El papa León XIV presidió este jueves su primera misa de Navidad como Sucesor de Pedro en una Basílica de San Pedro colmada de fieles, en una jornada marcada por la lluvia persistente en Roma. Pese a las inclemencias del tiempo, miles de personas participaron de la celebración, mientras otras siguieron la eucaristía desde la plaza mediante pantallas gigantes.
Durante la homilía, el Santo Padre centró su mensaje en el misterio de la Encarnación, destacando que el Verbo de Dios se manifiesta en la fragilidad de un niño que no habla, sino que llora. En ese sentido, afirmó que la “carne” representa hoy a quienes carecen de voz, dignidad y reconocimiento, y subrayó que la paz solo es posible cuando se acoge el dolor ajeno.
La fragilidad como camino hacia la paz
León XIV advirtió que la Navidad interpela frente a la indiferencia y llamó a escuchar el llanto de los niños, la vulnerabilidad de los ancianos y el sufrimiento de quienes viven en contextos de exclusión. Vinculó este mensaje con los conflictos armados actuales, al mencionar la situación en Gaza, los desplazados, las personas sin hogar y las poblaciones afectadas por guerras recientes o en curso.
“La paz de Dios nace de un sollozo acogido, de un llanto escuchado”, afirmó el Pontífice, al tiempo que cuestionó los discursos que justifican la violencia y exponen a jóvenes a la guerra.
Inspirado en el magisterio de Francisco, León XIV exhortó a construir una cultura del encuentro y la ternura, rechazando toda distancia frente al sufrimiento humano. Señaló que la misión de la Iglesia no se apoya en palabras prepotentes, sino en una presencia que suscita el bien, e invitó a transformar los monólogos en diálogos de escucha.
Tras la misa, el Papa recorrió la Plaza de San Pedro en papamóvil, saludó en 10 idiomas y otorgó la bendición Urbi et Orbi, con un fuerte llamado a la paz, la justicia y la reconciliación en las regiones atravesadas por la guerra y la violencia.









