Las banderas y las vacunas

Por Mario José Pino

Las banderas y las vacunas

El Covid-19 ha provocado una aceleración de las tensiones geopolíticas del globo, principalmente una precipitación de los enfrentamientos por el liderazgo mundial, al tiempo que aumenta el reclamo por la adopción de medidas globales conjuntas y consensuadas para atacar los problemas comunes del mundo, como la propia pandemia, el medioambiente, la desigualdad y la pobreza. Es un escenario caótico y contradictorio donde la desconfianza general entre los líderes y las naciones se ha incrementado. Al mismo tiempo se han alcanzado progresos impensados en el campo de la tecnología y la inteligencia artificial en un año de cuarentenas y restricciones.

En gran parte del globo, y particularmente en América Latina en su absoluta totalidad, la degradación de las clases dirigentes expone la incapacidad de enfrentar la pandemia y deja al descubierto limitaciones para atacar los problemas centrales; los liderazgos instituidos pareciera que no alcanzan a orientar a sus pueblos y comunidades de manera que pudiesen serenar la quizás errada sensación de catástrofe apocalíptica. Asimismo, el fortalecimiento del rol del Estado, la reconsideración de los nacionalismos y, contradictoriamente, los entendimientos globales aparecen como campos centrales de reflexiones todavía desordenadas.

El viernes 12 de marzo se reunieron los jefes de Estado del QUAD (EEUU, Japón, India y Australia); se trata de una asociación informal de las cuatro democracias más sólidas y poderosas del Asia-Pacífico, por la pandemia. El QUAD acordó su primera acción colectiva en 2006, por el tsunami de 2004; tres lustros después el panorama ha cambiado. EEUU no volverá a detentar la hegemonía; las potencias medianas han comprendido que en su independencia radica la seguridad de su futuro; Europa sigue en la búsqueda de su identidad común; Rusia se consolida como poder global, y China avanza. El QUAD hoy se aboca a cómo enfrentar el Covid-19 y salir al cruce directo de la diplomacia china, que Xi Jinping ha llamado la ruta de la seda de la salud”.

Poco importa que China deplore que se hable de su diplomacia de la vacuna”. Se trata de un juego global en el que se miden los poderes en una disputa que tiende a superar la inmediatez de la propia pandemia. Influencia política, presiones, acuerdos y alianzas estratégicas, facilidades comerciales y participación en las grandes ganancias de la industria farmacéutica son los escenarios. Los científicos y comunicadores también se involucran por lucro, convicción o estupidez. Las vacunas se han convertido en un instrumento del juego de la geopolítica y la diplomacia. En el medio, toda la Humanidad desorientada.

Las incertidumbres respecto al futuro de la pandemia agregan un ingrediente de tensión, que obligarán a repensar las prioridades políticas a largo plazo. El hecho de que los productores de vacunas hayan comenzado a establecer acuerdos para su fabricación en terceros y lejanos países es una clara evidencia que las perspectivas son a largo plazo, toda vez que una fábrica de vacunas necesita un período de desarrollo no menor a un año para comenzar su producción; si a ello se le suma el tiempo de amortización de inversión, bien permitiría afirmar que la pandemia ha llegado para quedarse.

La diplomacia de la vacuna se ha vuelto complicada, tanto para los proveedores como para los compradores y beneficiarios de donaciones. Algunos cálculos efectuados por los países que la adoptaron (China en primer lugar) aparecen cuestionados por la duración de la pandemia y la aparición de otros actores en la competencia, como el caso de la India, el mayor fabricante de vacunas del mundo. La carencia lleva a la imposibilidad de cumplir las obligaciones contraídas, y gobiernos que alardean de compras importantes no pueden explicar la falta a sus ansiosas poblaciones. Pocas naciones (Israel, Seychelles) han encontrado satisfacción; en otras -como Chile- no se conocen los motivos de su suministro, ya que las negociaciones de compra son confidenciales, y hay clara sospecha que se han pretendido condiciones leoninas e inaceptables.

A medida que parecen consolidarse los nacionalismos de la vacuna, las potencias acumulan stocks importantes de dosis que aún no existen, aunque se admite universalmente que es ineficiente resguardar aisladamente a un país totalmente vacunado, ya que la inmunización del rebaño es global o no lo es. 

Los esfuerzos mundiales están concentrados en el sistema COVAX conducido por la Organización Mundial de la Salud, que aspira a distribuir 2.000 millones de dosis en los 98 países más vulnerables, y ha celebrado contratos con Astrazeneca por 500 millones y con Pfizer por 1.200 millones de dosis. Debe advertirse que las fuertes críticas a la OMS en los primeros tiempos de la pandemia se calmaron una vez que la firma de esos contratos se concretó.

Las contribuciones para una distribución más solidaria de las vacunas a través del COVAX son sostenidas en un 95% por los países del G7, encabezados por EEUU (casa de Pfifer), Alemania (socia de Pfifer) y Gran Bretaña (fabricante de Astrazeneca). El problema central es el mismo: las vacunas vienen demoradas y la OMS ha alertado de lo que sería un fracaso moral catastrófico”.

La ministra de Salud, Carla Vizzotti, dijo que Rusia prioriza a la Argentina en la provisión de vacunas porque somos un socio estratégico”; es de esperar que esa poco feliz expresión no ratifique lo dicho en 2020 por una embajadora que no fue: que las vacunas debían comprarse a China, Rusia o Cuba por razones geopolíticas. Sería una opción equivocada para la salud y para la inserción de Argentina en el mundo.

 

Abogado y diplomático.

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