24 de Marzo

Carta de nuestros lectores

24 de Marzo

Sr. Director:

¿Conmemoración?, ¿recordación?, ¿festejo?, ¿por qué no se labura el 24?, ¿fecha patria?, ¿religiosa?, ¿cuasi religiosa? ¡Eso!, ¡cuasi religiosa! ¿Memoria, memoria, memoria, de qué me tengo que acordar? ¿Del dolor? ¿De quiénes, de todos? ¡No! De una parte, ¿de cual?

Y… cualquiera que se pronuncie en contra de la cifra de 30.000 será tildado de negacionista, una mácula social, tal como negar a la Virgen en el catecismo… ¡a la hoguera!

La milicada del 76, si te mostrabas de izquierda te desaparecían físicamente; hoy, si no repetís lo del rebaño progresista te desaparecen socialmente, te miran con desconfianza. Porque decir que hubo muertos en todos los bandos es jodido.

La historia se lava con jabón y lavandina, ¿cómo pueden salir a la calle sólo unos a recordar sus muertos, mientras los otros se quedan mordiendo rabia y resentimiento?

¿Dónde es el lugar donde se lloran los soldados de Formosa? ¿O La Tablada?

Me incomoda la historia que no responde a los intereses nacionales y populares. Nos caracterizamos para contentar a la izquierda internacional, o a la derecha liberal, dos bandos irreconciliables financiados por el mismo patrón. Nadie lo reconoce, e incomoda bastante.

El clima estaba a punto de caramelo: los bancos transnacionales, con eso de los petrodólares, debían encajar sus excedentes en algún lado; La Habana exportaba insurgencias; muchos pibes creían en la patria liberada -cosa que es bueno-; la clase media argentina era preocupante por su nivel de instrucción, que distaba del promedio deseable latinoamericano…

El debut lo realiza Chile: un paro de camioneros por seis meses, bancado por Estados Unidos; la CIA coloca a Pinochet y asesina a su Presidente. Que pase el que sigue.

Argentina sigue en la lista: los pibes de la patria liberada” generan el caos suficiente como para que el pueblo pida orden”. Llegan los milicos, preparados en la Escuela de la Américas, con el manual de procedimiento, el cual cumplieron al pie de la letra.

Terror, amedrentamiento, coerción, centros clandestinos, ilegalidad. Mientras, en el 90 por ciento de nuestros países hermanos se vivía lo mismo, el D.T. Kissinger y su Plan Cóndor, junto a los embajadores, aplaudían: todo va saliendo bien”. Era una fiesta, macabra por cierto.
El aturdimiento de las balas ocultaba el propósito final de la serie: enajenar bienes nacionales, endeudar a la Nación, desindustrializar al país, eliminar cuadros comprometidos políticamente con los intereses nacionales, transferencia de empresas, y generar la matriz para posteriores incursiones más pacíficas” de procesos de endeudamiento, desindustrialización y transferencias de bienes del Estado a manos privadas extranjeras (menemismo, delaruismo, macrismo). El coloniaje al palo.

Los militares del Proceso” gozan del privilegio de ser llamados asesinos, porque deberíamos recordarlos como traidores a la patria, servidores de los intereses extranjeros. Tal cual: no dieron puntada sin hilo, desacreditaron el uniforme, ensangrentaron la bandera, se rieron de la ley, pisotearon la Constitución. Como postre, nos llevaron a una guerra con una potencia mundial; un desvarío, como fue un desvarío de la toma del poder” de los pibes.

Pobres pibes, su ingenuidad y falta de experiencia, sus ganas de ser historia y salvar a la Patria de las garras del capitalismo, muchos dirigentes y cuadros arreglaron con las corporaciones; hoy dan conferencias por el mundo y son miembros de organismos de Derechos Humano, o llegan a ministerios; otros están en fosas comunes. ¡Qué pérdida! ¿Quién se hace cargo de ese delirio?

Los 70 fueron la bisagra entre lo que el país buscaba ser después del 45: culto, plena ocupación, sin deuda, industrializado, clases sociales en ascenso, Argentina brillaba en el concierto latinoamericano; hoy en una espiral descendente que no se interrumpe.

La derrota también fue cultural. El pueblo aprendió a odiar a las instituciones castrenses y religiosas, pilares fundacionales de nuestra Patria; las izquierdas, financiadas por la banca internacional, debilitan el tejido social tradicional con ideologías ajenas a nuestras raigambres; la sociedad se sectariza, desconfía de sus pares, la mejor prueba son los sentimientos refractarios entre radicales y peronistas, fuerzas políticas populares y nacionales, con idénticas banderas y orígenes.

Pasaron 45 años de aquella gesta del Departamento de Estado”, su victoria se refleja hoy en cada calle, cuando marchamos separados, cada uno dueño de una verdad a medias que en parte nos satisface, en parte nos ultraja, porque seguimos sin ver al enemigo.

Los 24 de marzo iré a trabajar, y recordaré a los caídos de un lado y del otro, todos argentinos. Y también me acordaré de los traidores, de un lado y del otro.

 

Daniel Etchemendy Ricart

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