Si el plan de dolarización finalmente se va a llevar a cabo, últimamente se ha puesto en evidencia cuál va a ser el método a utilizar. En los hechos, la dolarización ya comenzó, ya se instaló entre nosotros, incluso antes del ballottage, aunque por ahora sólo pueden dolarizarse los que tienen pesos sobrantes para hacerlo. Todos los demás, es decir, la inmensa mayoría de los argentinos, lo tendrán que hacer después a una tasa de cambio muy superior, “a precio de mercado”, como suele repetir Javier Milei, el mentor y promotor de la dolarización.
La lógica de la maquinaria especulativa es sencilla: cuanto antes se dolariza, más dólares se consiguen por menor cantidad de pesos, ya que a medida que aumenta la demanda de dólares su precio en pesos sube. Esta es una profecía autocumplida en Argentina. En este marco, apenas culminado el segundo debate presidencial, Milei hilvanó una serie de declaraciones que impulsaron el proceso dolarizador de carteras y ahorros, a una velocidad alarmante, generando gran desconcierto en los agentes económicos y profunda zozobra en toda la población. En plena campaña, Milei no sólo sigue insistiendo con su plan dolarizador sino que además esconde su supuesta receta para hacerlo: dice que tiene cinco métodos a su disposición, pero hasta el momento no ha explicado ninguno.
En su primera fase, que ya se ha puesto en marcha, este plan requiere de la destrucción del peso. Por ello, se lo pudo observar recorrer distintos programas de televisión fogoneando la disparada del dólar al señalar que “el peso no vale ni excremento”. Curioso lenguaje el del candidato al que todas las encuestas le asignan mayores chances de llegar a la Casa Rosada, que debería sopesar el impacto que tienen sus palabras.
Lamentablemente, creemos que el daño económico en gran parte ya está consumado, porque a medida que se dispara el dólar “blue” y los dólares financieros (MEP y CCL), se licuan los pasivos pesificados del Banco Central, cae la demanda de dinero y también los depósitos en pesos, lo que presiona más aún al alza del dólar, provocando que vuelen los precios de los bienes y servicios (en especial, los no regulados), y así se retroalimenta el movimiento devaluatorio.
Como se sabe, por la experiencia acumulada en otras crisis que ha atravesado nuestro país, este daño no siempre es reversible en su totalidad y mucho menos en el corto plazo. Confirmando lo anterior, en un informe de “Bull Market Brokers”, la empresa familiar de los Marra, se da por sentado que la aplicación del plan generaría “una hiperinflación durante 45 a 60 días”. Luego, según el citado informe, transitaríamos 36 meses de “alta inflación”, para recién en el cuarto año lograr que la inflación descienda a “un dígito”. Si esto fuera así, nos preguntamos: ¿Cuáles serían los supuestos beneficios de la dolarización para el conjunto de la población?
En este sentido, las últimas intervenciones mediáticas tanto del líder del espacio libertario como de Ramiro Marra, su candidato a jefe de Gobierno porteño, ofrecen prueba suficiente de que quieren hacer saltar por el aire el tipo de cambio. Para despejar cualquier duda, la frase disparada recientemente por Milei: “cuanto más alto esté el dólar será más fácil dolarizar”, asociada a otras, como, por ejemplo, su lapidario “nunca en pesos”, al hacer referencia a los ahorros y depósitos bancarios, implican una invitación directa a desarmar las posiciones en moneda nacional para convertirlos en moneda dura o activos dolarizados.
No podemos -ni pretendemos- desconocer que el gobierno ha cometido numerosos errores, forzados y no forzados, en el manejo de la política fiscal y monetaria, ha carecido de un plan económico consistente y ha sufrido una derrota en su proclamada “guerra contra la inflación”. Pero tampoco desconocemos que así como hay mala praxis, existe la mala fe, y que estas desafortunadas declaraciones -carentes de toda inocencia- están destinadas a provocar una implosión en cadena, favorecidas por un clima de creciente nerviosismo y máxima incertidumbre, de modo tal que vayan licuándose deudas, salarios y ahorros, con graves consecuencias en términos de impacto social y aumento de la pobreza. Por ello, es fácil advertir que un escenario de semejante complejidad, signado por el temor a una nueva devaluación y la espiralización de la inflación, le abre de par en par las puertas de bienvenida a las huestes libertarias.
El candidato ultaderechista a esta altura debería comprender que ya no es un simple panelista de TV, que hoy cumple otro rol en la sociedad, que debe obrar con suma prudencia y responsabilidad, desde que forma parte del mundo político e institucional, aunque él y sus seguidores se nieguen a reconocerlo.