¿Cuánto nos cuesta el retroceso del multilateralismo?

Por Andrés Ortega

¿Cuánto nos cuesta el retroceso del multilateralismo?

En unas semanas podremos haber visto el nuevo multilateralismo en acción, o sus límites. El acuerdo global de la OCDE sobre impuestos a las grandes empresas es un hito. La cumbre a principios de noviembre en Glasgow del COP26 para avanzar en la implementación del Acuerdo de París de 2015 contra el cambio climático es una oportunidad que no cabe desperdiciar. Pero, a la vez, estamos viendo el costo del no multilateralismo, en la ausencia de una verdadera acción global para ampliar la vacunación contra el Covid-19 al conjunto de la humanidad, lo que va en contra de la moral y de la lógica”, como afirmó Agnes Binagwaho en la cumbre del T20 (la red de think tanks del G20) en Milán.

Multilateralismo es alianza de potencias y otros actores en busca de objetivos comunes. Se opone al unilateralismo (actuar uno solo), al a-lateralismo (que puede conducir a la anarquía o caos globales) y al ¡Sálvese quien pueda!” (que se ha vivido en Afganistán). El nuevo multilateralismo, en un mundo multipolar tiene diversos actores y niveles. Se ha asentado la idea de la pluralidad de los multiple stakeholders”: Estados y gobiernos, ciudades, sociedades civiles (ciudadanos, ONG y fundaciones), empresas y sindicatos, etc. Es un multilateralismo global. EEUU, China, la India y la UE son parte del acuerdo de la OCDE y del de París. Casi todos ellos (pero no Xi Jinping) estarán en Glasgow. EEUU y la UE van al COP26 con una propuesta para reducir en una década en un 30% la emisión de metano, pero sin el apoyo de China, la India, Rusia o Brasil, los mayores emisores de este gas de efecto invernadero.

La nueva Agenda Común que ha presentado el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, propugna un multilateralismo interconectado, inclusivo y eficaz”. Está llena de objetivos bienintencionados, pero carece de instrumentos y medios financieros para lograrla. No hay fondos comunes para luchar contra el cambio climático, o para una vacunación global contra el Covid-19, aunque estén resucitando los Derechos Especiales de Giro (DEG) y muchos países desarrollados estén dispuestos a ceder los suyos a los más atrasados.

El multilateralismo no ha resuelto todo en el pasado, pero ha permitido avances en la lucha contra la pobreza, en la reducción de los conflictos armados, en derechos y condiciones de las mujeres, y en una vacunación bastante global (el 85%) de niños frente a diversas enfermedades. Hoy los principales retos, amenazas, en la agenda global no son de seguridad militar, sino de otro tipo –clima, biodiversidad, pandemias, Estados frágiles o terrorismo y ciberseguridad– que requieren nuevas formas y métodos de cooperación multilateral.

En la Agenda Común que Guterres presentó en la ONU, la idea de un nuevo pacto social global y, sobre todo, el deseo de suministrar bienes públicos globales. De hecho, Guterres pedirá la constitución de una Junta Consultiva de Alto Nivel, dirigida por ex jefes y jefas de Estado, que señale los bienes públicos globales y otras esferas de interés común donde más falta haga mejorar la gobernanza. Promoverá la convocatoria de una Cumbre del Futuro”.

Más allá de la llamada diplomacia de las vacunas”, que no ha funcionado como se esperaba, tenemos un problema presente que pone de relieve los costos de la falta de un nuevo multilateralismo eficaz: la falta de una campaña global de vacunación contra el Covid-19. Como ha puesto de relieve el FMI en su último informe, el 58% de la población de los países de altos ingresos estaba plenamente vacunado para el pasado mes de septiembre, el 36% en las economías emergentes, y solo un 4% en los países de bajos ingresos. No se trata de generosidad, sino incluso de egoísmo, pues esta falta de vacunación global favorece el surgimiento de variantes, y está frenando el despegue de la economía mundial.

El G20 ha acordado –sin poner los medios– que se vacune un 40% del mundo para fines de este año, y la próxima cumbre de este Grupo, en Roma, podría aprobar el objetivo de un 70% de vacunados para fines de 2022. Pero, con la dinámica actual, será difícil lograrlo. Para ello, como indicaba Agnes Binagwaho, África tendría que fabricar sus propias vacunas, sin negar el derecho a un beneficio por parte de las farmacéuticas que las han desarrollado.

En este caso, los costos del no multilateralismo son elevados. Si Glasgow no supone un progreso real, lo será aún más. Mientras, aunque sea con un acuerdo de mínimos, la OCDE se ha mostrado como el gran impulsor global, que puede catalizar ese necesario multilateralismo, que requiere la colaboración de muchos, desde luego de los grandes”, y que resuelva problemas, en vez de dilatarlos en el tiempo, agravándolos cuando no generando otros nuevos.

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