La solidaridad sigue siendo un valor presente todavía en muchos seres humanos y Carolina Lisiecki es un ejemplo de ello. La cordobesa que vive en Polonia, el país que más refugiados ucranianos recibió desde el inicio de la guerra, colabora con un centro de asistencia cerca de su casa y contó a cómo fue la reacción de este país ante la llegada de más de un millón de personas.
«Fue todo muy rápido: estalló la guerra y al día siguiente ya había grupos de Facebook explotados de avisos ofreciendo autos y casas para trasladar y alojar a los ucranianos», contó a la emisora Cadena 3 y aseguró que, en su caso, «fue instintivo» el deseo de ayudar.
«Había hoteles que ofrecían alojamiento a refugiados, es todo muy minuto a minuto. En un momento me enteré que había un lugar a dos cuadras de mi casa a ayudar y fui y teníamos que ser fuertes porque son todas madres con niños que vienen a buscar lo básico, como algo de comida, elementos de higiene y algún juguete», relató.
A su vez, expresó que gracias a las redes sociales logró contactar con otros argentinos. «Cuando comparto las cosas que cada día me llevaba como necesidades del día, en los grupos de Facebook o en historias de Instagram, se producía un efecto contagio muy lindo, me encontré con franceses también y me mandaron donaciones”.
«Los polacos no lo pensaron un minuto: fueron a buscarlos a las fronteras y se los llevaron a sus casas. Esa es la cara linda de todo lo que está pasando», concluyó.
Córdoba con los brazos abiertos
La Ciudad no está exenta al conflicto entre Rusia-Ucrania, ya que hace algunos días, arribó la primera refugiada ucraniana. Se trata de Kateryna Gorokhova, de 43 años, quien pasó por cuatro países antes de poder llegar a Argentina, y posteriormente a la provincia. “Todavía tengo miedo”, relató.
“Tuve que dejar lo que tenía para escaparme, para huir de la guerra. Cuando perdés todo, es grande la incertidumbre”, contó la mujer al medio La Voz. Kateryna viajó 11 días para finalmente aterrizar en Ezeiza el pasado 6 de marzo.
No obstante, Kateryna tiene un amigo en las sierras de Córdoba, Jorge Culjak, que la esperaba para hacer todos los trámites migratorios. Este jueves, asistirán a la Dirección Nacional de Migraciones para gestionar la residencia humanitaria en la Argentina.
“Jersón fue la primera ciudad que bombardearon. No hubo corredor humanitario. Nos quedamos sin agua, sin comida, sin electricidad, sin servicios médicos. El único corredor ofrecido fue en la ciudad de Mariúpol”, contó la refugiada.
Con la guerra asediando, Kateryna manejó en su auto hasta llegar al límite con Moldavia, donde abandonó el vehículo y siguió el viaje a pie hasta el país vecino. Allí le dieron albergue, alguna vestimenta y artículos de higiene en un centro cristiano.
Posteriormente, llegó a Rumania, donde estuvo en un centro similar, hasta que pudo viajar a Alemania para embarcar rumbo a la Argentina. “Los ucranianos somos gente de paz. Ucrania nunca tuvo intención de entrar en guerra con nadie. Es gente amistosa como es la de Argentina; gente buena”, expresó.