Alberto y la Unasur que se viene

Por José E. Ortega y Santiago Espósito

Alberto y la Unasur que se viene

En diciembre, el Grupo de Lima rechazó las elecciones legislativas venezolanas, sin adhesión de México ni Argentina. Un mes antes, tras el triunfo de Luis Arce en Bolivia, Alberto Fernández anticipó su intención de abandonar ese espacio -contrariamente a lo definido inicialmente vía Cancillería-, y reimpulsar la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur).

Unasur nació en 2008, promovida por Venezuela, Brasil, Ecuador, Bolivia y Argentina (llegando a participar 12 países), para ampliar la coordinación política regional, priorizando energía, infraestructura, finanzas y defensa. Los cambios de signo político en varios gobiernos desde 2014, la profunda crisis en Venezuela, el aletargamiento del Consejo de Defensa Suramericano, condujeron a su desfinanciamiento y al desacuerdo para designar Secretario General, vacante desde 2017. La falta de consenso para abordar la crisis venezolana impulsó la creación, en dicho año, del Grupo de Lima.

Avalado por la OEA, el bloque procuró liderar la presión regional contra Maduro, sin mayores resultados. En agosto, Argentina adhirió al Grupo Internacional de Contacto sobre Venezuela, promovido por la Unión Europea en 2019, e integrado por aquélla y Bolivia, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Uruguay. Se adapta mejor a la postura actual del gobierno de Fernández sobre Venezuela: no cuestiona legitimidad de Maduro ni el reconocimiento como presidente de Juan Guaidó, sino que pide elecciones libres y denuncia de las violaciones de Derechos Humanos.

¿Es viable Unasur? Es difícil imaginarla sin el apoyo de Brasil y arrastrando la crisis venezolana. Pero los procesos coetáneos o posteriores no la han desplazado como concepto. Mercosur sigue instalado (pero diluido) y en el continente, el último esquema relativamente exitoso, la Alianza del Pacífico, enfocado en el comercio, tuvo mejor performance externa que percepción interna.  

El recuerdo de Perón

La diplomacia de Fernández abrió más canales en el Cono Sur. Importantes gestiones desplegadas entre Buenos Aires y Brasilia han sacado de la crispación al vínculo con Bolsonaro. Se confía en un acercamiento a Montevideo tras la cena ofrecida a Fernández por Lacalle Pou. En la última semana de enero, una visita oficial a Santiago de Chile incluyó una maratónica actividad entre Alberto y Piñera, reuniones con políticos trasandinos opositores -Chile irá a elecciones generales este año, además de convocarse a elección de constituyentes- y una crucial agenda con empresarios con intereses en Argentina.

Alberto Fernández sorprendió con el recuerdo de una iniciativa de Perón, al inicio de su segunda presidencia: el segundo ABC”. Negociado secretamente con Getulio Vargas, fue anunciado junto a Ibáñez del Campo en una misión a Santiago, en febrero de 1953. Ibáñez visitó Buenos Aires meses después, suscribiendo un Tratado de Unión Económica, de coordinación y complementación comercial e industrial: promovía el aumento de las exportaciones, la supresión de gravámenes, la racionalización administrativa, el intercambio comercial, acuerdos zonales específicos, compensación de facilidades financieras, etc.

Visitando Santiago, Perón informa sobre el respaldo de Vargas, pero el canciller brasileño Neves da Fontoura rechaza la iniciativa. Getulio se desentiende, Brasil se alejará cada vez más y finalmente el presidente brasileño, cercado por cruciales dificultades políticas, se suicidará en 1954. Pero la iniciativa avanza entre Chile y Argentina. Se rubrican acuerdos específicos. Los resultados que produce son muy importantes: a modo de ejemplo, entre 1948 y 1955 las exportaciones agrícolas a Chile se quintuplican.

En paralelo, la Argentina firma convenios similares con Paraguay, que incluyen la visita de Perón a Asunción y la devolución de los trofeos” arrebatados en la Guerra de la Triple Alianza.

Los acuerdos con Chile y Paraguay son derogados en 1955 por la autoproclamada Revolución Libertadora. Un año después, las exportaciones a Santiago caían un 40% y a Asunción más del 10%. Todo ello en el marco de las profundas convulsiones que el derrocamiento de Perón produjo en el seno de cada país y en las relaciones bilaterales.

Anticipo del Mercosur, y sólidamente fundado en la lectura del contexto de entonces, el Tratado propuesto por Perón es un antecedente en la integración comparada mundial, pues se firma poco después del Tratado CECA (antecedente de la UE) de 1951. Perón profundizó su mirada de la integración latinoamericana, como lo muestran sus diferentes aportes cuando estuvo exilado, y el esfuerzo en su tercera presidencia (1973-1974). Bien visto en sus planteos por Washington; distendiendo rápidamente con Brasil; descongelando la situación bilateral con Chile; cerrando definitivamente heridas con Uruguay (al firmar el Tratado del Río de la Plata y apurar la demorada construcción de los dos puentes sobre el Río Uruguay); visitando a Stroessner para ordenar la agenda con Paraguay; acelerando vínculos con Perú; vigorizando relaciones con Cuba; e impulsando una presencia argentina en los mercados de cada país (otorgando créditos para compra de manufactura nacional).

En cualquier caso, en el Alberto Fernández que teoriza vía Zoom con el Grupo de Puebla o el que concreta visitas oficiales y suscribe convenios, aparece una idea cierta de procurar la integración. Comenzar por el Cono Sur es vital, por un sinnúmero de aspectos en los que también talla el drama socioeconómico disparado por la pandemia (el Presidente también visitó la CEPAL y mantuvo reuniones reservadas con su titular). El cometido, exige proactividad y sensatez: por las trayectorias de países y líderes, por el destino de ciudadanos que esperan el acercamiento, por las ideas que trascienden la historia y sus mentores, y por la palabra oficial comprometida.

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