Desafíos para la sociedad civil

Desafíos para la sociedad civil

Después de semejante pandemia nada será lo mismo. La revalorización de la vida y el temor a la muerte súbitamente recobraron su real dimensión, connotaciones e intensidad. También el valor de la salud, de la familia, de los amigos, del vecino, del servicio y arrojo de tantos magnánimos servidores voluntarios de nuestra sociedad civil; cuanto de humanizar fundamental y solidariamente, ecología, economía y tecnología, con clara corresponsabilidad cooperativa.

Como aviesamente sucediera antaño, esta vez que nadie se equivoque pretendiendo, mezquinamente, apropiarse del protagonismo ante tal hito histórico, traducido en tan desigual y abnegado enfrentamiento del voluntariado ante esta crisis virósica, dado que el real artífice es nuestra maravillosa sociedad civil argentina, en cada uno de sus médicos, enfermeros, paramédicos, científicos, personal de seguridad, docentes, padres y estudiantes virtuales, periodistas, repositores de remedios, mercaderías, alimentos, recolectores de basura, cuidadores de personas desvalidas y más. Fue puro cambalache político-económico globalizado pretender igualar lo real con lo virtual, el heroísmo con la miserabilidad, la solidaridad con el egoísmo, el sentido del deber con la indolencia; la sobriedad natural con el paroxismo del consumismo, los exabruptos de Donald Trump y Jair Bolsonaro respecto que el calentamiento global como el covid eran otros cuentos chinos: la verdad con la mentira, como por tanto tiempo ignominiosa y mundialmente se intentó.

Cuando la II Guerra Mundial, los países instrumentaron las Naciones Unidas (ONU) como medio de articular necesidades, pero descartando previsiones ambientales y epidemiológicas por, presuntamente, innecesarias.

El tiempo nos fue haciendo sentir dentro de la ONU, no solamente el rigor del abuso de poder traducido en el derecho de veto impuesto por los cinco países más poderosos (precisamente en uno de ellos, China, germinó y brotó esta tremenda pandemia global), sino su ineficiencia práctica, considerando su espíritu y letra fundacional.

Ello nos sugiere un nuevo tiempo, un nuevo orden ecológico, social, económico, financiero, político y cultural; un nuevo contrato social entre todos los pueblos del mundo a partir de la persona, de la familia, de lo cooperativo, madurando la unión directa productor – consumidor, prestador – usuario, etc. Todo desde el respeto mutuo, simétrico, con compromiso por el bien común en todo el mundo.

Un nuevo orden mundial requiere de compromiso cooperativo, de conciencia educativa solidaria, de ciencia y previsión, de legitimidad, solvencia y anticipación gubernamental, asignando un rol vital al cuidado de la casa común; reubicando a la ciencia y a la tecnología para que cooperen pero nunca prevalezcan sobre el bienestar general.

Claramente el valor cooperación y solidaridad como levadura de comunidad se validará como decisivo, no solamente a nivel nacional sino regional e internacional. Casi nadie admite y a pocos les cae la ficha de que un pequeñito virus puede diezmar al homo sapiens, mordazmente, sin acepción de personas con democracia pura e inclusión, global. Y si esto parece duro, también lo serán las consecuencias del paso del coronavirus, derribando otra soberbia babel global y desnudando al hombre de hoy, extraviado en vanos razonamientos y puras mezquindades(por caso, cuando en este fatal estrago vírico Francia y Alemania le dieron la espalda a una Italia de luto, desdibujando y negando toda ¿unión europea?).

Finalmente, no obstante esta pesadilla inéditamente cruel y difícil, con todo incertidumbre por nuestro porvenir, la resiliencia de la discreta sociedad civil sin duda será (ya lo está siendo) fructífera en valores de ejemplaridad y heroísmos, de solidaridad y hermanamientos: viveros de ciudadanía, empoderamientos y paulatina cohesión global para un futuro personal y comunitario mejor, que nos merecemos.

Una mirada cuyo único límite serán los crímenes ambientales, los nacionalismos, la xenofobia, las dictaduras financieras y monopólicas, las desigualdades y los privilegios. Recordando a Bertolt Brecht y a Yuval Harari, con este coronavirus lo viejo acabará de morir pariendo lo nuevo, asomándonos así a un mundo transformado, completa y definitivamente distinto.

Investigador Cijs UNC.

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