A propósito de informe sobre educación

Carta de lectores

A propósito de informe sobre educación

Sr. Director:

En el interesante e ilustrativo artículo de Cora Steinberg, especialista en educación de UNICEF, titulado “Las desigualdades en el acceso y la urgencia de transformar la Educación” (HDC; 19/07/22), puede advertirse que ésta no depende sólo de maestros bien preparados, incluso adecuadamente remunerados, dedicados con fervor casi religioso a su solidaria función… se trata de una tarea cuya importancia es de tal magnitud, que es preciso el involucramiento de las familias, la comunidad y especialmente del Estado, aplicados al apoyo y la contención constante de los agentes que están en la trinchera del trabajo docente cotidiano y de sus educandos, cuyos menores rendimientos no lo son por determinados patrimonios genéticos sino por contextos desfavorecidos que los afectan en su aprendizaje.

Aparece así una notable coincidencia con lo que sucede con la Salud, que tampoco depende exclusivamente de los actores dedicados a sus abordajes específicos, si no que asienta sobre variables no vinculadas a enfermeras, médicos, hospitales o tecnologías modernas. En efecto, tanto la prevención como los tratamientos oportunos y apropiados, dependen, igual que la Educación, de marcos propicios que en Medicina llamamos Determinantes sociales de Salud (DSS): alimentación en cantidad y calidad adecuadas, acceso a agua potable, vivienda digna sin hacinamiento ni exposición a agentes tóxicos, seguridad social, entorno familiar y social protector, acceso a trabajo digno con remuneración acorde, plenitud de libertades individuales, acceso a sistemas de prevención y atención médica, acceso a la educación, a la actividad física, intelectual, cultural, artística, de esparcimiento.

Repárese que cada uno de ellos, impacta en los otros, y éstos sobre todos, configurando una red de influencias reciprocas; adviértase, además, que las condiciones señaladas pueden equipararse directamente con los Derechos Humanos, a los que puede accederse en sociedades igualitarias, que han comprendido que al promoverlos, se reducen los riesgos y las consecuencias de tratamientos, que a la postre, resultan mucho más costosos.

Los ejemplos en este sentido son tantos que no es posible enumerarlos y analizarlos en el marco de esta carta, pero surge así clara y nítida, la sentencia vigente de Ramón Carrillo, que afirmaba categórico: “los virus y las bacterias son pobres causas de enfermedad, al lado de la pobreza, la miseria y la exclusión social”.

Señala bien la experta educadora la necesidad de “buscar activamente a niñas/os que están fuera de la escuela…” y siguen así las correspondencias con la Salud, cuando los médicos nos convencimos que es mucho más eficiente rescatar a sanos para la prevención y a enfermos para su recuperación precoz cuando están fuera del sistema (como lo propone la Asistencia Primaria de la Salud), que esperarlos en nuestros centros sanitarios, actitud ésta, de todos modos, ubicada en las antípodas a la muy despreciable concepción de “que se mueran los que tienen que morirse”.

Se trata, entonces, tanto en Educación como en Salud, de permitir, apoyar, promover prácticas y políticas públicas eminentemente solidarias de ventajas compartidas que generen impactos favorables, parejos y universales, convencidos que son auténticas inversiones, ya que los costos no serán excesivos, si consideramos que sus beneficios son inmensos, en este caso específicamente en cuanto a Educación y Salud, pero también en otras muchas esferas referidas a las variadas necesidades de nuestras complejas humanidades.

Al mismo tiempo, es preciso desechar sin dudas, las siempre presentes odiosas discriminaciones entre ciudadanos de primera o de segunda, como suponen algunos planteos individuales y egoístas de “acumulación ilimitada de riqueza y a despecho de los procesos de la vida, inclusive la humana” (Lewis Norman, 1998)

 

Jorge Pronsato, Médico pediatra.

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