Cambió todo

Por Pedro D. Allende

Cambió todo

Mi primo Adán Funes Carusillo sintetiza una especial fusión de fenómenos argentinos. De padre cordobés (capitalino) con prosapia y madre heredera de suculentos dominios, nacidos en repartijas prohijadas por el mismísimo Marcos Juárez, Adancito se instaló en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Maneja a control remoto sus negocios agropecuarios, invirtiendo el tiempo en producirse como un pensador refinado. Obsesivo depredador de librerías y cultor de las buenas formas, siempre sorprende con ‘selfies’ gestionadas desde su “oficina” en La Biela: estrellas cinematográficas en ascenso, políticos, periodistas, dejan su saludo y opinión. Eterno caminador de Buenos Aires, la conoce como pocos.

Cercano a Carta Abierta desde sus albores con Néstor (a quien conoció y despidió, acercándose a su féretro detrás del mismísimo comandante Chávez), Adancito palpita hoy un cristinismo prudente que en tiempos de mucha presión, inequívocamente se repliega a “outrance”.

Sobre retenciones y dólar sojero habla cada vez menos. Sabe por puentes tendidos con el Banco Central, que la batalla entre su titular, Miguel Pesce, y el ministro de Economía, Sergio Massa, pasa por una tregua. Como muchos, presume que se acercarán. También, que el tigrense volverá de su viaje a Estados Unidos con una idea clara de hasta dónde avanzar o retroceder respecto a objetivos que él no negoció.

Cree también que los recortes presupuestarios, hasta ahora, se han planteado en partidas no ejecutadas o gestiones “terminadas” para ministerios que, hasta las elecciones, se ajustarán a un compromiso factible de realizaciones, sin hipótesis de máxima.

Sostiene mi primo que Massa se presenta como un recurso casi final para el Frente de Todos en cuanto tal, como les escuchó susurrar a Pepe Albistur y Jorge Asís, en una mesa pegada a su “oficina”. Pero aquél aún debe mostrar, según su perspectiva, un plan económico concreto, acotado a los permisos para ahorrar y gastar que otorgue el FMI. Y le preocupa qué pasará con los grandes financiadores del Estado que son también el propio Estado, especialmente la Anses, que sigue anunciando rescates de deuda interna federal (que sería bueno inventariar de una buena vez, dada la recurrencia a estas medidas que desde la segunda gestión de CFK, pasando por la de Mauricio Macri, se han desplegado) como distribuyendo asistencia coyuntural, cada vez más social y menos previsional.

Pero Adancito está concentrado desde hace varias semanas en lo que denomina “la cuestión social y política”. Muy atento a las movilizaciones populares surgidas en torno a la causa “Vialidad”, que sentó a CFK en el banquillo de los acusados, se integró como uno más junto a quienes expresaron su genuina vigilia hasta la sentencia. Y anticipó, hace dos semanas, mostrando imágenes de esa ciudadanía alerta: “Si gana Lula en Brasil, si las expectativas de la economía argentina se acomodan mínimamente, si la sentencia de Cámara no llega pronto y muestra un espíritu de plena justicia, la tensión va a terminar en un conflicto muy importante. Hay mucha juventud, muy exacerbada, que está viviendo este proceso como una ‘épica’”. Y ratifica: “La Justicia debería tranquilizar y descomprimir. Hay una reacción subterránea, a lo mejor no se percibe desde Córdoba”.

Viviendo a pocas cuadras del edificio de Juncal y Uruguay donde una multitud acompaña, escenario del intento de magnicidio que no deja pensar en otra cosa, me decía, antes de que el jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, ponga y saque vallas: “La dirigencia no se da cuenta de que la gente está en otra sintonía”. Enfatizaba: “Hasta esta esquina no venimos los atraídos por dádivas, somos gente común, laburantes, gente de oficinas, muchos estudiantes universitarios…”

Su intranquilidad crecía día tras día, mientras Patricia Bullrich maltrataba a Rodríguez Larreta por timorato y todos los opositores tenían alguna (despiadada) opinión sobre las parrilladas, los cánticos o los saludos de CFK a sus leales, a los que calificaban como desestabilización judicial y republicana; Alberto Fernández llegaba a su desatino número diez mil en los micrófonos y la violencia política, arraigada en los medios y redes sociales, amenazaba con estallar en la calle, con una mínima chispa.

En la noche del jueves 1 de setiembre, muchos estábamos mirando la televisión. Nos fuimos enterando, minuto a minuto, de que el remolino que vimos en vivo y en directo a metros de la Vicepresidenta fue un intento de asesinarla.

Dijo a las pocas horas el canciller argentino Santiago Cafiero, a quien presumimos dueño de sus palabras y bien informado, que CFK salvó su vida por un milagro. ¿Qué país viviríamos hoy, de no haberse producido aquél?

El feriado nacional, indispensable, se desaprovechó; profundizando diferencias. También la sesión especial impulsada por el Congreso, el sábado. Sin referencias importantes aportando calma, las redes ardieron, alimentando el escepticismo o el resentimiento desde todos los sectores. Y no es momento para seguir con los enfrentamientos.

El Frente de Todos debe salir de la conmoción. Sus adversarios, desde el malón cambiemista hasta las opciones presuntamente “antigrieta” como Juan Schiaretti, debieran hacer un esfuerzo para arrimar prudencia (a insólitos planteos de muchos opositores se sumaron con poco tino fuentes policiales autóctonas, señalando en la prensa corporativa yerros de la custodia presidencial y explicando el “Modelo Córdoba” para proteger al Gobernador)

De la causa “Vialidad”, que contó con ‘mainstream’ mediático para transformarla en ejemplificadora, cuya sustanciación para más de un experto en derecho presenta flancos -partiendo del empleo de la “asociación ilícita” como figura medular de la acusación-, pudiendo culminar en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, nació una espontánea reafirmación del liderazgo cristinista.

Lo consulto con mi primo, que ha estado muy activo en varios frentes, y con seguridad ratifica: “Conversaba con funcionarios que hace 30 días se entregaban las llaves del gobierno al mejor postor. Hoy tenemos dos candidatos a presidente, según cómo evolucionen las cosas: Sergio o Cristina”. Me sorprendo con la inclusión de la Vicepresidenta entre los candidatos. Y Adán, que viene de tomarse el enésimo café con los Carta Abierta “paladar negro”, confirma: “Hasta 15 minutos antes de que se cierren las listas, CFK puede ser candidata, salvo que desee apoyar a otro candidato. Se vive una resurrección de su figura”.

Le pregunto si hay tranquilidad por estas horas. Apunta que cunde la preocupación por la violencia. “Si algo le hubiera pasado a Cristina, muchos consideran que hubiera sobrevenido un enfrentamiento sin conducción de ningún bando, en el que mucha gente racional hubiera regresado al estado de necesidad”.

Mi primo, el abogado agropecuario, cristinista, vecino de Recoleta, recurriendo al hobbesiano “homo homini lupus” para explicar a una Argentina al borde del abismo.

Cambió todo. ¿Lo tendremos claro?

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