La dimensión económica de la guerra

Por Eduardo J. Vior

La dimensión económica de la guerra

Al decidir que el pago de las exportaciones de gas a los “países no amigos” sólo puede hacerse en rublos, Vladimir Putin devolvió a los países occidentales sus sanciones contra Rusia corregidas y aumentadas. No es casualidad que el dólar inmediatamente después haya caído un 8,3% frente al rublo, ya que los analistas temen que esta contramedida rusa deje a Occidente al borde de un gran colapso económico. Como resultado de la medida, la UE se ve obligada a apuntalar la moneda rusa o a cortar por completo sus importaciones de allí.

Sin embargo, lo peor podría estar todavía por llegar, si se concreta la crisis de los precios de los alimentos que el presidente francés Macron teme para dentro de varios meses. Esto, porque las exportaciones agrícolas de Rusia y Ucrania se ven afectadas por las sanciones, que significan, además, que las grandes productoras de fosfatos no podrán suministrar fertilizantes, lo que aumentará el precio de los alimentos básicos y reducirá la producción.

El aspecto más controvertido del nuevo régimen de sanciones dispuesto por los aliados occidentales es la congelación de las reservas de oro y divisas de Rusia en el extranjero, aproximadamente la mitad de sus tenencias totales. Se espera que las sanciones perjudiquen la economía rusa, siembren el descontento entre el pueblo y las élites y causen la caída de Putin. Sin embargo, mucho más probable es que suceda lo contrario: Rusia lleva tiempo preparándose para este momento. Tras la primera oleada de sanciones occidentales, en 2014, Putin se embarcó en lo que los analistas han denominado una estrategia de «Fortaleza Rusia», aumentando las reservas internacionales del país y diversificándolas, reduciendo su exposición externa, impulsando su cooperación económica con China y aplicando estrategias de sustitución de importaciones en varios sectores, como el alimentario, el médico y el tecnológico.

El banco central ruso reaccionó a las sanciones deteniendo los flujos de capital fuera de Rusia y nacionalizando los ingresos en divisas de los principales exportadores, exigiendo a las empresas rusas que conviertan el 80% de sus ingresos en dólares y euros en rublos. También subió los tipos de interés al 20% en un esfuerzo por atraer el capital extranjero. Estas medidas pretenden reforzar el valor del rublo y proporcionar al país un adecuado flujo de divisas. Como resultado, aunque el rublo ha perdido un 40% de su valor desde el inicio del conflicto, por ahora la caída libre de su valor parece haberse detenido, registrando incluso un repunte en las últimas semanas. Por el momento, la cuenta financiera de Rusia está lejos de ser desastrosa.

No olvidemos que la principal fuente de reservas de divisas de Rusia -las exportaciones de petróleo y gas- ha sido excluida de las sanciones, porque la mayoría de los países europeos no puede prescindir de las importaciones de petróleo y gas (y otros productos básicos) de Rusia.

En resumen, Rusia no corre el riesgo, a corto plazo, de quedarse sin reservas y no poder pagar sus importaciones. Igualmente, infundados son los rumores de un inminente impago. En los últimos años Moscú ha reducido sus obligaciones con el exterior: su deuda en moneda extranjera asciende hoy a sólo unos 40.000 millones de dólares, una cantidad ínfima comparada con el tamaño de sus exportaciones anuales, que superan los 200.000 millones de dólares en petróleo y gas.

Ya la amenaza de implementar las sanciones contra las importaciones de gas y petróleo rusos ha multiplicado su precio y está provocando un cataclismo social con epicentro en España, pero que puede extenderse por toda la UE. Sin embargo, a pesar de la inminencia de la catástrofe, lo más probable es que la Comisión Europea vuelva a lavarse las manos y no decida nada. Europa seguirá, entonces, galopando hacia el colapso económico y el alzamiento social.

Como contrapartida de la guerra, la crisis y las sanciones llama la atención que el yuan se haya fortalecido frente al dólar. La política fiscal proactiva de China, el cuidado de no importar inflación del exterior y, sobre todo, la enorme afluencia de capitales hacia Pekín, considerado como un refugio estable y seguro, contribuyen a un continuado crecimiento.

En la mayoría de los países el auge de los precios de las materias primas provocado principalmente por la inyección de liquidez durante la pandemia por parte de la Fed y el BCE elevó los costos de producción y, por consiguiente, la inflación de los precios al consumidor. El conflicto ucraniano hizo el resto. En cambio, China aprovechó que durante la pandemia los precios de las materias primas se desplomaron, almacenó una enorme cantidad y variedad y, como tiene centrales de compra, pudo resistir sin problemas el golpe posterior. Esto ha provocado un enorme diferencial inflacionario con Occidente a nivel de producción y del índice de precios: el índice de precios chino subió un 8%, en la eurozona un 25%. Esto hace que, a pesar de la fortaleza del yuan, la economía china aumente su competitividad.

La estabilidad monetaria, la estabilidad de los precios y la política fiscal china llevan a los agentes económicos de todo el mundo a canalizar parte de sus ahorros hacia los mercados de ese país, lo que refuerza aún más el yuan. A nivel financiero China se ha convertido en un país refugio, como Singapur o Suiza. Tiene reservas de divisas, mucho oro, créditos internacionales y ahora está fortaleciendo el yuan y la atracción de capitales. La bolsa, que estaba en mínimos el año pasado, ahora es atractiva.

Cambia el mundo y cambia su economía. Delante de nuestros ojos estamos viendo el hundimiento de Europa, la reorientación de Rusia hacia Eurasia, el encerramiento de EEUU en su área de dominio, y a China ocupando todos los espacios que sus competidores dejan vacantes. Cambian los centros, pero también las periferias: a la búsqueda de petróleo y gas los europeos van a intensificar su preocupación por Oriente Medio y el norte de África. En procura de minerales y metales que Rusia y Ucrania dejan de proveer, EEUU va a incrementar su presencia en América del Sur y África Occidental. Muchos importadores de alimentos en el norte van a echar mano de las producciones de Argentina y Brasil. Cambian las economías y cambian las sociedades. Si no cambian las mentalidades y las políticas, el vendaval del cambio se llevará todo.

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