Existen muchos modos de medir la pobreza y en cada país tiene sus particularidades, por lo que no son comparables entre sí. En nuestro país también existen varias mediciones, privadas como la UCA o pública que expide el INDEC. Básicamente el INDEC tiene dos formas: Pobreza por ingresos y pobreza multidimensional que incluye la educación, el acceso a la salud, acceso a la seguridad social -trabajo registrados, vacaciones, vivienda, servicios públicos, etc.-.
La pobreza por ingresos, en general no sirve en contextos inflacionarios de más de 1% mensual, ya que el desfase entre ingresos y gastos mensuales que se produce por un aumento o disminución brusca entre períodos, lo que impide que sea indicativo de un cambio que perdure en el tiempo.
Por lo que no era verdad un aumento de pobreza –medida por ingresos- cuando aumentó a inicios del actual gobierno –con inflación de 25% en diciembre de 2023 y 22% en enero de 2024-, ni es verdad ahora en que la inflación se frenó pero continúa alta según los estándares internacionales.
En ambos casos, la medición de pobreza se hizo en base a una canasta básica total elaborada en base a la Encuesta Nacional de Gasto de Hogares (ENGHo) de 2004, a pesar que se actualizó en 2018 y el actual gobierno decidió no utilizar, lo que le permite mostrar un Índice de Precios al Consumidor (IPC) menor y una canasta total menor a la real, ya que subvalora la ponderación de los servicios entre otros rubros.
Además dichas canastas –alimentaria para medir la indigencia y total para medir la pobreza- no discriminan las familias que tienen o no vivienda propia o sea que pagan o no alquiler por su vivienda –25,4% en el país y 34,8% de las personas en CABA– y solo lo hace como un promedio de todos ellos, lo cual en la realidad es un dato teórico irreal ya sea que la unidad familiar no alquile, o sea que no tiene ese gasto o sí lo haga, con lo cual es mucho mayor que el promedio.
Otro problema de la pobreza e indigencia por ingreso, está en el modo de relevamiento a través de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), que mide semestralmente –en abril y octubre- en los 31 conglomerados urbanos, de 24 capitales y 7 grandes ciudades, mediante preguntas, que tienen respuestas que suelen ser de muy dudosa certeza.
Se trata de dos cuestionarios. Uno individual, a los miembros de la familia mayores de 10 años –ver-a quienes se pregunta ¿Cuánto ganó en su negocio/empresa/actividad en el último mes? y ¿Cuánto cobró en el mes como sueldo? y un cuestionario del hogar –ver– que caracteriza su composición, algunos aspectos de la vivienda y registra quienes respondieron o no la encuesta individual.
Por lo que la medición de indigencia y pobreza por ingresos, es un dato muy opinable y poco representativo en períodos de aumento o baja sustancial de la inflación, con una canasta total elaborada hace 20 años que el gobierno actual ha decidido no actualizar, con un método de relevamiento que sufre subestimaciones en los niveles superiores de ingresos –que suelen disminuirlo- y sobre estimaciones en los niveles inferiores –que consciente o inconscientemente- se niegan a aceptar la caída relativa o absoluta de sus ingresos, en especial cuando tienen empleos informales, no registrados o por cuenta propia sin un registro formal.
La pobreza multidimensional se mide en los censos nacionales cada 10 años y se actualiza parcialmente con la EPH en el cuestionario al hogar, que sin haberse actualizado, pregunta aspectos intrascendentes como la existencia de un teléfono en el hogar.
A pesar de ello, los datos centrales respecto de la educación, cobertura de salud, acceso a la seguridad social -trabajo registrados, vacaciones, vivienda, sus características, propiedad y cantidad de ocupantes, servicios públicos, etc. son más creíbles que el simple ingreso percibido que mide la pobreza por ingreso.
Como conclusión, podemos decir que la medición mensual de la pobreza e indigencia por ingreso tiene 1) un problema de percepción consciente o inconsciente de los ingresos mayores y menores; 2) sufre las consecuencias de mediciones que no tienen en cuenta situaciones individuales pero sustantivas –como el pago o no de alquileres-; 3) una comparación con una canasta envejecida y arbitrariamente no actualizada por el gobierno; 4) estructuralmente inválida para períodos de importantes alzas o bajas de la inflación.
Por ello, cualquier utilización pública –política, mediática, etc.- de datos promedio, parciales y de corto plazo, está teñida de propaganda positiva o negativa, que se orienta a decir solo parte de la verdad y por lo tanto constituye una mentira.
Espero que esta explicación, lo más simple y completa posible, permita entender porque su situación personal o familiar no se corresponde con los datos publicados y darle a las estadísticas el alcance que realmente tienen y no el que unos y otros pretenden darle, según le convenga o no a sus intereses.
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