El presidente ruso, Vladímir Putin, intensificó en las últimas horas sus ataques contra el corazón de las ciudades clave de Ucrania ante la sorpresiva y feroz resistencia del país invadido, donde la ciudadanía se sumó a las fuerzas regulares para evitar la devastación total de su nación.
El propio gobierno ruso reconoció ayer la muerte de casi 500 de sus soldados y más de 1.500 heridos, en su primer balance de caídos tras una semana de ofensiva. “Desgraciadamente (…) tuvimos pérdidas: 498 militares rusos murieron (…), 1.597 de nuestros camaradas fueron heridos” durante la guerra, declaró el vocero del Ejército, Igor Konashenkov, quien cifró en 2.870 los “militares y nacionalistas” ucranianos muertos y en unas 3.700 las personas heridas en el otro bando.
Las cifras, sin embargo, contrastan con los datos ofrecidos por el gobierno ucraniano, que afirmó que murieron 5.850 soldados rusos. Además, aseguró ayer que las fuerzas aéreas del país lograron neutralizar a 800 vehículos de un convoy del Ejército ruso cerca de la ciudad de Bashtanka, en la provincia de Odesa; y destacó que más de 1.000 extranjeros han respondido a su pedido de ir a pelear como voluntarios.
“Nuestros defensores trabajaron rápidamente, dejando al enemigo sin posibilidad de siquiera ingresar al territorio de la región. La columna fue atacada desde el aire. Los ocupantes se endurecieron. Y lo volverán a conseguir con una fuerza mayor, si intentan atravesar de nuevo la frontera de la región”, subrayó el presidente del consejo regional de Dnipropetrovsk, Nikolay Lukashuk, quien destacó que “esta es su casa, la defenderán cada segundo”.
Sin embargo, el propio presidente Volodimir Zelenski acusó a Rusia de querer “borrar” a su país del mapa, en un llamado desesperado a la comunidad internacional para recibir apoyo. “Tienen la orden de borrar nuestra historia, de borrar a nuestro país, de borrarnos a todos”, exclamó el mandatario ucraniano en un video donde instó a todos los países del mundo a no permanecer neutrales ante el conflicto. “Muchas de nuestras ciudades y pueblos ahora sufren el terror ruso”, denunció a su vez el ministro de Defensa ucranio, Oleksi Reznikov.
Efectivamente, Putin redobló la embestida rusa en lugares estratégicos, sobre todo Kiev –capital del país –, que comenzó a ser bombardeada como nunca antes desde el inicio de la guerra. El propio intendente de la ciudad, Vitali Klitschk, alertó que “el enemigo está concentrando sus fuerzas cada vez más cerca de la capital”; mientras el Ejército ruso advirtió a la población que abandone la ciudad para evitar una ofensiva que, según dijo, golpeará en puntos estratégicos de la seguridad y las comunicaciones.
Rusia también anunció que tomó el control de la ciudad sureña de Jerson, a orillas del mar Negro, capital de la provincia homónima y enclave estratégico para avanzar en el sur del país invadido, donde las fuerzas del Kremlin ya se habían hecho con el control de la ciudad de Berdiansk (113.000 habitantes), en el mar de Azov, y mantiene un duro asedio a la gran localidad de Mariupol (446.000 personas).
También Járkov, la segunda ciudad en población (1.400.000 de personas) y clave para el control de la frontera noreste de Ucrania, se encontraba bajo un fuerte ataque ruso, que incluso lanzó a grupos de paracaidistas -que atacaron a un hospital militar- y bombardeó la catedral de Uspenski. Solo en las últimas 24 horas, los ataques en Járkov dejaron al menos 21 muertos.