En la víspera, el gigante del gas ruso Gazprom anunció que suspenderá por tres días el suministro del hidrocarburo a Europa a través del gasoducto Nord Stream. La empresa había anticipado este nuevo corte, en medio de una escalada de los precios de la energía en el continente, argumentando obras “rutinarias de mantenimiento” técnico.
De acuerdo a Gazprom, las obras tienen lugar en la estación rusa de Portovaya, desde donde parte el gas en dirección al norte de Alemania y de allí a otros países europeos. El mantenimiento, programado hasta el sábado, debe realizarse “cada 1.000 horas”, aseguró la empresa energética rusa, propietaria del gasoducto.
No obstante, el corte energético en el contexto de la guerra en Ucrania toma otra dimensión. La energía está en el centro de las confrontaciones por las sanciones y contrasanciones entre el Kremlin y Europa, que acusa regularmente a Rusia de usar el gas “como un arma”.
En consonancia, ayer la Unión Europea (UE) sumó una nueva sanción contra el Kremlin. Los cancilleres de la UE acordaron suspender una facilidad para las visas que beneficiaba a Rusia, lo que hará “más difícil” y más “larga” la obtención de permisos de ingreso al bloque. Polonia y los tres países bálticos, Estonia, Letonia y Lituania, habían adelantado su decisión de prohibir o al menos restringir de forma unilateral los visados a los rusos si la UE no llegaba a un consenso.
Desde el martes, la UE debate la controvertida propuesta de veto al ingreso de rusos, una medida sin precedentes y que divide a sus integrantes por las consecuencias humanitarias y legales que implica. Por su parte, Letonia, Lituania, Estonia, Finlandia, República Checa, Dinamarca y Países Bajos anunciaron su apoyo a la medida de restricción total, mientras que las naciones de Europa occidental y la propia diplomacia de la UE buscan una “posición en común”. El Gobierno ruso reaccionó con indignación y calificó la acción como “irracional”.