Diagnóstico (la escuela en pandemia)

Apuntes de clase - La escuela en pandemia | Por David Voloj

Diagnóstico (la escuela en pandemia)

Sexto grado, burbuja 1. Ejercicio de escritura: autobiografía.

-¿Por qué no escribiste nada? ¿Te pareció difícil?

-No, profe. Pasa que todos los chicos nacieron en un hospital, pero mi mamá me tuvo… No lo quiero escribir, me da vergüenza.

-Decime, dale, no escucha nadie.

-Bueno… Nací en la puerta de mi casa.

-¿En serio? ¿Cómo fue?

-La ayudó mí tía cuando venían de comprar. Y mí hermana más chica, igual. Ella nació en el remis.

-Nahhh….

-En serio, preguntelé si quiere.

-No, está bien, te creo. Es una historia buenísima, escribila.

-No, profe. A mí no me gusta tanto escribir, se me cansa la mano. Mejor sigamos hablando.

La vuelta a clases presenciales supone un reencuentro esperado entre docentes y estudiantes, entre compañeros de curso y de trabajo, entre la escuela y las familias. Es cierto que hay menos chicos en las aulas y es menor el tiempo que se comparte. También es cierto que la distancia protocolar resulta extraña y que barbijos y máscaras generan voces con sordina. Sin embargo, el retorno a ese espacio conocido en el que cada uno se identifica con un rol particular ha sido más alentador que cualquier otra estrategia destinada a sostener la educación en tiempos de pandemia.

En la escuela, las prácticas educativas parecieran tener más sentido que en cualquier otro lugar. La experiencia de la virtualidad no solo reveló la desigualdad que atraviesa a la sociedad a nivel de acceso y manejo de recursos tecnológicos sino que puso en evidencia las limitaciones del ámbito doméstico para el desarrollo de aprendizajes. Porque en casa uno es hijo, madre, padre, amigo, pareja, y hacer convivir todo esto con el quehacer de estudiante o docente se tornó caótico, imposible en muchos casos.

Ahora bien, ¿con qué nos encontramos al volver?

A principios de cada ciclo lectivo, los docentes tomamos un préstamo metafórico de la medicina y nos vestimos de doctores para realizar un diagnóstico de los estudiantes. Durante días evaluamos capacidades y aprendizajes como si fueran síntomas de salud o enfermedad, a fin de revisar la organización de nuestras clases, las estrategias didácticas, los programas de estudio.

Pero este año ese diagnóstico nos enfrenta a situaciones inéditas, de una complejidad mayor en aquellos años de transición entre un nivel educativo y otro. Quienes ingresan a primer grado llegan sin algunas herramientas fundamentales que brinda el nivel inicial. Algo similar ocurre con aquellos que empiezan la secundaria y los que decidieron encarar estudios terciarios o universitarios. De allí que los silencios, la falta de respuesta, la escritura manual lenta o la incomprensión de las consignas de trabajo tengan hoy diversos motivos que es necesario atender.

-Profe, ¿tenemos que escribir lo del pizarrón?

-Claro, es de lo que estamos hablando.

-Bueno, dele.

-¡Pero le estás sacando una foto con el celular!

-Y sí… ¿No dijo que había que copiarlo? Después la paso por el WhatsApp del curso.

-Pero eso no es copiar.

– Dele, es lo mismo.

Aunque no se pueda reducir a uno o dos elementos, uno de los grandes desafíos para todos los niveles educativos está en la alfabetización, que en un sentido amplio supone aprender a escribir y leer, de manera autónoma, una serie de textos que revisten una complejidad nueva. Esto quiere decir que no se lee ni se escribe en la secundaria del mismo modo que en la primaria, como tampoco se pueden comprender ni producir textos universitarios sin un aprendizaje del lenguaje académico. Se trata, entonces, de acercar a los estudiantes a otras lógicas de trabajo y, al mismo tiempo, de brindar las herramientas necesarias para que las limitaciones educativas del año anterior puedan ser superadas y no contribuyan al fracaso y la deserción. 

El otro desafío está en la recuperación del valor de la escuela y la presencialidad para aprender. ¿Qué ocurre en el aula que no sucede en la virtualidad? ¿Por qué es necesario estar a la escuela? En las prácticas docentes deben aparecer las respuestas a estos interrogantes si se pretende que los estudiantes vuelvan.

En cuanto a los docentes, cabe preguntarse si estamos en condiciones de encarar ambas modalidades, lo presencial y lo virtual. En poco menos de un mes, burbujas de estudiantes se han cerrado por casos positivos de Covid-19, otras aún tienen problemas de conectividad. Hay colegios en los que ha sido imposible recuperar la presencialidad por la falta de mantenimiento de los edificios o el escaso personal de limpieza. ¿Cómo vamos a enfrentar esta situación? ¿Hicimos un balance de nuestra propia tarea? ¿Con qué herramientas decidimos trabajar para subsanar las dificultades del ciclo anterior?

Este año, el diagnóstico no pareciera tener en cuenta solo a los estudiantes sino a los propios docentes. Porque la nueva normalidad que habitamos exige educadores que sean capaces de reinventarse para atender las necesidades de estudiantes que no son aquellos que conocíamos, que no podrán aprender de la misma forma, y que hoy actúan en un escenario muy distinto a ese que terminó con la pandemia.   

Salir de la versión móvil