Premoniciones borgeanas de la democracia

Política nacional | Por José María Las Heras

Premoniciones borgeanas de la democracia

Leemos a Jorge Luis Borges, en El libro de arena”: ¿Qué sucedió con los gobiernos? Según la tradición fueron cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer la censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y sus efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos. La realidad sin duda habrá sido más compleja que este resumen”.

La Vicepresidenta de la Nación, en referencia a algunos miembros del gabinete nacional, pide que vayan a buscar otro laburo, a quienes tengan miedo o no se animen” a cumplir los compromisos asumidos con la sociedad. Ya en su carta del 27 de octubre señalaba a los funcionarios o funcionarias que no funcionan”.

Borges afirma que la democracia es un capricho de la estadística. Con este oxímoron, el genial escritor argentino pone en duda su valor. Y va por más en su El libro de arena”, pronosticando, en 1975, con su habitual ironía el fracaso futuro de los gobiernos.

Sus palabras, ¿evidencian un espíritu aristocrático para el manejo de la cuestión pública?, ¿son una manera de justificar los gobiernos militares de su época?

Borges y Sábato (quien integró la CONADEP creada por Alfonsín) visitaron en 1976 al dictador Jorge Rafael Videla. Se arrepintieron después, y a modo de disculpas fueron a solicitar la libertad de muchos intelectuales, entre ellos el olvidado Antonio Di Benedetto, autor de la magistral Zama”.

Sus dichos en El libro de arena” advierten sobre el futuro de los gobiernos. El neoliberalismo (con su posición más extrema, la de los libertarios”) apuesta al fracaso de las instituciones estatales, soñando que caigan en desuso”; quienes creemos en un Estado de cariz social con democracia participativa tendremos que comprender, para no caer en tal juego falaz, que la obsolescencia no es solo de las máquinas: necesitamos resiliencia institucional.

La democracia, una creación moderna para vivir en sociedad, es un capricho de la estadística si se la sofrena para que el ciudadano sea un convidado de piedra solo para votar. La democracia no es una eventualidad para elegir funcionarios y legisladores cada dos años: necesita de militancia permanente, que se refuerza con la participación ciudadana activa, como señala Stéphane Hessel, coautor de la Carta de Derechos Humanos de ONU, en su libro ¡Indignaos!”, un alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica, legitimando el protagonismo de mujeres y hombres para fortalecer la democracia.

La democracia muta a capricho estadístico cuando, cual auto profecía, se propicia el vaciamiento del Estado. Con ello se logrará el malhadado final de camino en que los gobernantes llamaban a elecciones…  sin que nadie en el planeta los acatara”. 

Con sus premoniciones Borges se anticipa a los tiempos que hoy vivimos. La pandemia puede ayudar a afilar las garras absolutistas del poder financiero y tecnológico, los dos grandes árbitros del mundo. Así, peligrosamente, los gobiernos van perdiendo su poder, cayendo en desuso”. Esto se advierte con el empoderamiento de grandes grupos financieros, bajo la complacencia de organismos como el FMI y el Banco Mundial. Y, más recientemente, la hegemonía de los oligopolios tecnológicos bautizados como GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft) debilitando el poder de Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia. Mientras China, con fuerte presencia estatal, se asoma con su imponente capacidad financiera -es el más importante tenedor de bonos del tesoro de EEUU- y su primacía en tecnologías como 5G, con Huawei a la cabeza. La disputa es a final abierto.

Como imagina Borges, hablando de los gobernantes, la prensa dejó de publicar sus colaboraciones y sus efigies”; si las cosas siguen así, dentro de un tiempo continuarán siendo nombrados figuras del ámbito financiero, como George Soros, o tecnólogos, como Bill Gates. Y al túnel del olvido –por lo menos para el gran público– ingresarán personajes como Donald Trump o Ángela Merkel.

La conducción de la cosa pública no es tarea para cualquiera. El más hábil de los políticos puede caer en decisiones demagógicas si no se respalda con fundamentos técnicos. El mejor de los expertos, cuando gobierna, puede implementar medidas tecnocráticas si no las pondera con sensibilidad social. Por eso necesitamos personas decididas, rara avis” pública, estadistas parados en un pie con pensamiento estratégico en un mundo cambiante. Y en el otro, con comprensión del ecosistema de las tecnologías.

Bajo ese paradigma entendemos el reclamo de la Vicepresidente, búsquense otro laburo, so pena de que algunos tendrán que buscar oficios honestos; o tal vez lograr ser buenos cómicos o curanderos”. De los honestos está la siempre necesaria transparencia. De los cómicos, hay ejemplos de cómo viudas del poder caen en situaciones ridículas. De curanderos, asusta ver cómo algunos gobernando recetaron tomar lavandina o ungüentos mágicos para combatir el Covid.

Ex ministro de Finanzas, profesor consulto de la UNC

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