Irán vive un momento de convulsión tras la muerte de Mahsa Amini, una kurda iraní de 22 años, que murió el 16 de septiembre pasado, tres días después de haber sido detenida por la policía de la moral porque su velo no cubría su cabello, como lo marca el código de vestimenta de la República Islámica.
Autoridades iraníes insisten que falleció por causas naturales, de una enfermedad preexistente, pero su familia cree que pudo haber sido golpeada.
La protesta, nacida del rechazo de las restricciones de vestimenta impuestas a las mujeres y de la indignación suscitada por la muerte de la joven, se fue transformando en un movimiento contra la teocracia en el poder desde la revolución islámica de 1979.
Irán acusa a Estados Unidos de estar detrás de las protestas, que califican de «disturbios».
Las ejecuciones de hoy se producen pese a una campaña de ONGs que pedía que Teherán perdone a los acusados.
A mediados de diciembre pasado, el padre de Mohammad Mahdi, Mashallah Karami, difundió un video en redes sociales en el que imploraba a las autoridades anular la pena de muerte contra su hijo, que describía como un campeón de kárate, miembro del equipo nacional, que había ganado competiciones en Irán.
Mashallah Karami denunció a la prensa iraní que el abogado de la familia no había podido acceder al expediente de su hijo.
Según el grupo Iran Human Rights (IHR), con sede en Noruega, Karami tenía 22 años y, de acuerdo a ONGs, Hosseini tenía 39 años.
Irán ya fue objeto de una serie de sanciones internacionales como reacción a la represión contra las manifestaciones.
Alrededor de 14.000 personas fueron arrestadas desde septiembre pasado, según la ONU, entre quienes se encuentran deportistas, activistas y personalidades del cine y periodistas.