Conocido como “Mr. Security”, apodo que simboliza su obsesión por garantizar la seguridad de Israel, Benjamín Netanyahu ha sido durante más de 25 años el rostro más visible de la política israelí. Nacido en Tel Aviv en 1949, apenas un año después de la fundación del Estado de Israel, Netanyahu no solo es el primer mandatario israelí nacido después de la creación del país, sino también el que más tiempo ha permanecido en el poder. Hoy, a sus 76 años, enfrenta el momento más crítico de su liderazgo: la guerra contra Hamás tras el sangriento ataque del 7 de octubre de 2023, que dejó más de 1.400 muertos en territorio israelí.
Un líder forjado entre Israel y Estados Unidos
Hijo del historiador Benzión Netanyahu, figura clave del sionismo revisionista, Netanyahu creció en un entorno conservador, marcado por fuertes convicciones ideológicas sobre el destino del pueblo judío. Su infancia transcurrió entre Israel y Estados Unidos, donde su padre enseñaba en universidades de Filadelfia y Nueva York. Esta doble pertenencia moldeó no solo su identidad, sino también su estilo político: fluido en inglés y hábil comunicador, desarrolló una conexión estratégica con Washington que ha definido buena parte de su carrera.
Después de servir cinco años en la unidad de élite Sayeret Matkal, participando en operaciones durante la Guerra de Desgaste contra Egipto y la Guerra de Yom Kipur, Netanyahu estudió Arquitectura y Administración en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y luego en Harvard University. Fue en Estados Unidos donde consolidó sus habilidades mediáticas, apareciendo con frecuencia en cadenas como CNN y programas emblemáticos, convirtiéndose en un portavoz natural de Israel ante el mundo.
La muerte de su hermano Jonathan, caído en 1976 durante la Operación Entebbe, una misión de rescate que quedó grabada en la memoria nacional israelí, lo empujó a fundar un instituto antiterrorista y profundizar su discurso sobre la seguridad nacional. Años más tarde, esa narrativa se convertiría en el eje central de toda su acción política.
Ascenso meteórico en la política israelí
Su salto al escenario político fue tan rápido como estratégico. Tras ejercer cargos diplomáticos en Washington y ante la Organización de las Naciones Unidas, regresó a Israel para integrarse al partido de derecha Likud. En solo cinco años se transformó en su líder y, en 1996, en el primer ministro más joven de la historia del país, con apenas 47 años. Su campaña, inspirada en el marketing político estadounidense, marcó un antes y un después en la forma de hacer política en Israel.
Su primer mandato estuvo atravesado por tensiones con el gobierno de Bill Clinton, especialmente por su política de asentamientos en Cisjordania y Gaza, y por los frágiles acuerdos de paz de Oslo. Pese a ello, Netanyahu consolidó su imagen como un líder fuerte y determinado, en sintonía con una sociedad cada vez más inclinada hacia la derecha.
De “Mr. Economy” a “Rey Bibi”
Tras perder las elecciones de 1999, Netanyahu se alejó de la política, pero regresó pocos años después. Como ministro de Finanzas de Ariel Sharon, impulsó profundas reformas de liberalización económica que, según sus defensores, transformaron a Israel en una potencia tecnológica y financiera. Sus detractores, en cambio, le reprochan haber desmantelado la red de protección social que caracterizaba al país.
En 2009 volvió al poder y, durante más de una década, dominó la política israelí con mano firme, ganando cuatro elecciones consecutivas y convirtiéndose en el primer ministro más longevo, superando incluso al fundador David Ben-Gurión. Su estrategia: formar coaliciones con partidos de derecha y religiosos, neutralizar a potenciales rivales internos y cultivar una imagen de garante de la seguridad nacional.
Fue también durante estos años que Netanyahu impulsó un giro geopolítico clave: priorizó la normalización de relaciones con países árabes moderados, como Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos, a través de los Acuerdos de Abraham, en detrimento de negociaciones con la dirigencia palestina dividida. Su objetivo: aislar la causa palestina del tablero diplomático regional.
Un liderazgo bajo fuego
La imagen de Netanyahu como “el guardián de Israel” se resquebrajó con el ataque sorpresa de Hamás en 2023. La incursión armada, el mayor atentado contra civiles israelíes desde 1948, expuso grietas en el aparato de seguridad que durante décadas había sido su principal carta política. La respuesta militar israelí ha dejado más de 11.000 muertos en Gaza, según autoridades locales, generando críticas internacionales por el costo humanitario de la ofensiva.
En paralelo, Netanyahu enfrenta una fuerte oposición interna por su polémica reforma judicial, que busca limitar el poder de la Corte Suprema, y por su gestión de la crisis de los rehenes. Su popularidad se ha visto golpeada y su futuro político es incierto, aunque sus adversarios saben que ha resurgido de derrotas anteriores.
Un legado en disputa
A lo largo de su extensa carrera, Benjamin Netanyahu no solo moldeó la política israelí: la tensó, la polarizó y la reconfiguró a su imagen. Con un liderazgo férreo, supo capitalizar temores y desafíos para consolidar poder, mientras impulsaba una política de seguridad inflexible y un proyecto económico liberalizador. Pero esa misma rigidez, que en sus inicios le dio autoridad y legitimidad, hoy se traduce en un país profundamente dividido, con una sociedad que debate su futuro en medio de tensiones internas e internacionales cada vez más intensas.
En el aniversario de su nacimiento, su figura ya no se reduce al del líder fuerte de los noventa: es también el símbolo de un modelo político que enfrenta crecientes cuestionamientos. Entre quienes lo veneran como garante de seguridad y quienes lo acusan de erosionar la democracia israelí, Netanyahu representa, más que nunca, una línea divisoria. Ha gobernado Israel en seis mandatos no consecutivos, ha sobrevivido a múltiples crisis políticas y ha redefinido la relación de su país con el mundo árabe y Occidente. Su legado, tan determinante como controvertido, sigue marcando el pulso de un país que aún discute si su era fue una etapa de fortaleza… o de fractura.
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