas y su musculatura, de saltar grandes distancias. “Aunque, en el caso de las pulgas, sí juega un rol importante la higiene, tanto de las mascotas como de los ambientes. Por eso es clave barrer o aspirar los rincones, revisar los pelajes de los perros y gatos y hacer controles veterinarios”, resalta el especialista.
Tanto los piojos como las pulgas estuvieron asociados, en su momento, a enfermedades importantes: los primeros al tifus y las segundas a la peste negra. “Pero se trata de padecimientos que, si bien hace mucho generaron importantes niveles de mortandad, hoy en día están controladas- aclara el becario-, aunque siempre es importante seguir investigando para detectar patógenos transmitidos por estos insectos que pueden estar subestimados”.
Fuente: Agencia CTyS-UNLaM