Mujeres (ausentes) en la ciudad

Por Jaqueline Vassallo

Mujeres (ausentes) en la ciudad

La ciudad de Córdoba se caracteriza por tener muy pocas calles o avenidas que llevan nombre de mujeres. Entre ellas, figuran Alfonsina Storni, Ana María Janer, Concepción Arenal, Celia Torra, Isabel la Católica, Madre Tránsito Cabanillas, Manuela Cacigas, Mariquita Sánchez, Santa Ana, Santa Rosa, Sofía de Luque y Sor Juan Inés de la Cruz. Pocas mujeres, pocas cordobesas, muchas vinculadas a la vida religiosa.

¿Es posible tanta invisibilidad? ¿Acaso no hubo mujeres que dejaron huella en el discurso histórico de Córdoba desde 1573 hasta la fecha?  

En cambio, abundan los nombres de militares, curas, obispos, abogados y políticos de todos los tiempos, como prueba de la historia androcéntrica que aún vivimos cotidianamente en las calles y en los barrios que habitamos.   Es por ello que resulta interesante que, en el barrio Poeta Lugones, exista una plazoleta que lleva el nombre de la maestra y poeta Malvina Rosa Quiroga (Villa Dolores, 1900- Córdoba, 1983). Malvina creció en Traslasierra, donde, en 1922, egresó con el título de Maestra Normal Nacional. Desde entonces ejerció la docencia primaria, desde el año 1923 hasta que se jubiló, y fue profesora de Castellano en la Escuela Terminal Mariano Fragueiro, institución experimental escolanovista.

Paralelamente a la docencia, la poesía fue uno de los ejes principales de la vida de Malvina Rosa Quiroga. Su actividad literaria comenzó formalmente en 1925, con la publicación de Mis rosas pálidas”, y fue, hasta a su muerte, una de las poetas con mayor producción del interior del país.

Quiroga fue maestra, como otras tantas mujeres que cursaron estudios en la Escuela Normal, que había creado para las hijas de la pequeña burguesía urbana una verdadera carrera de mejoramiento intelectual, social y económico. Muchas se transformaron en maestras-escritoras, y así desbordaron los límites de la institución escolar e intentaron hacer escuchar su voz en los adversos salones ilustrados.

Malvina estuvo entre las primeras mujeres egresadas de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, donde estudió Filosofía. Luego, también se recibió de traductora de italiano, e idónea en portugués y alemán. Cuando llegó a la universidad ingresó a un espacio institucional de educación superior que llevaba apenas unas décadas abierto a las mujeres. A ella le habían precedido las primeras parteras, médicas, farmacéuticas, odontólogas, abogadas y notarias. Estudió en los años 40, cuando las Humanidades estaban divididas en una serie de institutos de investigación dependientes del Rectorado, que habían comenzado a insinuarse a mediados de los años 30, hasta que, en 1946, se fundó la Facultad de Filosofía y Humanidades.

En dicha Facultad ejerció la docencia, en las cátedras de Estética, Literatura Hispanoamericana, Historia Americana de la época de la Conquista, e Historia del Arte. Debido a sus amplios intereses tuvo una fructífera producción científico-cultural, pedagógica y literaria. Entre 1925 y 1982 publicó Rosas pálidas” (1925), Horas tuyas” (1929), Silenciosamente” (1931), Flor de Ceniza” (1948), Estrella y soledad” (1949), Música y humo” (1951), Arcángeles ciegos” (1965), Recuerdo y ausencias” (1978), y Fervor” (1982). En 1966 integró el jurado que seleccionó, por primera vez, los premios municipales a la producción intelectual en la ciudad de Córdoba sobre poesía, novela, historia y filosofía.

También participó en el primer Congreso Nacional de Filosofía, celebrado en Mendoza en 1949, con una ponencia titulada La intuición estética”. Se trató de un evento que tuvo lugar durante la presidencia de Perón y en el marco de la disputa por la hegemonía ideológica del peronismo, en un momento en que se avecinaba la reforma de la Constitución, cuyos tintes laicos suscitaban el encono del catolicismo tradicional. Quiroga era ya por entonces una poeta reconocida, y ese mismo año publicó Estrella y soledad”, que salió de los talleres de la Imprenta de la UNC.

Malvina falleció en Córdoba en 1983. Durante su vida, y de manera póstuma, recibió numerosos homenajes relacionados principalmente a su actividad literaria. Un jardín de infantes radicado en barrio Residencial América lleva su nombre, como también el Ipem 301. En Villa Dolores, su ciudad natal y en cuyo cementerio descansan sus restos, existe una calle que lleva su nombre.

Entre las tantas formas en que se expresa la lucha de las mujeres y las disidencias, está la del espacio y los lugares que habitamos. Los lugares por los que transitamos todos los días tienen nombres, guardan relatos y encierran disputas. Evidentemente desde los municipios se han priorizado los logros de los varones, que los hacen acreedores de un reconocimiento histórico. Es por ello que proponemos salir a escrutar la ciudad con anteojos violetas, para interpelar ausencias y presencias que siguen reproduciendo formas de ser y estar en el mundo, y que, como bien señala la socióloga argentina Marcela País Andrade, gestionan desigualdades por medio de acciones y prácticas patriarcales.

Salir de la versión móvil