Algunos compraron pochoclos para ver la debacle, otros (muchos “oráculos” en Córdoba) prometían que duraría dos meses. No faltaron los augures de cierre del Congreso, festivales de decretos o descabezamientos judiciales. Nada de eso ocurrió: finaliza 2024, y el primer año de gobierno de Javier Milei se presenta como una mixtura de lecturas audaces, improvisación, decisiones fundadas y grandes incógnitas.
El gobierno de La Libertad Avanza (LLA), fuerza por muchos considerada como precaria e inexperta, sigue desafiando a los pronósticos. Amén de las permanentes polémicas (aunque justo es decir que cada gestión democrática ha intentado a su modo, su propia “batalla cultural”) y de lo que genere a cada uno de nosotros el estilo Milei, continúa movilizando análisis -tras ganar el balotaje de 2023-, su afianzamiento en un escenario político complejo.
El plan rupturista: de las palabras a los hechos (o casi)
Desde el primer día, Milei y sus voceros anunciaron la eliminación de gastos, estructuras y otros recortes, pero en la práctica muchos ajustes fungieron “ajustables» o acomodaticios, implementados frente a sectores con poca capacidad de reacción inmediata o ejecutados a medias.
Ejemplos: la reorganización de los subsidios al transporte público generó fuertes críticas en el interior del país, sin cambios sustanciales en el AMBA. O la eliminación de oficinas públicas de cuya ejecución real conocemos poco, más allá del maketing. O la reducción de las transferencias no automáticas a las provincias (menos del 1% del PBI), que afectó un esperable 19% promedio a cada jurisdicción a junio de 2024, recomponiéndose en el semestre posterior. O la dolarización y el cierre del Banco Central, todavía pendientes. Frente a la universidad pública, dos multitudinarias marchas generaron reacción negociadora en el gobierno.
No todo fueron anuncios. La ardua aprobación de la Ley Bases brindó sustento a reformas prometidas, aunque su implementación es incipiente. El DNU 70/2023 fue una bandera para el gobierno, destacando posturas firmes en diversos planos (por mencionar uno, las locaciones urbanas) que resonaron en su base electoral.
La elección de un enemigo y la construcción del poder
Milei personalizó su oposición, enfocándose en Cristina Kirchner, figura nacional contra la cual rinde confrontar. La estrategia se complementó cooptando a sectores del PRO afines a Patricia Bullrich, esterilizando a Mauricio Macri. La técnica se reiteró (adaptada según el caso) con referentes de la UCR y justicialistas con responsabilidades de gobierno.
En tanto, la implosión del ex Frente de Todos desdibujó su capacidad como oposición. A sus yerros en el gobierno 2019-2023, se sumaron los escándalos vinculados el ex presidente Alberto Fernández y las peleas entre Cristina Fernández y el gobernador bonaerense Axel Kicillof.
Este vacío estimuló al libertarismo, paradójicamente, a ejercer el oficialismo todavía actuando como oposición disruptiva, sin mostrar suficiente cohesión. Las agresiones genéricas y el desorden interno servirán cada vez menos en un contexto en que LLA deberá brindar respuestas concretas a muchas demandas.
Gobernar exige esfuerzos inéditos para Milei. Mantiene dificultades en el Congreso (considerando la minoría en la que encuentra en ambas cámaras). Una renovación constante de funcionarios, sumando el actual distanciamiento con la vicepresidenta Victoria Villarruel, pueden ser vistos como una manera de gestionar desde la improvisación, pero para otros se presenta como una lectura inteligente de la coyuntura, donde el núcleo duro del poder, mientras se consolida, se libera de “polizontes” menos interesados en la agenda del gobierno que en sus propios asuntos.
La construcción de una fuerza política nacional competitiva, es el objetivo para 2025. Curiosamente, mucha “casta” (incluso en Córdoba) espera lugar en las listas libertarias o acuerdos con LLA. Por ahora el oficialismo continúa trabajando en solitario.
La agenda internacional: un juego personalista
En política exterior, Milei priorizó la relación directa con personalidades regionales o globales (mandatarios o no) en detrimento de una diplomacia institucionalizada. Se relacionó con Donald Trump o Jair Bolsonaro, se acercó a Elon Musk y mantiene vínculos con la heterogénea derecha europea (Giorgia Meloni o Santiago Abascal). Seguramente se han logrado muchos “trending topics” en las principales redes globales (objetivo procurado por todo líder contemporáneo), pero se aguarda aún mayor financiamiento, inversiones o comercio exterior (indispensables para afirmar la gestión). Frente al Mercosur, “el León” pidió cambios profundos (más libertad de comercio intrazona, reformulación del arancel externo común, autorización a los estados parte para negociar individualmente con potencias extra bloque) y no es el único en plantearlo.
El gran déficit: la pobreza estructural
Aunque el oficialismo apaciguó ciertos indicadores macroeconómicos (inflación, precio del dólar, superávit fiscal), las estadísticas revelan que se mantendrán los niveles de pobreza de inicio de la gestión (45%) y todavía no se alcanzó la actividad económica de noviembre de 2023.
¿Avanzar “año tras año”?
La foto de este primer año de gobierno es, en muchos sentidos, inesperada: Milei no es un mero sobreviviente, controla la agenda, manteniendo su base de apoyos. Pero el futuro sigue abierto. Deberá seguir ordenando la macroeconomía, definir una estrategia internacional con soporte institucional, ocuparse de abordar la pobreza estructural (universo gigantesco y diverso, que por ahora espera) y convertir a La Libertad Avanza en fuerza política organizada nacionalmente.
Lo que suceda en los próximos meses determinará si esta experiencia de “ruptura (cambio drástico) dentro del orden (constitucional)” es el inicio de una nueva etapa, o solo un episodio más en el recurrente ciclo de promesas incumplidas que ha marcado la historia nacional.