Las tres palabras del título son sin dudas lo que guía la política económica del gobierno nacional. Las explicaciones que muchas veces se escuchan de economistas y periodistas de todas las opiniones, suelen ser confusas para el común de los ciudadanos. Una explicación desde el ámbito doméstico con sus limitaciones puede servir para que todos entiendan lo esencial, sin caer en su aceptación o rechazo por motivos afectivos.
El gobierno con la motosierra dice pretender déficit cero para evitar emisión e inflación. Para ello ha intervenido en el valor del dólar oficial –comercial y de turismo- y en los financieros –MEP y CCL-, por lo que el dólar blue mucho menos importante sigue sus pasos descendentes.
Todo este esquema tiene incoherencias que se revelan con una sola pregunta ¿Por qué si existe superávit fiscal, la deuda del Estado durante el gobierno de Milei, aumentó 90.000 millones de dólares –según cifras oficiales-?
Domésticamente es como si el Jefe o Jefa del hogar afirmaran que luego de eliminar o disminuir gastos de algunos miembros de su familia –entretenimiento, alimentación, vestimenta, educación, etc.- mientras otros viajan por el mundo, dijera que “le alcanza el dinero” pero simultáneamente su deuda con la tarjeta aumenta todos los meses, por estar pagando solo el mínimo, mientras su saldo genera intereses extraordinarios.
Evidentemente eso no es sostenible ni es superávit y posiblemente explotará cuando la tarjeta le exija el pago de todo lo adeudado, además de cortarle su uso.
Esa es la situación del gobierno hoy, que apuesta a que un amigo –el FMI- le preste dinero fresco para pagar la tarjeta, seguir financiando viajes al exterior y así refinanciar los intereses que van creciendo mes a mes.
Para ello, le promete a la tarjeta o en su caso a los acreedores nacionales e internacionales, las empresas que desean girar dividendos al exterior, los importadores que aún no han recibido los dólares, etc. que les pagará cuando el amigo –FMI- le preste dinero fresco. Pero el amigo –el FMI y Trump- no parece que estén muy convencidos.
Es que los funcionarios del FMI, saben que en la ocasión anterior, todos los funcionarios que autorizaron el préstamo de 2018 a Macri-Caputo, perdieron sus puestos.
Además el representante señalado de Trump para América Latina Mauricio Claver Carone –Ex director del BID designado por Trump-, tiene una muy mala relación con Guillermo Francos quien como representante argentino en el BID impulsó su despido de la Presidencia.
En los últimos meses Claver Carone dijo “Milei habla muy bien en sus discursos internacionales, pero actúa como peronista en su gobierno”. Por lo que no parece muy predispuesto a repetir su actuación en el FMI con Mauricio Macri, agregando que “Trump y Milei se respetan, pero no tienen la confianza que tenían Trump y Macri”.
Economistas insospechados de peronismo o kirchnerismo, han señalado que en el mejor de los casos el FMI le prestaría a Milei-Caputo lo necesario para cancelar los pagos que deba recibir por sus acreencias actuales, pero de ninguna manera como para que manteniendo el actual tipo de cambio, financie los viajes al exterior, las importaciones y compras en el exterior, los intereses exorbitantes que paga el Estado a sus acreedores privados o los giros de dividendos que están restringidos por el llamado “cepo”.
Por lo que les parece inevitable una devaluación, independientemente que se levanten o no las restricciones al uso de dólares del BCRA.
Mientras tanto el Ministro Caputo –y Milei que lo apoya- fingen demencia sobre estimando las posibilidades de un nuevo crédito del FMI con fondos frescos y las inversiones en la economía real de empresas que adhieran al RIGI que demorarán años en concretarse, salvo las que ya se habían decidido el año pasado en Vaca Muerta o el Litio y que ahora aprovechan los beneficios del nuevo régimen a pesar que ya eran rentables antes de él.
Eso hubiera ocurrido cualesquiera fuera el gobierno, tanto en las actividades petroleras, gasíferas, minerales o agropecuarias –en 2023 la sequía produjo el peor año de las últimas décadas- sin que ninguna de ellas derrame en el resto de la economía nacional –industria, comercio, construcción, etc.-.
Otros anuncios, como el acuerdo Mercosur-Unión Europea, están muy lejos de producir efectos, cuando varios países europeos se oponen a él –Francia, Italia, Polonia, etc.- y otros están a las puertas de cambios de gobierno –Alemania- que lo rechazarían.
El eventual acuerdo de libre comercio con EEUU –nuestro principal competidor en productos agropecuarios, petróleo y Gas- no augura mejores posibilidades de aumentar exportaciones y con el tipo de cambio actual, solo augura mayores importaciones.
El gobierno de Trump, un empresario que siempre quiere maximizar los beneficios para su país en el corto plazo en base a su principio “América primero” amenazando a sus aliados –México, Canadá o la Unión Europea-, seguramente aceptará de buen grado y promoverá apropiarse de nuestra riqueza que nuestro gobierno le ofrece graciosamente sin exigir nada a cambio.
Todo apunta a que el FMI no será tan generoso como pretende nuestro gobierno, para promover las importaciones, el turismo al extranjero y el pago de intereses de la bicicleta financiera, con un dólar subvaluado manipulado por el gobierno en base al cepo y su intervención en los mercados, en un nuevo “plan platita” ahora para la clase media acomodada, que aumenta la vulnerabilidad de nuestra economía y más tarde o temprano augura una explosión inflacionaria a su pedido –como con Massa- o espontánea –como con Macri-.
Si se confirma la pretensión de bancos nacionales y el BCRA de permitir préstamos en dólares a empresas que no los producen, ponen en riesgo la estabilidad del sistema bancario que tras el 2001 pudo superar corridas bancarias al no tener permitida esa operatoria, que antes de ese año produjo el corralito y la pesificación asimétrica que se apropió de gran parte de los dólares depositados.
O sea, no hay superávit, el dólar está artificialmente manejado por el BCRA de un gobierno que decía “que lo quería eliminar”, que “el peso era excremento”, que “eliminaría el cepo” y “dolarizaría la economía”, etc. Todo lo contrario a lo que hace ahora.
Como muchos dijeron hace años “nunca mires lo que dicen los políticos, sino lo que hacen”.