La dura realidad de las familias con violencia femicida

Por Marcela Morera

La dura realidad de las familias con violencia femicida

Desde el primer «Ni Una Menos», en 2015, se registraron más de 1.700 femicidios, es decir, que en Argentina una mujer fue asesinada cada 31 horas, y con eso se destrozó una familia de un día para el otro. Con el objetivo de ayudar a otras familias que estén pasando por este mismo dolor.

Las familias que hemos sido atravesadas por un femicidio tenemos en común la perpetuidad, pero no de los asesinos de nuestras mujeres, sino la perpetuidad del dolor con el que conviviremos por el resto de nuestras vidas.

Nos falta una abuela, madre, hija, hermana, prima o cuñada; y a veces también algún niño o una niña a los que les han quitado la vida junto con su mamá. Esa ausencia se siente todos los días y se acentúa el vacío en fechas especiales.

Por eso fundamos Atravesados por el femicidio”: cada integrante del grupo es capaz de empatizar con otros, porque sabemos lo que siente nuestro par. Todos pasamos por ese día en el que el mundo se nos cayó. Sentimos esa angustia y ese dolor en el pecho que no nos deja respirar. Miramos siempre las mismas fotos, recordando con lágrimas a nuestras chicas asesinadas por algún macho violento, y nos llenamos de preguntas: por qué nos pasó a nosotros, o qué fue lo que no hicimos, como cargándonos con culpas que no tenemos. Los únicos responsables de esta ausencia son los femicidas.

Le debemos sumar a ello el hecho de si conseguimos o no justicia, porque un femicidio impune carga con más dolor e impotencia; o si hemos logrado una condena, hay que estar atentos a los asesinos que pidan prisión domiciliaria, reducción de pena, o inconstitucionalidad de la perpetua. Perpetua que no es tal, porque imaginamos que significa «para toda la vida», pero para la justicia perpetua son 35 años.

Nos encontramos con casos donde el femicida, o bien pertenece a una fuerza de seguridad, o es ayudado por las mismas a limpiar el lugar del hecho, a ensuciar las pruebas, y donde los ciudadanos debiéramos sentirnos protegidos nos encontramos en un estado de indefensión que nos deja paralizados.

Peregrinar por pasillos para conseguir justicia sin un abogado que nos represente, porque no contamos con los medios para pagar sus honorarios, es otra historia de sinsabores; y aunque tengamos uno, debemos estar atentos, vigilando que haga lo correcto, porque hay todo tipo de profesionales, algunos sin escrúpulos que solo aumentan más dolor al que ya cargamos. Pelear con fiscales y jueces para que hagan su trabajo, con la visión de género que requieren estos casos. Pasamos de no entender los términos legales en que nos hablan, a encontramos usando esas palabras, que antes desconocíamos.

Un capítulo aparte merecen las familias que se han quedado con los niños huérfanos, que muchas veces tienen que lidiar con que fue su propio padre quien asesinó a su mamá. Estas familias deben reorganizarse, tanto en lo emocional, como en lo habitacional y en lo económico: un devenir de trámites para conseguir la guarda de los menores, tramitar la Ley Brisa”, y contenerlos psicológicamente, muchas veces sin ninguna asistencia estatal, enfrentando un sinfín de cuestiones y preguntas que van creciendo con ellos/as a medida que avanza el tiempo.

Hay femicidas que nos amenazan desde el penal, por las redes, o sus familias nos hostigan, como si lo que ya pasamos hubiera sido poca cosa. Hay familias que salen a buscar el cuerpo de sus chicas, porque quien debiera hacerlo no lo hace. Enfrentamos juicios donde escuchamos mentiras, y cómo ensucian a nuestras víctimas con tal de conseguir una reducción de pena…

La vida para los familiares de víctimas de femicidio no es fácil; es algo que nos atraviesa para siempre. Ya nunca seremos los mismos.

 

Fundadora de Atravesados por el femicidio”; mamá de Julieta Mena, asesinada por su novio a los 22 años.

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