Trenes, aviones y libertad

Historias | Por Roy Rodríguez

Trenes, aviones y libertad

Los trenes son hoy como fantasmas, animales mitológicos que hoy apenas recuerdo, hasta hace tan poco como mediados de los años 70 iban cargados de pasajeros. Pasaban. De este a oeste. Y, volvían, dos o tres veces por semana. Se detenían en una estación pequeña, perdida en el llano, llamada Quetrequén. Acaso esos momentos hayan permanecido, como la música, en un lugar recóndito de la memoria, quizás desde un tiempo anterior a la última dictadura cívico-militar, y su versión primera de la triste y poco célebre frase ramal que para, ramal que cierra”.

Nada más mitológico que un tren para un niño que iba a verlos a la vera de esas vías porque, en el lugar adonde nació el tren nunca pasó.

Los mitos nacionales

Raúl Scalabrini Ortiz, en su Historia de los Ferrocarriles Argentinos”, cuenta que para la construcción del tren entre Córdoba y Buenos Aires el Estado argentino cedió dos kilómetros y medio a cada lado de las vías. Y esa idea fue de uso corriente en todos los tendidos. A veces tiendo a pensar que nací en un pueblo sin trenes porque alguien no cedió debidamente sus tierras. Argentinidades.

En tren recorrían la inmensidad de la llanura los braceros, cosecheros y estibadores, durante los veranos de principios del siglo XX. Eran peones golondrina”. Necesitaban viajar. En tren. Trabajaban en los campos y seguían. Pero hubo un momento en que las protestas y las huelgas eran más que los granos por cosechar, sobre todo a finales de la década de 1910. El historiador Jorge Etchenique lo cuenta en su libro Pampa libre”, por ejemplo.

Como forma de garantizar siembras y cosechas, el gobierno de la provincia de Buenos Aires decidió que hasta dos trabajadores rurales podrían viajar gratis en cada vagón de pasajeros. Era el año 1920. El decreto llevaba la firma de José Camilo Crotto, abogado y estanciero, hijo de italianos que amasaron una fortuna desde su pulpería en los pagos de Tapalqué. La historia lo recuerda por haber sido el primer radical en oponerse a Hipólito Yrigoyen, fundando la línea antipersonalista.

A partir de entonces, los guardas de cada tren, cuando pasaban pidiendo los boletos, al encontrarse con un pasajero que no podía pagar, repetían la frase: Usted viaja por Crotto”. Así, la palabra Crotto” convivió y por momentos reemplazó a linyera, una derivación del italiano lingere”.

El tiempo hizo que croto, ya sin la doble t, sirviera para designar a quienes con lo puesto deambulaban por la inmensidad de la pampa, con esa idea de libertad, de huida, de fuga. Esa idea sostenida por los anarquistas italianos y españoles que engrosaron las filas de peones arrumbados en trenes en las primeras décadas del siglo XX. Croto, como espejo. Desposeídos y estancieros.

Fin del viaje

Según algunos estudios de historia económica reciente, el crack” de 1930 cambió los números en el negocio de los trenes argentinos. Desde entonces, las élites se preocuparon por relacionarlos con la idea de pérdida. El Estado los nacionalizó en 1948, y los trenes y el tiempo siguieron. Y fueron símbolo de libertad, de huida, tal como lo cuenta la canción de Joaquín Sabina (grabada en febrero de 1986).

Ese mismo año en que hubo un Estadio Azteca también se estrenó una película que por estos lares se conoció como Escape en tren” (Runaway train). En ella, el Hollywood del neoliberalismo avisaba: la libertad ya no sería posible y las vías solo conducían a un abismo final.

Y llegaron los 90 y el nuevo milenio, donde la libertad fue un aire acondicionado low cost” de aeropuerto, y las vías se oxidaron.

Por estas tierras, los crotos desaparecieron con los trenes. Y el tiempo voló, sin freno ni sentido hasta que, por un momento, el virus pareció detenerlo todo.

Las fotos muestran a los grandes aviones abandonados a su suerte en el desierto: Boeing 747 o Airbus 380 que ya no volarán. Cementerios de aviones. Desiertos. Silencios en donde solo el viento parece silbar desde un pasado reciente, cuando todo se volvió inmóvil.

Entonces, la pregunta: ¿de qué modo contaremos las historias de libertad y de huida, a partir de ahora? ¿Volverán los trenes? ¿O el futuro ya no será posible? ¿Qué ser mitológico nos espera en un futuro cercano? ¿De qué modo, hombres y mujeres, solitarios, recorrerán el camino hacia la libertad?

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