Adiós, maestro Sabella

Despedidas | Por Javier H. Giletta

Adiós, maestro Sabella

En este año increíblemente fatídico y oscuro, las pérdidas se vienen sucediendo una tras otra. Y así, apenas dos semanas después de la despedida final de Diego Armando Maradona, fue el turno de Alejandro Sabella, ex director técnico de la Selección Argentina, quien falleció el martes 8 de diciembre, a los 66 años, en el Instituto Cardiovascular de Belgrano, donde permanecía internado desde el 25 de noviembre (el mismo día de la desaparición física del máximo astro del fútbol mundial). El deceso de Sabella se produjo a causa de un virus que habría agravado el cuadro de cardiopatía aguda que padecía desde hacía varios años.

Elegante y habilidoso como futbolista y con una breve pero exitosa performance como entrenador, Pachorra” (apodo que reflejaba su carácter tranquilo y ritmo cansino) era, por sobre todas las cosas, un hombre de bien, una gran persona, que supo ganarse el respeto y la consideración de todos, dentro y fuera del ambiente del fútbol.

Nacido futbolísticamente en River Plate, debutó profesionalmente en 1974 y solo la titularidad en el puesto (de número 10) de otro crack extraordinario como Norberto (el Beto”) Alonso, pudo opacar su brillo y le impidió tener la continuidad que merecía. Con la camiseta del Millonario jugó 118 partidos y obtuvo tres títulos locales (el Metro de 1975, el Nacional de ese mismo año, y el Metro de 1977). En 1978, buscando nuevos horizontes, emigró de Núñez para continuar su carrera en Inglaterra, primero en el Sheffield United y luego en el Leeds, el mismo equipo que hoy dirige Marcelo (el Loco”) Bielsa.

En 1982 regresó al país -gracias a la decisiva gestión de Carlos Salvador Bilardo- y se alistó en Estudiantes de La Plata, donde definitivamente encontró su lugar en el mundo. Con el Pincha conquistó el Metropolitano de 1982 y el Nacional de 1983, siendo una de las piezas claves de aquel recordado conjunto platenses dirigido tácticamente por el Narigón” (otro de los íconos de Estudiantes). Junto a Marcelo Trobianni, Miguel Ángel Russo y José Daniel (el Bocha”) Ponce, integró uno de los mejores mediocampos de la historia del fútbol argentino, y desde entonces nació el romance entre Alejandro Sabella y el pueblo pincharrata.

Su trayectoria como jugador profesional tuvo sus últimas paradas en las estaciones de Ferrocarril Oeste (1987/88) y en el Irapuato de México (1988/89), aunque debe recordarse que antes había paseado su talento por Brasil, obteniendo allí el bicampeonato Gaúcho en 1985 y 1986 con el poderoso Gremio de Porto Alegre.

Tras retirarse de la práctica profesional del fútbol, fue durante casi 20 años asistente y ayudante de campo de Daniel Passarella, con quien cultivó una larga relación de amistad, acompañando al Kaisser” en varios clubes (entre ellos: River, el Parma italiano, el Monterrey mexicano y el Corinthians brasileño) y también en las selecciones de Argentina (1994/98) y Uruguay (2000/01).

El 15 de marzo de 2009 debutó como DT en su querido Estudiantes, como no podía ser de otra manera. Ese mismo año, con la Brujita” Juan Sebastián Verón como emblema y estandarte del equipo, levantó la Copa Libertadores de América, la cuarta en la rica historia del León platense. E inmediatamente después alcanzó a rozar la gloria en la final del Mundial de Clubes frente al mejor Barcelona de todos los tiempos (dirigido por Pep Guardiola y con Lionel Messi como figura estelar), cayendo 2 a 1 en tiempo suplementario. Con Estudiantes ganó además el torneo Apertura en la temporada 2010/11.

Al igual que Bilardo, su éxito en La Plata lo proyectó sin escalas a la Selección, siendo presentado por Julio Grondona (por entonces el mandamás de la AFA) en el predio de Ezeiza el 6 de agosto de 2011. Ya con el buzo de entrenador de la celeste y blanca, en su primera charla técnico hizo alusión al bien común, la generosidad, el sentido de pertenencia y la humildad”, valores que consideraba como pilares en su proyecto de trabajo, sorprendió citando a la figura de Manuel Belgrano como ejemplo a seguir” y se mostró honrado” de poder alcanzar lo máximo” en la dirección técnica de la Selección.

Sabella fue, esencialmente, el responsable de haber logrado que los argentinos y argentinas volvieran a ilusionarse con la Albiceleste, y después de transitar unas eliminatorias sin sobresaltos llevó a nuestra Selección a disputar nuevamente la final de un Mundial -en Brasil 2014- luego de 24 años, siendo superados por Alemania en el Maracaná, en tiempo extra y por la mínima diferencia. Aquel 13 de julio del año 2014 sería su último día como director técnico.

Lamentablemente, ese subcampeonato significó una nueva frustración para todos los futboleros, pero el legado que nos dejó el Profesor” excede a las circunstancias de un partido de fútbol y a las buenas o malas decisiones adoptadas en un campo de juego. Minutos antes del duelo ante los germanos, Sabella les dijo a sus jugadores: Debemos ser ante todo dignos con nosotros mismos, con nuestros compañeros y rivales, en la victoria y en la derrota”, lo que representa toda una declaración de principios y un decálogo de comportamiento que jamás deberíamos olvidar.

En tiempos de palabras vacías y excesos de individualismo, él optaba por el agradecimiento y el bajo perfil, las palabras justas y medidas, colocando siempre al todo por encima de las partes (en su concepción, el nosotros” importaba más que el yo”). Fue la calma y el equilibrio en medio del caos y el desorden que reinaba (y sigue reinando) en un fútbol argentino que se desangra por la desorganización y la codicia. Fue un gran conductor y estratega táctico que se sostenía sobre sólidas bases que incluían la pasión, el esfuerzo y la defensa de sus convicciones, que nunca traicionó a lo largo de su vida.

Identificado ideológicamente con el progresismo argentino, abrazó las banderas de la justicia social y la necesidad de igualar oportunidades, lo que lo acercó al Peronismo, orientando su conducta –acaso sin saberlo explícitamente- de conformidad a los principios e ideales del Krausismo, dentro y fuera del campo de juego. Así, su inclaudicable sentido de la ética, la primacía que daba a lo colectivo sobre lo individual, la revalorización de la palabra y su permanente compromiso social, eran algunos testimonios de aquella orientación krausista que podía advertirse en cada conferencia de prensa, en cada declaración antes y después de los encuentros, y en su accionar diario, tanto en el triunfo como en el fracaso.

La muerte de Alejandro Sabella sacudió al mundo del fútbol en un año para el olvido que, sin embargo, será muy difícil olvidar. Se trata de otra pérdida irreparable que enluta a un país que no deja de llorar tantas pérdidas. Es el adiós a un talentoso futbolista y exitoso entrenador que, seguramente, será recordado como uno de los grandes técnicos de la historia del fútbol argentino, pero también como un buen vecino y amigo, un hombre de familia y de trabajo. Es la despedida de un líder generoso y humilde, coherente y sin dobleces, un maestro de verdad. Un héroe de la planificación y del trabajo en equipo, que supo defender valores propios de otros tiempos, que es necesario redescubrir y fortalecer en la sociedad actual. El jugador al que le sobraba habilidad y capacidad, que alternaba las prácticas con sus estudios de Derecho; el director técnico que intentó fusionar lo mejor de Menotti y de Bilardo; el hincha de Boca que surgió en River y terminó siendo ídolo y leyenda en Estudiantes.

Él fue el máximo arquitecto de nuestra última ilusión colectiva en el fútbol. Fue un gran caballero, representante de una estirpe en peligro de extinción, que levantó tan alto como pudo y desde el fútbol las banderas de la solidaridad, el respeto, la honestidad y el trabajo colectivo. Sin dudas, el fútbol te va a extrañar, y no sólo el fútbol… Adiós Pachorra”, apreciado y reconocido Maestro.

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