El embargo parcial de la Unión Europea (UE) a las importaciones de petróleo ruso no tardó en convertirse en un dolor de cabeza para el viejo continente, que por un lado deberá salir a buscar otras fuentes de suministro energético -lo que podría provocar un aumento de precios a nivel global- y por el otro no dejó conformes a su socio norteamericano, que salió a pedir que reduzca totalmente las compras a Moscú.
El martes, la UE anunció un nuevo paquete de sanciones contra Rusia por la invasión a Ucrania que suponen la reducción de las importaciones del petróleo ruso aproximadamente en un 90% durante los próximos seis meses, aunque eximió a Hungría de la medida -considerada impensable hace solo unos meses-. “Aplaudimos los pasos de nuestros aliados y socios europeos para reducir su dependencia del petróleo y el gas natural rusos”, dijo el vocero del Departamento de Estado norteamericano, Ned Price, quien sin embargo pidió esfuerzos a largo plazo para reducir totalmente la dependencia de Moscú.
Ocurre que el veto excluye el petróleo que llega a Hungría, Eslovaquia y República Checa por el oleoducto Druzhba, por su gran dependencia del petróleo ruso y las dificultades para encontrar alternativas inmediatas. “Estas sanciones tendrán un impacto negativo para Europa, para nosotros y para el conjunto del mercado energético mundial. Pero hay una reorientación (de la economía rusa) que nos permitirá minimizar las consecuencias negativas”, advirtió a su vez el vocero del Kremlin, Dmitri Peskov, quien sugirió que la prohibición se le volverá en contra al viejo continente. En efecto, los analistas alertan que ahora “habrá que encontrar nuevos proveedores para unos 3.000.000 de barriles diarios en los próximos meses”. Oh casualidad, una de las alternativas sería Estados Unidos.