La política exterior en tiempos de Menem

Por José Emilio Ortega y Santiago Espósito

La política exterior en tiempos de Menem

La trayectoria política de Carlos Saúl Menem (1930-2021) es tan vasta como compleja. Ultimo líder argentino del siglo XX, segundo piloto de la transición democrática argentina (1989-1999), no puede prescindirse del contexto interno y externo para analizar sus decisiones en diferentes áreas. En los centros de decisión del mundo, se habían impuesto economías de ajuste y reforma estructural. Con el fin de la Guerra Fría, la Unión Soviética era historia. En el Cono Sur, se iniciaba el regreso al Estado de Derecho.

¿Hay diferencias de fondo entre las políticas exteriores de Menem y Alfonsín? Éste había designado como canciller al sociólogo (formado en París) Dante Caputo, quien con un giro realista”, procura movilizar a los países occidentales e instalar confianza en los procesos políticos, sociales y económicos argentino y sudamericano, en la búsqueda de oportunidades y mercados. Una necesidad de diferenciarse de las posturas de los gobiernos de facto, con la acechanza de muchos sectores dentro de la U.C.R. como en la oposición, le generaron al pintoresco canciller -retratado por el gran Mario Sapag en sus programas- severos obstáculos en su política de aproximación a Washington. Pero Alfonsín no prescindió de la relación amistosa con el país del Norte para acercar posiciones cruciales en numerosos temas: desde la agenda de Derechos Humanos hasta la grave crisis continental generada por una impagable deuda externa. Avanzar en la decidida integración con el Brasil de José Sarney, proceso que nace en 1985/86 y se afianza con el Mercosur (1991), apunta también en esa dirección.

Menem mantiene un discurso internacional de corte nacionalista en su campaña; adscribiendo al llegar a la Casa Rosada, al realismo periférico” (en términos de Carlos Escudé). Ello no implica un giro de 180 grados respecto a la posición argentina del gobierno saliente. Acota un investigador (Roberto Miranda) que frente al concepto relaciones maduras” empleado en tiempos de Alfonsín para explicar la relación con Washington, Cavallo dirá relaciones excelentes” y Guido di Tella relaciones carnales”. Como señala dicho autor, Menem profundizó este giro realista o pragmático” sin imprimir un cambio de políticas.

El Presidente lee el contexto. Se encuentra entre los primeros países que reconoce a los Estados independizados de la ex Unión Soviética. Envía tropas a la Guerra del Golfo. Restablece vínculos con Londres (con el famoso paraguas” por Malvinas). Se esfuerza por ofrecer al exterior una imagen confiable; un país que asume la necesidad de realizar profundas reformas estructurales necesarias para recibir inversión extranjera directa (serán casi 78.000 millones de dólares entre 1992 y 1999). Concluye en marzo de 1991, en Asunción, el Tratado de fundación del Mercosur, junto a Brasil, Uruguay y Paraguay. Consolida con Chile un acercamiento que lo hará ser recordado en ese país como el presidente argentino más preocupado por la relación bilateral. Se convierte en aliado extra OTAN” en 1998.  Pero ni el alineamiento con la órbita estadounidense, ni la afirmación de relaciones con Brasilia, ni la integración del Cono Sur, ni el entendimiento con Santiago, ni la búsqueda de nuevos acuerdos con la entonces Comunidad Europea (mediante el puente español), hubieran sido factibles sin los cimientos aportados por la diplomacia alfonsinista.

Cierto es que el tema es más complejo: la apelación de Menem al primer mundo” como alternativa real y viable sin escalas, el efecto que produce la convertibilidad y la interpretación que en el país se realiza del amplio marco de posibilidades de interacción con el exterior, la radicación  de importantes empresas multinacionales, en algunas oportunidades también asociadas a firmas locales, ralentizan la percepción de los efectos negativos del endeudamiento y las consecuencias de esa drástica apertura en la economía local. También los errores y las causas penales que aún la Justicia no ha podido esclarecer, como las triangulaciones de venta de armamento a Croacia o Ecuador (con el capítulo incompleto de la explosión en la Fábrica Militar de Río Tercero) y los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA, son episodios que un análisis más profundo debería incluir dentro del balance.

La profunda crisis económica que subsumió al país a fines de la década de 1980 – expresada en sucesivos shocks hiperinflacionarios- generó condiciones para que el vínculo entre el Estado y el mercado experimentara una metamorfosis de tal magnitud que terminaría por redefinir el modelo de desarrollo y la concepción misma de la democracia en la Argentina. Así, los dos cancilleres que designó Menem en sus diez años y cinco meses de gobierno fueron sólidos economistas: Domingo Felipe Cavallo (hasta 1991) y Guido di Tella (hasta 1999). La relación con Estados Unidos se articulaba con el proceso de normalización y refundación del país. Había consenso en que la crisis económica que había vivido la Argentina se debía a todo un modelo de desarrollo interno y de inserción internacional erróneo.

El Pacto de Olivos (1993-1994) y la reforma constitucional expresan otro hito en la continuidad del proceso de transición democrática argentino, que reconoce liderazgos diferentes, en un mundo diferente. El país no tenía margen de maniobra y debía acoplarse sin mayores prerrogativas al clima de época”. Para el gobierno había una necesidad de obtener apoyo de aquellos que estaban diseñando el nuevo orden internacional; indispensable para superar la crisis, encauzar el tema de la deuda externa y situar correctamente al país en un mundo crecientemente globalizado. En ese plano, independientemente de los aciertos y errores que juzga la historia, Menem expresó una política internacional nítida, bajo un marco de legitimidad social y de consenso político.

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