Chicocracia. Nuevos gobiernos del tiempo

Por Pancho Marchiaro

Chicocracia. Nuevos gobiernos del tiempo

En la mañana de la vida la monarquía de los deseos se imponía en nuestros juegos, y gobernábamos con fantasía desde el patio hasta la pelopincho. Condujimos ejércitos de soldaditos en cotidianas invasiones vespertinas cada tarde, después de la leche, y hasta la hora del baño. Lo hacíamos en veredas propias o del vecino, con toda la autoridad que nos permitían los traslados en autitos buby”, secundados por toscos pero indestructibles duravit” y codiciados majorette” (que debían volver a casa sí o sí). Cada jornada nos encontraba con la potencia ascendente de los dirigentes recién electos, aunque dicho poder no se extendía más allá de nuestra propia diversión, ya que en la familia fuimos actores de reparto a la hora de decidir.

El cambio de siglo trajo un tiempo compasivo para los niños: con los bolsillos llenos de figuritas, aquellos niños de rodillas sucias hoy son padres que negocian el cogobierno de su tiempo libre con sus hijos. La perspectiva que aporta la historia nos muestra que muchas cosas no salieron como hubiéramos querido, pero si hay algo que hicimos bien es construir espacios donde los chicos también mandan: vacaciones, salidas, festivales, exposiciones, películas, restoranes, y cada vez más proyectos de entretenimiento y cultura están pensados para hijas e hijos. Y no se trata de guarderías, ponerles la tablet o prestarles el teléfono, sino del disfrute conjunto. Algunos apuntes de esta nueva democracia parlamentaria entre hijos y padres.

Podríamos fundamentar el creciente protagonismo infantil en las actividades culturales desde dos perspectivas: por un lado está la infancia como fuerza constructora de mundos creativos (ya lo dijo Jorge Bonino: no me interesa hablar con nadie que tenga más de 9 años”); y por el otro, nuevos paradigmas familiares y sociales que condicionan el tiempo.

En el primero de los argumentos encontramos el vínculo entre el juego y la creación que diversos autores (Richter, Hoffmann, Winnicott) identificaron como el mecanismo psicológico para apartarse de la realidad y desplegar la ficción, base elemental de la producción artística.

Habitar un castillo es un juego. El castillo se vuelve de cristal, y se hace música en las letras de Sui Generis, una muralla que divide el tiempo, un extraño con pelo largo, una bestia pop o una mañana campestre, son ideas diseñadas en la niñez y cantadas por una Nación.

Pero además del mérito infantil están las coyunturas propias de esta época hiperproductiva: la ampliación de la jornada laboral, la penetración de responsabilidades a través del teléfono, la superposición de tareas, el pluriempleo, la aceleración vertiginosa de reclamos profesionales… o el estrés desde la corbata y hasta la irritación del colon nos obligan a comprender que los tiempos de descanso, recreación y compartir son necesariamente coincidentes. Sin las vacaciones de un mes que gozó la generación anterior, vamos a danzar la ridiculez con los ojos cerrados y la manito de nuestra hija en la misma frecuencia cardíaca.

Además de darle alegría al corazón sentiremos como se transforma el aire. Esa transformación que propuso Fito Paez no es ajena a las organizaciones que se encuentran obligadas, no en tolerar niños, sino en volverles protagonistas. 

Aunque es difícil trazar una línea histórica, parece ser que con la película Monsters” (2001) hay un quiebre hacia la chicocracia, puesto que la historia de Sulley y Mike es uno de los grandes productos para grandes y chicos. Su argumento propone que los niños son tóxicos, y tal vez desde esa tensión consiguió interpelar a los habitantes de la butaca en diferentes frecuencias de humor.

Lejos de ser tóxicos, los chicos son decisores cada vez más significativos en la elección de grandes buques de facturación, como los films de Marvel, que padres e hijos deseamos con igual ansiedad; o la grilla de Disney Plus. Ciertamente, esta app de transmisión on demand” se lanzó hace poco más de un año en EEUU (12/11/19) y no casualmente incluye el material de Marvel, Pixar, Lucasfilm, y varias galaxias del Universo Simpson: Disney que se ha vuelto una de las empresas más grandes del mundo, cautivando año a año a madres, padres y abuelos con productos casi perfectos, como la reciente The Mandalorian”. Walt (por cierto: la persona que más Oscars recibió) estará orgulloso en su helada y fantasiosa muerte.

La curiosidad de los niños salió volando propulsada por su belleza, y al condensarse llovió en forma de ideas que los productores bebieron y convirtieron en nuevos formatos y propuestas. Ya no hablamos solo de películas, sino que otras prácticas culturales, como los festivales de rock, hoy son ámbitos para familias con niñas y niños, atractivos para un amplio espectro de edades y niveles de lectura.

En materia de estéticas también hay un coqueteo con lo lúdico, así como un componente aniñado que está muy latente en perfiles de redes sociales con contenido no necesariamente apto para chicos.

A nivel global, la ilustración es el nuevo desarrollo tecnológico de los tremendos autos Hummer. La empresa ha puesto en manos de Epic Games, desarrolladora de videojuegos, el nuevo software de su apuesta: la versión eléctrica. Toda una señal de que los niños también conducen, no solo el tiempo recreativo, también las interfases hacia la realidad.

La ternura, la sorpresa, y la excitación son formas sublimes de comportamiento que sembramos en nuestro sistema emocional. Su germinación y crecimiento se puede cultivar entre distintas generaciones, como escribió Nietzsche, «la madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño».

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