El eterno fantasma de la inflación argentina

Por Javier Giletta

El eterno fantasma de la inflación argentina

La semana pasada el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) dio a conocer el índice de precios al consumidor del mes de marzo, que alcanzó el 11%, registrándose así una baja con relación al mes de febrero, cuando el mismo había trepado al 13,2%. A pesar de ello y de los festejos que insinúa el gobierno, que lo considera “un numerazo”, Argentina continúa siendo el país que padece la más alta inflación a nivel mundial en términos anuales. Si bien el presidente Milei cree que el proceso de descenso de la inflación de podrá sostener en el tiempo, a partir de la desmonetización de la economía y el inédito ajuste fiscal que implementó, los economistas críticos de la gestión libertaria (y otros no tan críticos) sostienen que la desaceleración actual de los precios se debe casi exclusivamente a la profunda recesión que se ha evidenciado durante el primer trimestre, con una caída del salario real y un desplome de la actividad económica que hacía más de 20 años que no se experimentaba en nuestro país.

En tanto, los analistas consultados por el Banco Central, en el marco del habitual Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM), proyectan que la inflación llegará a un dígito mensual recién en el mes de mayo, y que para fin de año podría acumular un 189%, apenas un escalón por debajo de la inflación registrada en 2023 (211%), que fue la más alta en 30 años.

En rigor de verdad, hace ya varios años que Argentina se ubica entre los cinco países con mayor inflación a nivel global. Pero en estos últimos meses, lejos de mejorar nuestra performance, hemos comenzado a liderar este grupo de naciones, desplazando a Venezuela, El Líbano, Turquía y Sudán. El caso venezonano es bastante singular: Después de sufrir una hiperinflación durante tres años, han logrado estabilizar la inflación en dos dígitos anuales (89% según el Observatorio Venezolano de Finanzas, y 67% según su Banco Central), y se estima que llegará al 62% a fin de este año, es decir, casi 130 puntos porcentuales menos que la inflación proyectada para la Argentina en idéntico período.

De manera tal que, en la actualidad, solamente quedan dos países en todo el mundo con una tasa de inflación anual de tres dígitos: Argentina y Líbano. La diferencia entre ambos radica en que el país de Medio Oriente se encuentra afectado por la guerra civil desde hace años. El último dato informado desde Beirut marca un 192% de inflación anual, un número visiblemente inferior al 287,9% que alcanzó en marzo la inflación interanual en nuestro país, a pesar de no padecer los efectos de la guerra civil ni estar involucrado en ningún conflicto bélico internacional (al menos hasta el presente).

En cuarto lugar, a nivel global, después de Argentina, El Líbano y Venezuela, aparece Turquía con el 68,5% de inflación acumulada en los últimos 12 meses. Debe recordarse que, durante algunos años, el país ubicado en la cuenca oriental del Mediterráneo compitió con nosotros en materia de aumento generalizado de los precios, siendo la lira turca la moneda más depreciada en 2023, después del peso (que sólo en diciembre sufrió una devaluación del orden del 59%).

Entre las naciones más desarrolladas del orbe resulta difícil encontrar alguna que supere hoy el 3,5% de inflación anual. Así, por ejemplo, EEUU registra una suba anualizada de precios del 3,2%, lo que ha generado una gran preocupación en sus autoridades, que han tenido que recalibrar nuevamente la tasa de interés a fin de controlar el aumento de la inflación. En Europa, a su vez, ésta se ubica en torno a los dos puntos porcentuales, como en Francia (2,3%) y Alemania (2,2%); salvo los casos de España (3,2%) y Reino Unido (3,4%); en tanto que en Italia el registro es visiblemente inferior, ya que apenas alcanza el 1,3% anual.

Y en América Latina, detrás de Argentina y Venezuela, aparecen el resto de los países que tienen un dígito de inflación anual. Concretamente, el tercer puesto corresponde a Colombia, con el 7,3% anual (y 0,7% mensual); seguido por México, con 4,4% (0,2% mensual), Brasil con 3,9% (0,1% mensual), Chile con 3,7% (0,1% mensual), Uruguay con 3,8% (0% mensual), Paraguay con 3,6% (1,1% mensual), Bolivia con 3,1% (0,5% mensual), Perú con 3% (1% mensual) y Ecuador con 1,6% (0,2% mensual). Esto implica que la inflación ya no es un problema en la región, a diferencia de lo acontecido en las últimas décadas del siglo anterior, lo que se advierte claramente en Uruguay (que no registró aumento alguno de precios durante marzo), y también en Brasil y Chile (ambos con un 0,1 %de inflación mensual), o en México y Ecuador (que informaron un aumento del 0,2%).

Por lo demás, ha quedado demostrado que no se trata de una cuestión ideológica, ni de gobiernos de derecha o de izquierda, porque en nuestro continente administraciones que responden a distintos signos ideológicos y políticos han logrado bajar la inflación a niveles razonables. Los casos de Brasil, México y Chile son muy elocuentes al respecto. Nosotros, en cambio, estamos muy lejos de alcanzar aquellos guarismos. Por eso entendemos que no hay motivos valederos para festejar y menos aún con estos índices de inflación mensual, que todavía se mantienen en los dos dígitos (repárese que un año atrás, en marzo de 2023, la inflación había sido del 6,7%). Las autoridades responsables de llevar adelante la política económica más que festejar deberían estar preocupados por las graves consecuencias sociales que provoca la estanflación, salvo que hagan un ejercicio extraordinario de cinismo.

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