Las crisis actuales, o sea cambios profundos y de consecuencias importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que estos son apreciados, se dan en múltiples dimensiones. Por ello sería casi imposible u ocioso detectar oportunidades, pero sí es posible obtener aprendizajes que como normas generales puedan guiarnos en el futuro.
En ellos, existen aprendizajes cualitativos y otros prácticos que puedan sostenerse mutuamente en el tiempo.
Un aprendizaje cualitativo que parece obvio, es que “nada de lo que hagamos es bueno, si no existe un plan que nos permita salir de esa decisión si las cosas no se dan como habíamos previsto”
Tenerlo nos hace reflexionar previamente y previene para no caer en los “saltos al vacío” que nos hacen golpear cuando vemos tardía y fatalmente que “la pileta está vacía”.
Esos “saltos al vacío” motivados por emociones fuertes –euforia, bronca, odio o depresión- nos hacen irreflexivos y reactivos a estímulos que son producidos por otros en los procesos y situaciones que vivimos, que así pueden permitirles manipularnos.
Otro aprendizaje cualitativo en las crisis es que “no existe nadie que tenga tan claro el futuro como para confiar o desconfiar totalmente en lo que nos dice”.
O sea que confiar ciegamente en alguien sin analizar críticamente su comportamiento previo, sus resultados y consecuencias para nosotros, es al menos audaz sino necio por no querer ver esos aspectos.
Para evitar eso es clave escuchar a quienes se le oponen y se esmeran en señalar sus contradicciones, además de exponer sus propia ideas y fundamentos, que no debiéramos rechazarlas de plano a través de una falacia “ad Hominem” (por quien lo dice), aunque también deberemos analizarlas críticamente.
Un tercer aprendizaje cualitativo es que “en el camino de búsqueda de decisiones racionales, es necesario exponer a otros nuestras ideas como hipótesis, preguntas o simplemente ideas que pueden ser revisadas”, de modo que los demás tengan la puerta abierta a exponer sus opiniones y fundamentos, en un proceso virtuoso de debate sin enfrentamientos y porque no, en una posibilidad de colaboración.
Es claro que ese debate no es posible cuando el otro expone una idea cerrada o inclusive agresiva con quienes tienen otras ideas o simplemente disienten en algunos aspectos.
Mucho menos cuando idolatra a líderes de opinión a los que adhiere acríticamente aceptándolos como mesías, o sea el “salvador o liberador prometido” o cuando desprecia a otros que serían para él “la representación del mal o anticristo”.
Los párrafos precedentes expresan aspectos cualitativos y tal vez abstractos, pero que pueden ser aplicados en aprendizajes prácticos. Para ello utilizaré ejemplos de la economía, que parece ser lo que más nos agobia en nuestro país desde hace décadas, y al que más puedo aportar.
1) Uno de los aprendizajes prácticos producidos en la población –o al menos en sus analistas más lúcidos- es el referido a un necesario equilibrio presupuestario del Estado y la búsqueda de su eficiencia y transparencia, tras años de déficits, endeudamientos innecesarios para privilegio de pocos, subsidios interminables, procedimientos kafkianos y oscurantismo informativo.
El equilibrio presupuestario del Estado es un objetivo deseable, pero no es un objetivo único, si pone en riesgo la sobrevivencia de una parte de la población, los procesos productivos o la necesaria capitalización educativa, en salud, infraestructura o inversión bruta fija de empresas, comunidades y familias, que permita salir del circulo vicioso de ajuste, recesión y pobreza.
Mucho menos cuando lo que se recorta es aquello que permite sobrevivir a los menos favorecidos, capitalizar colectivamente o desarrollar aquello que tiene posibilidades ciertas para el futuro.
2) Otro aprendizaje práctico es el referido a los subsidios a personas, organizaciones y empresas que se han mostrado algunas veces como insuficientes o excesivos, ineficaces, ineficientes, clientelares y permanentes, salvo cuando son formas de capitalización que aumentan su productividad o atienden crisis de sobrevivencia.
Cualquier subsidio –a territorios, población o empresas- debe ser temporal, con objetivos a alcanzar medibles en cantidades, tiempo y capitalización producida que rompan el círculo vicioso de la pobreza o el subdesarrollo.
Los subsidios, en definitiva programas, tienen la obligación de establecer metas y objetivos a cumplir expresados en resultados, no simples acciones y. si no se cumplen, deben rediseñarse para alcanzarlos pero nunca, simplemente prorrogar los existentes.
3) También es un aprendizaje práctico aunque menos generalizado, que “la inversión extranjera es útil si y solo si es inversión bruta fija, con transferencia de tecnología, generación de valor agregado, con empresas y empleo local, que capitalicen y aumenten la productividad”.
No importa de donde vengan, siempre que no se concentre demasiado su poder de mercado, se apropie de la mayoría de los recursos estratégicos, se cartelice forzando con lobbyng privilegios inaceptables o produzcan acuerdos oligopólicos que eviten la competencia entre ellas.
4) Por último, otro aprendizaje práctico con consenso posible aunque no generalizado, es el referido a los aranceles a la importación y los derechos de exportación.
En nuestro país durante años, los aranceles a la importación se han mostrado como válidos durante un proceso de sustitución de importaciones, pero absolutamente insuficientes o inapropiados si se aplican en todos los mercados sin un plan de desarrollo con objetivos y metas comprometidos en el tiempo que logren sostenibilidad sin ellos.
Igual ocurre con la disminución de retenciones si no existe un aumento de la inversión, producción y productividad que genere mayor riqueza, recaudación y redistribución primaria –o sea aquella que producen las empresas- o secundaria –o sea la que se logra mediante el Estado al aplicar los impuestos recaudados-.
Puede que esta enumeración sea insuficiente y pueda ser ampliada, corregida o contemporizada, aunque espero que sea útil para iniciar un debate colaborativo entre aquellos dispuestos a establecerlo a partir de los aprendizajes de las crisis.