La política exterior de Biden

Relaciones hemisféricas | Por José E. Ortega y Santiago Espósito

La política exterior de Biden

La transición presidencial avanza en Estados Unidos, mientras el mundo incuba expectativas.

El próximo presidente norteamericano, Joe Biden, es un político de carrera, con casi 50 años en el Senado, ocho años vicepresidente de Barack Obama. Definido como liberal, navegará entre sus propias convicciones -que muchos ponen a la derecha de la media de su partido- y las necesidades políticas de concretar un acuerdo inter partidario para desembarazarse del episodio Trump”, que ha exigido cavilaciones a muchos en Washington. Pero no podrá soslayar la contención de los millones de votos que volvieron a expresarse por un país menos abierto y más preocupado de sí mismo que del resto del mundo. Las mayorías del Congreso, donde el Partido Demócrata está obligado a negociar permanentemente para lograr adhesiones, son clara muestra de ello. ¿Cuán liberal” podría ser esa agenda, si los liberales genuinos” finalmente son minoría?

Se espera un retorno al multilateralismo, revalorizando a organizaciones internacionales como la ONU o sus subsidiarias OMS (denostada por Trump), o la UIT (crucial en la próxima instalación de la tecnología 5G en el planeta). También un regreso a la Unión Europea, a la cual Trump acusó de anticuada y poco productiva. Respecto al Reino Unido, hay un vínculo histórico que no se enfriará, aunque Biden no intervendría de modo tan parcial en la salida de ese país respecto al bloque europeo, como lo hizo su predecesor. Se aguarda una recomposición con potencias como la vecina Canadá o Australia (parte del Commonwealth), aunque habrá que analizar antes de tomar medidas de cooperación, su real impacto en la economía norteamericana.

El mundo seguirá siendo multipolar, con predominio norteamericano. Las potencias aliadas de OTAN y Japón (Tokio ve en Biden una oportunidad de retomar protagonismo en el frente asiático) esperan contrarrestar a Rusia y China. El primer país, lanzado a la competencia como proveedor de la vacuna contra el Covid-19, asegurando sus convenios de provisión de energía a Europa y consolidando posiciones estratégicas en Europa Central (Ucrania) u Oriente Medio (Siria), sin buscar conflictos inmediatos con ninguno de los grandes jugadores mundiales, no parece detener su marcha. El segundo, en plena competencia económica con los EE.UU. cada vez más explícita, matizada por una dura negociación arancelaria y algunos incidentes diplomáticos de baja intensidad en la gestión Trump, plantea alternativas en todos los frentes, incluido el espacio exterior.

En Oriente, Biden conoce el terreno. Pero es diferente visitar la zona del conflicto como un congresista, de asumir la gestión en política exterior, en la que deberá seguir cierta línea permanente que atraviesa todos los gobiernos. De hecho, los discursos de Obama, no necesariamente se correspondieron con sus decisiones (lo muestra el rápido fin de la primavera árabe” y la continuidad de ataques en posiciones como Pakistán, Libia, Irak, Siria, etc.) Biden mantendría la política de retirar tropas en Irak y Afganistán, sostenida en la última administración, y presionaría a Arabia Saudita para que cese su participación en el conflicto del Yemen. ¿Dejará de vender armas y otros insumos críticos a la poderosa monarquía saudí? En otro orden, es interesante seguir su posición respecto al conflicto entre Pakistán e India.

A semanas de haber sido asesinado el responsable del programa nuclear iraní, se habla de una vuelta al Acuerdo Nuclear de 2015 (5+1) que Trump descartó. Respecto al conflicto israelí-palestino, no hay expectativa de cambios sustanciales respecto a las últimas disposiciones de Trump, al menos en el corto plazo (se mantendría la embajada en Jerusalén).

Se considera al catolicismo de Biden como relevante. Siendo titular del Senado, recibió al papa Francisco, en su visita oficial durante 2015. El papa viene bregando por una serie de valores que han aparecido claramente en sus últimas encíclicas, relativos a la amistad mundial, la recuperación de una agenda plenamente respetuosa de los derechos humanos, una política no sometida a la especulación económica, el regreso a objetivos ecológicos de peso. Recordemos que el único presidente católico norteamericano, hasta aquí, fue Kennedy.

En materia de ambiente, se afirma que Biden regresará al Acuerdo Climático de París de 2016 (firmado por 195 países) y pondrá en la negociación a un excanciller: John Kerry, con objetivos a largo plazo (2050).

Para con América Latina no habría cambios significativos. Con México hay esperanzas de mayor apertura y las migraciones estarán en el centro de la escena. En Sudamérica, EE.UU. ha tomado nota de la necesidad de equilibrar la influencia china. Quizá puedan descomprimirse unas pocas posiciones comerciales país por país, mejorando la cooperación técnica y financiera multilateral. Respecto a Venezuela hay expectativa en disminuir las tensiones con Caracas, sin mayor explicación de estrategias.

Con todo, si Biden quiere dejar impronta deberá plantear algo más que el regreso a viejas normalidades. Muchas zonas del mundo lo necesitan.

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