2021, año chino

Por Andrés Ortega

2021, año chino

En la competencia bipolar entre EEUU y China la dimensión ideológica está tomando una creciente dimensión. Por parte china, de EEUU (Trump y Biden) y de Europa. La represión de uigures en Xinjiang y la nueva ley de seguridad en Hong Kong han traído las diferencias ideológicas a un nuevo plano. El tecno-nacionalismo se va imponiendo tanto en China como en EEUU.

El factor ideológico puede reforzar el geopolítico, para generar una coalición formal o informal frente. Un ejemplo puede ser el Partenariado Global para la Inteligencia Artificial (Global Partnership for AI), para un uso responsable de esta tecnología que respete los derechos humanos y la democracia. Europa tampoco es una santa: Amnistía Internacional ha denunciado que tres empresas europeas de inteligencia artificial (IA) exportan a China tecnología de vigilancia. Europa está revisando sus reglas sobre tecnologías de doble uso en este sentido. No cabe ignorar que un 50% de los países del mundo permiten el uso de técnicas de reconocimiento facial, ya sea por administraciones públicas o empresas privadas.

Esta rivalidad ideológica es algo muy diferente de lo que lo fue en la Guerra Fría entre Occidente y la Unión Soviética, en la que, además del enfrentamiento estratégico-militar, hubo competencia por el modelo de economía y sociedad, y Moscú pudo contar con la obediencia de algunos partidos comunistas occidentales. Incluso hubo, cuando las tensiones entre Pekín y Moscú, partidos comunistas pro-chinos. Todo esto viene además tras la ingenuidad y error de análisis occidental de pensar que la apertura y desarrollo económicos de China iban a llevar a una liberalización de su sistema político. Es más, los ataques contra China refuerzan su nacionalismo, un factor ideológico utilizado por el Partido Comunista para frenar los limitados brotes liberales.

El modelo chino responde a una realidad histórica y no es exportable, entre otras cosas, porque se basa en un sistema meritocrático, un partido disciplinado, una fuerte ética del trabajo y un énfasis en la educación para ascender en la escala social, aunque haya que añadir que también hay ascensos, como el del propio Xi Jinping, que han resultado permanentes para algunos grupos sociales. La ideología va más allá. También tiene una fuerte componente ideológica la política de sostenibilidad medioambiental, y en esto, pese a ser China gran contaminadora, Europa está más cerca de ella que de EEUU.

No hay una internacional de partidos, pero Pekín si está tejiendo una red de intereses e influencias pro-chinos, cortejando con inversiones y comercio a algunos países de forma bilateral, o a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, también conocida como Nueva Ruta de la Seda, una gigante apuesta de ingeniería geopolítica. La influencia de China en Hollywood es cada vez mayor, sobre todo porque se está convirtiendo en el mayor mercado fuera de EEUU para aquellas producciones. Todos tienen enormes aparatos de propaganda, especialmente ahora con el auge de las redes sociales y su manipulación (desinformación). Pero si el régimen no es exportable, algunas de sus características sí lo son, como el uso de las nuevas tecnologías en conjunción con lo que van aportando la psicología y las neurociencias, no solo para vigilar, sino para organizar el sistema autoritario. Es el tecno-autoritarismo, un nuevo tipo de gobernanza política. Por eso la tecnología ha ido adquiriendo también una dimensión esencial en el debate geopolítico, pero también en el ideológico.

Analistas como Eldbridge Colby y Robert Kaplan consideran que meter la ideología en las relaciones con China puede llevar a EEUU a cometer errores estratégicos, como, en la Guerra Fría, a la equivocada guerra de Vietnam. Pero a la vez admiten, como hicieron hace un tiempo Kurt Campbell y Jake Sullivan, que China puede presentar en última instancia un desafío ideológico más fuerte que la Unión Soviética. El ascenso de China a superpotencia ejercerá una atracción hacia la autocracia. La fusión de China del capitalismo autoritario y la vigilancia digital puede ser más duradera y atractiva que el marxismo”.

No es un camino de una sola dirección. China, a su vez, tiene un cierto miedo a la penetración de las ideas occidentales de democracia y de derechos humanos en su propio tejido sociopolítico. El régimen chino no solo rechaza para sí la democracia liberal, sino que la desprecia. Es verdad que, en estos momentos, la idea de democracia occidental está pasando por momentos más bajos, ya antes del Covid y más aún con la gestión de los efectos de la pandemia. China va en cabeza en términos de recuperación económica.

El debate ideológico con China versa cada vez más sobre valores, aunque tras él se escondan las realidades del poder. La batalla de las narrativas y los desequilibrios de percepciones son importantes. Las ideas y las ideologías también pesan.

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