Oficialismo tras las PASO: administración vs transformación

Por Lucas Ezequiel Bruno

Oficialismo tras las PASO: administración vs transformación

En las recientes elecciones primarias, respecto del año 2019, el oficialismo del Frente de Todos perdió poco más de 4.750.000 de votos; y la oposición de Juntos por el Cambio aumentó poco más de 1.000.000. Más allá de que las elecciones de 2019 fueron presidenciales, el primer dato que surge es que la alternativa de aquellos que dejaron de creer en el oficialismo no fue a la principal fuerza opositora, por lo que los dos principales frentes están atravesando una seria crisis de hegemonización de lo social.

El otro dato, que se emparenta con el anterior, es que tanto el Frente de Izquierda y los Libertarios fueron las sorpresas de las Paso. Es decir, las opciones más radicalizadas fueron las que más crecieron.

¿Avanzada global de las nuevas derechas”? ¿Pandemia? ¿Problemas económicos? En la interpretación de cualquier proceso hay una sobredeterminación de factores, sin uno central. Sin embargo, hay un factor que tiene la fuerza de irradiar luces y sombras al resto: la lógica de constitución política de las identificaciones.

Hay ciertas tramas de continuidad entre el gobierno de Alberto Fernández y la gestión macrista. Por momentos nos inunda la sensación de vivir en un continuo que nos ahoga, nos asfixia y no nos deja mirar al futuro, ninguna figura mítica de plenitud comunitaria, de goce pleno. ¿Por qué tanto desasosiego en nuestra comunidad?

Una posible respuesta es la obliteración de la conflictividad social. No hay lazo de identificación con el discurso albertista -nunca nadie se va a hacer una remera con la cara de Alberto-. Un discurso que apela a la convivencia pacífica y armoniosa de todas las identificaciones políticas, es decir que no habría jerarquías entre las demandas y las diferencias, todas valdrían lo mismo: valen lo mismo las demandas de la economía popular y de las mujeres o las de las disidencias, que las demandas de los propietarios agropecuarios (ver el intento fallido de expropiación de Vicentin).

Si todas las demandas caben dentro de la comunidad, la política pierde su arma principal en la construcción de los órdenes: jerarquizar las demandas, es decir, excluir algunas, satisfacer otras y articular hegemónicamente a la gran mayoría restante. La política está siendo reducida a la administración y gestión de lo dado, en donde lo dado es una doble crisis, la heredada del macrismo y la producida por la pandemia.

Por el momento, el Gobierno está dispuesto a administras la cosa, no a transformarla, no a proclamar lo que la cosa es. Transformar implica necesariamente la delimitación de fronteras políticas, la exclusión de determinadas identificaciones y la asunción de la vocación hegemónica de cualquier discurso político. Es así como el Presidente lograría discontinuar la lógica política del macrismo, no de otra forma. No alcanza con renegociar la deuda con el FMI, si éste no es ubicado como el responsable de la miseria y la pobreza de la mayoría de los argentinos. Tampoco alcanzará con disponer de una batería de medidas económicas, impulsando un shock de consumo, si éste no es politizado y arrancado de la espontánea apropiación por parte del discurso neoliberal.

Néstor Kirchner asumió la Presidencia en 2003 con décimas más del 22% de los votos, y a los tres días de gobierno descabezó la Corte Suprema menemista y puso en caja a la cúpula de las Fuerzas Armadas; luego, perdió las elecciones legislativas en 2009, e inmediatamente el Gobierno dispuso la Asignación Universal por Hijo; la Ley de Medios; la reestatización de YPF; la Ley de Matrimonio Igualitario; la Ley de Identidad de Género; entre otras medidas que jerarquizaban unas identificaciones políticas excluyendo otras. Cristina Kirchner fue derrotada políticamente en el conflicto con el campo, en 2008, e inmediatamente reestatizó Aerolíneas Argentinas y las AFJP. Jerarquización, trazamiento de fronteras, exclusión de identificaciones. Esto constituye un gobierno. Estas herramientas son las únicas que hasta ahora han dado resultados parciales para erosionar la feroz gravitación de la racionalidad neoliberal.

El oficialismo está ahora en la disyuntiva de administrar lo dado, o gobernar las conductas: de actuar sobre las posibilidades, o de inventar imposibilidades; de gestionar el caos, o de transformar la realidad. En definitiva, de asumir la política desde el posibilismo, o como el arte de la definición de lo que constituye la realidad. El Presidente debería esforzarse por reconstituir el lazo comunitario, porque, si no hay lazo, hay odio.

No se trata de kirchnerizar” el gobierno, que ya mostró sus límites en los años electivos 2015 y 2017; se trata más bien de la emergencia de un nuevo discurso que dé forma a nuestra comunidad, con su singularidad, con sus continuidades y discontinuidades. De lo contrario nos esperan tiempos muy difíciles e inciertos.

 

Doctor en ciencia política

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